El capítulo 574 de La Promesa, que se emite hoy, no deja en absoluto indiferente: volvemos a tener esos giros de emociones, decisiones arriesgadas (Santiago está en franca disposición de cambiar todo, incluso lo que él quiere), tensiones que pueden marcar un destino para siempre en su personaje, y mucho más. Las lealtades familiares chocan con los deseos, secretos ocultos a punto de salir a la luz y Manuel, que renuncia a una huida a Italia por rescatar La Promesa.
Pía se adentra en un camino muy peligroso, uno que puede costarle más que lo que ella misma se imaginaría en su peor pesadilla, Leocadia levanta la polémica y se hace con el espacio de Cruz y Antoñito desaparece tras un gran enfado con Candela. Cada ocurrencia en este último episodio es una pieza de un rompecabezas que promete unos resultados explosivos.
EL REGRESO INESPERADO DE MANUEL

Manuel ha sido, desde hace tiempo, un personaje que en La Promesa ha oscilado entre el deber, y el deseo de escapar. Su anuncio de la decisión de quedarse en España para salvar La Promesa, no solo sorprende, sino que supone una relectura de su rol familiar: Manuel, ahora con su padre y con Martina, representa un papel que ya no es el de la huida, sino el de la supervivencia del negocio aeronáutico y, en consecuencia, de la hacienda, es decir, un cambio de sentido muy pragmático pero también muy emocional: Manuel prioriza las raíces antes que las alas.
¿Está actuando por necesidad o movido por la culpa? Hay quien podría leer la dificultad que expresa su gesto como un intento de redimirse ante años de ausencia emocional. Su padre, a pesar de sentirse aliviado, observa cautelosamente este giro de la situación y se pregunta si será suficiente para salvar una finca gravitando ya sobre un abismo de insolvencia. El dinero no lo es todo, y no tardará en descubrir que la reconstrucción de la confianza será más difícil que la contabilidad.
Martina, por su parte, muestra una disposición activa, de modo que ha decidido sacar partido de la estabilidad pasajera para mover sus fichas en el tablero del amor familiar. La conversación que mantiene con Adriano se presenta como un acto manipulador en clave afectiva: le habla de segundas oportunidades, de miradas perdidas, de una historia de futuro por escribir. ¿Está siendo una aliada del amor o simplemente juega con fuego?
Mientras tanto, en los pasillos de La Promesa empiezan a circular rumores. ¿Es cierto que Manuel ha renunciado a Italia por la hacienda? ¿O existe algo más detrás de ese súbito compromiso? Algunos criados intentan explicar esta decisión alegando que tiene que ver con un amor oculto que lo ata a la Península, mientras que otros arguyen que su vuelta a España no es, sino una táctica para heredar una herencia en juego. En una casa donde las apariencias son el centro de todo, la verdad es la primera víctima.
EL INTRUSISMO DE LEOCADIA

En el caso de haber alguien que sabe sembrar la discordia sin la necesidad de pronunciar una sola palabra, esa es Leocadia. La decisión que ha tomado de ocupar la habitación de Cruz sin el correspondiente consentimiento de la familia, es la respuesta que esperaba para llevar a cabo su provocación medida. El resto de los miembros de la familia, que se encuentran entre la incredulidad y la ira, no llegan a entender tal osadía.
Las miradas de reproche no tardan en aparecer y los cuchicheos vienen y van por la distancia, pero Leocadia actúa como si supiera algo que los demás no sabemos. La familia crece en recelo. La tensión se hace palpable cuando Cruz, al hacerse eco de lo que va haciendo Leocadia en la habitación que ella ocupaba, pone el grito en el cielo. «Esa habitación tiene un propietario o una propietaria». Cruz exige que se haga una respuesta a Leocadia que ella no quiere dar.
Por su parte, en el servicio, María Fernández está a un paso de tomar una decisión drástica: abandonar La Promesa. Su carta de dimisión es el eco silencioso de su desánimo. En ese instante, lope llega, intentando disuadirla de lo que considera una equivocación fatal: «Aquí eres más que una criada», le dice, a su vez, en un intento casi desgarrador por hacerla cambiar de opinión. Sus palabras, rezumando un amor no confesado, crean en la escena un clima de tensión erótica.
Las relaciones entre el servicio son cada vez más tensas. Las alianzas se rompen y se generan en un suspiro. La marcha de María tendría profundas consecuencias. Algunos ya cuchichean que ha tenido algún trato injusto entre las criadas, mientras otros sienten que su posible marcha podría suponer una oportunidad para salir más alto.
LA VERDAD COMO OBSESIÓN EN LA PROMESA

De todos los personajes, Pía es la que carga en sus espaldas con la parte más oscura de la historia. La muerte de Jana no la deja de acosar, e impulsada por Curro y Teresa, se atreve a arriesgarlo todo para mostrar la verdad. Su plan, el más valiente y el más imprudente, podría quedarse en una estancia penal, o algo peor. «No solo arriesgo mi libertad, también arriesgo mi alma», parece pensar mientras planea su siguiente paso.
Curro, siempre el instigador, la empuja hacia el precipicio con promesas de justicia. «Jana se merece que alguien hable por ella», le dice, muy consciente de que esas palabras suponen la chispa adecuada para dar marcha a una tragedia. Teresa, aunque más cautelosa, acaba apoyando su causa, aunque la entrega de su mirada reflejaba un destello de inquietud. Pero, sobre todo, ¿realmente vale la pena convertirse en blanco de poderosos enemigos por una verdad que podría explosionar y, tal vez, acabar con ella misma?
Al mismo tiempo, Antoñito se esfuma después de su cruento encontronazo con la valiente Candela. La fuga, sin que ninguna de las partes haya avisado a nadie, desata una especie de tormenta de versiones. ¿Es una huida por orgullo acuchillado o huye a toda prisa por algo que oculta? Candela, contenta por haberle enseñado los dientes, no puede dejar de sentir un escalofrío con el pensamiento de que podría no ser la última de sus luchas porque, en La Promesa, las desapariciones no son inocentes.
Y mientras tanto, Pía, avanza como una sombra. Cada paso que da la lleva a la verdad, pero también al error. En poco tiempo, sabrá que no todos están en condiciones de ayudarla con su búsqueda de explicaciones… y que algunos harán lo posible por acallarla. ¿Podrá soportar las consecuencias de su obsesión o será otra de las víctimas más del escondite de secretos de la hacienda?



































































