Cada vez que revisas la nevera o la despensa y ves una fecha de caducidad vencida, lo más probable es que te entren dudas. ¿Lo tiro o lo aprovecho? La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha querido despejar este tipo de dilemas lanzando un mensaje que, para muchos, puede suponer un antes y un después en la forma de consumir. No todo lo que marca una fecha vencida debe ir directo a la basura.
Tirar alimentos por miedo, más que por necesidad, se ha convertido en una práctica habitual. Sin embargo, la OCU recuerda que existen muchos productos que, si se conservan adecuadamente, pueden consumirse después de su fecha de caducidad sin que ello suponga un riesgo para la salud. La clave está en conocer el tipo de alimento, su estado y su proceso de conservación.
La OCU y su cruzada contra el desperdicio de comida

El despilfarro alimentario es un problema global con consecuencias tanto económicas como medioambientales. En este contexto, la OCU ha elaborado un dictamen que apuesta por el consumo responsable y bien informado. Según este organismo, algunos productos mantienen su seguridad incluso más allá del día indicado en su etiqueta.
Esto no significa que debamos ignorar las fechas, pero sí que debemos interpretarlas con criterio. La caducidad no siempre es un límite inquebrantable. En muchos casos, se trata de un indicador orientativo más relacionado con la calidad que con la seguridad alimentaria.
Cuando caducar no significa echarse a perder

Uno de los aspectos más importantes que señala la OCU es que existen productos cuyo deterioro no es inmediato una vez sobrepasada su fecha. Los yogures, por ejemplo, siguen siendo aptos durante varios días o incluso semanas si se han mantenido refrigerados correctamente. La fermentación natural de los lácteos actúa como barrera frente a posibles contaminaciones.
Lo mismo ocurre con el pan de molde. Siempre que no presente moho y haya sido almacenado en un lugar seco, puede consumirse sin problema. La apariencia, el olor y el estado general del producto son mejores indicadores que el simple número impreso en el envase.
Los productos secos, mucho más resistentes

Snacks como patatas fritas o frutos secos pueden perder parte de su textura crujiente con el tiempo, pero no representan un peligro si se han conservado en buenas condiciones. La OCU apunta a que su baja proporción de agua les da una vida útil más prolongada. Incluso los bollos o las galletas, aunque se endurezcan, siguen siendo seguros para el consumo.
Este tipo de alimentos, además de ser comunes en muchos hogares, suelen ser de los más desperdiciados por miedo a una fecha que, en realidad, no marca su final. Aprender a distinguir lo que está en mal estado de lo que simplemente ha perdido frescura es esencial para evitar tirar comida buena.
Bebidas que duran más de lo que imaginas

Las bebidas embotelladas también son objeto de confusión. Refrescos, cervezas o vinos suelen perder gas o intensidad con el paso del tiempo, pero no por ello dejan de ser seguros. La OCU lo explica con claridad: una bebida sin burbujas puede decepcionar al paladar, pero no al estómago.
Incluso la leche UHT, siempre que el envase esté intacto y almacenado en lugar fresco, puede consumirse más allá de la fecha. Los procesos térmicos que atraviesa este producto durante su elaboración le confieren una durabilidad sorprendente.
Las conservas, un tesoro si se conservan bien

El tomate frito, las salsas en polvo o las sopas deshidratadas suelen tener una vida útil prolongada. Su formato ayuda a protegerlos de los agentes externos, y la OCU insiste en que solo debemos preocuparnos si hay señales evidentes de deterioro. Un envase abombado o un mal olor sí son motivo suficiente para desechar el producto.
En cambio, si el bote o paquete está en perfecto estado, no hay razón para alarmarse. Incluso las mermeladas, mantequillas, embutidos curados o quesos viejos pueden seguir formando parte de nuestra dieta. Eso sí, como recuerda la OCU, siempre prestando atención al aspecto, el olor y la textura.
Cómo saber si un alimento aún es seguro

Las señales de deterioro suelen ser bastante claras. Un cambio de color extraño, presencia de moho o un olor ácido o rancio indican que es momento de decir adiós. La OCU recomienda confiar en los sentidos y no en la fecha cuando el alimento ha sido bien almacenado. Un envase hinchado también puede revelar actividad bacteriana, lo que justifica su descarte inmediato.
Si por el contrario el producto conserva su aspecto habitual, no hay motivo para alarmarse. Muchas veces, el miedo a intoxicarse nos lleva a desperdiciar comida perfectamente comestible. Y esa desconfianza, alimentada por desinformación, tiene un coste tanto para el bolsillo como para el planeta.
El papel crucial del almacenamiento

Todo esto solo funciona si los productos han sido conservados correctamente. La OCU subraya que la refrigeración, el envasado al vacío y la estabilidad térmica son claves para mantener la seguridad de los alimentos. Un alimento puede perder propiedades con el tiempo, pero si se ha mantenido en condiciones óptimas, seguirá siendo seguro.
Evitar los cambios bruscos de temperatura, como pasar de un ambiente frío a uno cálido, también ayuda a prolongar la vida útil. Colocar los productos más antiguos al frente del estante, además, facilita su consumo a tiempo. Pequeñas estrategias que, juntas, pueden marcar una gran diferencia.
Ahorrar, cuidar el planeta y comer con sentido

El ahorro doméstico también entra en juego. Cada alimento que tiramos representa dinero perdido. Y cuando sumamos todas esas pequeñas pérdidas, el resultado es más serio de lo que parece. La OCU insiste en que consumir responsablemente no solo cuida tu economía, sino también el medio ambiente.
Reducir el desperdicio implica adoptar una mentalidad distinta. Observar los alimentos, confiar en nuestros sentidos y entender cómo funcionan realmente las fechas de caducidad es el primer paso. Y, por supuesto, seguir las recomendaciones de organismos como la OCU, que buscan empoderar al consumidor con información fiable.
No todo caduca el mismo día que lo dice la etiqueta

En Merca2 te contamos que el simple gesto de mirar una fecha no debería dictar si un alimento se tira o se aprovecha. Las fechas de caducidad y de consumo preferente tienen funciones distintas, y muchas veces esta diferencia se desconoce. Un yogur o un paquete de galletas no se convierte en veneno de un día para otro.
La Organización busca que cambiemos nuestra forma de consumir, no por capricho, sino por responsabilidad. Y si al hacerlo conseguimos ahorrar, cuidar el planeta y disfrutar de la comida con más libertad, mejor aún.