Son muy pocas las figuras monárquicas que despiertan tanto interés como la reina Sofía. Discreta en público, pero con una vida marcada por episodios personales que rara vez trascienden, su imagen ha sido objeto de mitos y verdades a medias. Sin embargo, una reciente revelación de la periodista Pilar Eyre ha sacado a la luz una historia tan inesperada como humana, que muestra a la monarca en un momento de vulnerabilidad.
La cronista, conocida por su profundo conocimiento de la Casa Real española, ha narrado un episodio que vincula a la reina Sofía con un destacado monje tibetano. Más allá del protocolo y la solemnidad, este vinculo demuestra que hasta las grandes figuras políticas necesitan en algunos momentos apoyarse y buscar refugio frente a las turbulencias de la vida privada.
La reina Sofía y un interés que viene de familia

Según Pilar Eyre, la inclinación de la reina Sofía por los temas espirituales no es reciente ni casual. Su madre, la reina Federica de Grecia, ya creía firmemente en la presencia de los muertos entre los vivos, una visión que marcó su educación. Aunque al casarse con el entonces príncipe Juan Carlos abandonó oficialmente la religión ortodoxa para abrazar el catolicismo, nunca dejó de lado sus raíces. Prueba de ello es que, todavía hoy, celebra la Pascua con su familia en Grecia, algo que en su momento fue revelado de forma casi accidental.
Esa apertura hacia diferentes creencias y mundos paralelos hizo que, con el paso de los años, la reina Sofía mostrara un creciente interés por distintas religiones, iglesias y corrientes esotéricas. No era mera curiosidad: según Eyre, se trataba también de una manera de pedir ayuda espiritual para sus seres queridos, como su hermana Irene de Grecia, quien atraviesa problemas de salud.
La pista que llevó a una revelación

La historia salió a la luz cuando Pilar Eyre, indecisa sobre el enfoque de su próximo libro, consultó a su hermana, gran conocedora de la cultura tibetana. Fue así como ambas acudieron a un monasterio en Barcelona, donde un lama tibetano ofrecía enseñanzas durante unos días. En esa visita, Eyre adquirió un libro del monje y, al leerlo, descubrió un pasaje que mencionaba un encuentro con la reina Sofía.
Según el relato del lama, en los años 90 recibió una llamada con un mensaje insólito: la reina de España deseaba conocerlo y conversar con él sobre ciertos puntos del Libro tibetano de la vida y de la muerte. La reunión, que parecía sencilla en un principio, se complicó por cuestiones protocolares y religiosas. Hubo contactos con el obispo de Madrid y con representantes de otras confesiones, intentando diluir el hecho. Sin embargo, la reina Sofía logró que el monje se sentara a su lado en una comida privada.
Un momento difícil en su vida

Aunque el lama no reveló detalles íntimos de la conversación, sí transmitió una impresión clara: la reina Sofía es profundamente espiritual y, como cualquier ser humano, necesita ayuda en los momentos de dolor. Según Pilar Eyre, aquel encuentro coincidió con una etapa especialmente dura para la monarca, marcada por las humillaciones públicas derivadas de las infidelidades del rey Juan Carlos.
En ese contexto, la búsqueda de un consejo espiritual adquiría un sentido profundo. La monarca, siempre elegante y sonriente en público, atravesaba un dolor que no se aliviaba con títulos ni riquezas. El lama, consciente de esa carga, interpretó la reunión como un intento sincero de encontrar consuelo y equilibrio interior.
Un segundo encuentro frustrado

Tiempo después, el monje tibetano viajó a Mallorca para ofrecer una charla. La reina Sofía, al enterarse, lo invitó al Palacio de Marivent. Quería continuar aquella conversación y, según Eyre, buscaba una ayuda más directa para sobrellevar sus circunstancias. Vestidos con sus sencillos trajes naranjas y sandalias, los monjes llegaron al lugar, pero la recepción no fue la esperada. Personas del entorno de la Casa Real les impidieron el paso, asegurando que la visita había sido un error y quedaba cancelada.
El lama lo relató como una oportunidad perdida. No por el prestigio de la cita, sino por la imposibilidad de llevar consuelo a quien lo había solicitado. No obstante, recordó con aprecio los obsequios que llevó a la primera reunión: thangkas —pinturas budistas—, figuras de Buda y un ejemplar del Libro tibetano de la vida y de la muerte, que esperaba hubieran servido de alivio espiritual.
La cara oculta de una reina

Para Pilar Eyre, esta historia revela una faceta poco conocida de la reina Sofía. Durante décadas, la imagen pública de la monarca ha sido la de una mujer firme, dedicada a su papel institucional y aparentemente distante de los vaivenes emocionales. Sin embargo, este episodio confirma que detrás de esa compostura se escondía un sufrimiento silencioso.
La periodista subraya que, a pesar de ser señalada como fría o ambiciosa, la reina Sofía vivió una profunda soledad y un dolor personal que aprendió a disimular. En este sentido, su acercamiento a un monje tibetano no fue una simple anécdota, sino una muestra de su deseo de encontrar en la espiritualidad una tabla de salvación en medio de la tormenta.
Según mencionó Eyre, cuando una persona sufre, sufre a pesar de tenerlo todo. Y tal vez, en esos años, la reina Sofía entendió que su verdadero desafío no estaba en las audiencias o en las recepciones oficiales, sino en mantener la calma interior mientras todo a su alrededor se tambaleaba.
































































