La avaricia de la ACB la conduce a la clandestinidad

Cada vez que la liga de baloncesto nacional ha pretendido aliviar las cuentas de sus clubes consiguiendo mejorar sustancialmente la partida de ingresos televisivos se ha conseguido un efecto perjudicial para la ACB, que camina hacia la irrelevancia desde un punto de vista mediático.

A finales de los ochenta, la ACB pretendió de forma estratégica abrir más ventanas de horarios a sus partidos para rentabilizar varias franjas en TVE y autonómicas. Las radios, que reforzaban el seguimiento de la competición con un ágil «carrusel», protestaron por la dispersión de horarios que provocaba que el fútbol eclipsase al que pretendía ser segundo deporte nacional.

El acuerdo de Movistar con la ACB ha ayudado a paliar la complicada situación de las arcas de los clubs de baloncesto

El negocio es el negocio, y ACB se volvería a equivocar una década después. Acababan los noventa y Canal Plus le arrebataba los derechos del torneo a TVE, ofreciendo una revolución en cuanto a la realización que ya se había puesto en pie con la Liga y los toros. La pérdida de interés del aficionado al deporte tras este salto hacia la clandestinidad motivó que la ACB volviese a la cadena pública con el rabo entre las piernas y que el Plus, cuya imagen se había asociado al basket por la NBA, no contraofertase ya que el impacto tras la inversión en su cifra de abonados había sido prácticamente nulo.

Años después todavía en el baloncesto se relaciona el pobre seguimiento actual de los partidos en abierto a esa desconexión que supusieron aquellos años en codificado. Por eso extrañó que la ACB cerrase la temporada pasada un acuerdo con Movistar Plus, que emite el partido de la jornada a través de #0 y tres encuentros en formato carrusel a través de Movistar Deportes el domingo al mediodía. Este acuerdo desvinculaba de nuevo a TVE de la competición, dejaba a las televisiones autonómicas sin uno de sus contenidos emblemáticos tras más de dos décadas de retransmisiones y de paso servía en frío un choque judicial entre Orange y la ACB.

tydese-rice-fue-gran-portagonsita-semifinal-ante-madrid-1474736378104Pese a ello el mundo del basket nacional recibió el acuerdo como agua de mayo por dos razones: es jugoso desde un punto de vista económico y la vía de la televisión en abierto se había mostrado como poco idónea, después de ver como la ACB prácticamente regalaba a TVE sus derechos a cambio de emitir un partido en La 1, ofertándole los espacios comerciales del partido. Pero los encuentros obtuvieron un seguimiento ridículo en las mañanas de los domingos y TVE se desembarazó del basket relegándolo a Teledeporte.

Movistar, que ha visto disparada su cifra de abonados a la televisión de pago gracias a ofertar packs con fibra y línea móvil y fija, ha apostado en los últimos años por hacerse con derechos deportivos que habían sido un clásico para la televisión en abierto como el Mundial de motoclismo o el de Fórmula 1.

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Las audiencias 

La final copera del pasado año entre Gran Canaria y Real Madrid fue seguida por 1.543.000 espectadores en la televisión en abierto y por solo 97.000 en la de pago. Este hecho fue un síntoma del peligro del apagón para todos los públicos. Pero Movistar, que con este acuerdo se quedaba con prácticamente todos los derechos de baloncesto de élite, aliviaba los maltrechos números de los conjuntos de la ACB, que ven como todos los años la falta de rentabilidad imposibilita los descensos y ascensos de categoría, cuantificados en más de cinco millones de euros entre cánones y avales como bien saben en Burgos, cuyo equipo local ha sufrido tres ascensos interruptus que ahora reclama en los tribunales.

El citado acuerdo provocó que Orange, naming rith de la competición (el que le pone nombre), recibiese una compensación por parte de ACB tras «la traición» con un competidor directo en el sector de las telecomunicaciones. Pero, parece ser, que los 46 millones de euros que la prensa especializada dice que ha pagado Movistar a la asociación por tres temporadas, hacen olvidar cualquier tipo de escándalo. Aun así al aficionado de base, casi siempre autocrítico, le molesta ver como un Barcelona-Baskonia ha sido seguido por 43.200 seguidores en #0 y el Valencia-Real Madrid por 63.000, demostrando el tirón del torneo los escasos 6.700 televidentes del carrusel de tres partidos. Comprado con la Liga Nacional de Fútbol Sala, que marcó este fin de semana 155.000 espectadores en Teledeporte, la cosa no tiene color.

Cada vez que la ACB ha intentado buscar más ingresos, ha terminado haciendo daño a sus asociados

¿Ha hipotecado José Luis Roca, presidente de ACB, la competición con un interesante acuerdo cortoplacista que puede matar al aficionado del mañana? No lo sabemos, pero el dinero casi siempre manda.

Antoni Daimiel, que se ha labrado unas ojeras durante muchas madrugadas en el Plus, analizaba de forma positiva el acuerdo, recordando en una entrevista los distintos parámetros sobre audiencia y rentabilidad: «Es un asunto complejo, porque hay muy pocos eventos deportivos que sean rentables en abierto hoy en día, por la explotación publicitaria que se hace, por lo que se requiere de retorno publicitario en función de lo que te cuentan los derechos y producir los eventos, es muy difícil rentabilizar, necesitas una audiencia muy alta. De hecho los partidos de fútbol de Liga BBVA no son rentables, si solo cuentas ese partido, con lo cual en el baloncesto pasa un poco lo mismo.

La Liga Endesa tiene unos patrocinadores que le permiten mantenerse en la televisión pública, la Euroliga también tiene buenos patrocinadores, pero tampoco hay un panorama tan amplio, se redujeron muchos canales en TDT. Hay muchos productos deportivos que por la coyuntura económica y social son para el cerrado, para tele de pago. Por el simple hecho de estar ahí pueden generarte el abono de mucha gente, que sin querer ver todos los partidos sí quieren poder acceder en su casa a la competición, por un equipo, o porque es aficionado el deporte. Esa gente pagando hace el producto rentable, viéndolo solo en abierto no».