Carlos Moro: del caché de una boda real a crear la bodega del futuro

Hay momentos que elevan la categoría de un vino a niveles casi inalcanzables, como las bodas reales. A Carlos Moro le pasó. Tocó el cielo cuando los actuales Reyes de España decidieron elegir los vinos de Matarromera para celebrar su enlace equiparándose al Petrus de la boda de Isabel II o al Vega Sicilia, elegido por Alfonso XIII para su convite. Un prestigioso momento que abre las puertas a muchos mercados y más a un imperio creado hace 30 años. La empresa familiar no ha perdido parte de su filosofía, la de crecer de manera sostenida. Con diez bodegas, Carlos Moro quiere seguir revolucionando el sector con “la bodega del futuro”, tal y como la ha calificado en una entrevista en MERCA2.

En mayo verá la luz el proyecto Esencia Matarromera, con el que está transformando Bodega Matarromera por completo con el objetivo de adaptarse de manera sostenible. Se trata de un proyecto que cuenta a su vez con otros 18 subproyectos “distintos para construir la bodega del futuro, la más eficiente para hacer buenos vinos y la más emblemática para recibir a las personas que aman el mundo del vino”, explica. El grupo invertirá 10 millones para incorporar tecnología como el big data, reducir la huella de carbono y hasta en convertirse en una de las primeras bodegas en abordar el cambio al coche eléctrico, entre otras cuestiones.

Unos valores, los de la sostenibilidad, que le permiten atraer al público joven. Algo a lo que Carlos Moro se adelantó hace años lanzando Win, vinos sin alcohol o con baja graduación alcohólica ideales para las nuevas generaciones que rechazan el alcohol. Su lanzamiento en 2016 suscitó entre los profesionales “dudas y reticencias”; sin embargo, ha cuajado porque “da respuesta a personas que no quieren o no pueden beber alcohol o que se inician en el mundo del vino”, añade. Hasta los niños lo pueden beber.

El nuevo proyecto llega en un año que “no se presenta muy fácil”, afirma Moro. Y las previsiones no son muy buenas porque reconoce que en 2019 han tenido que “sortear muchas dificultades” debido a los aranceles impuestos al vino por EEUU, el Brexit, las inestabilidades políticas en países de Latinoamérica, la parálisis del centro Europa y una China “muy errante”. Motivo por el cual “el crecimiento ha sido más lento que años anteriores”. No obstante, los datos de cierre del año aun no se han hecho públicos.

COMPRA DE BODEGAS

Pioneros en casi todo dentro del sector del vino, desde su atalaya en plena ‘Milla del oro’ de Ribera de Duero, Carlos Moro observa oportunidades de negocio. “Yo estoy aquí sentado con el culo bien tranquilo y bien calmado con mi visión del Duero. Una visión integral, global e internacional y con la intención de estar en todas las partes del mundo”, asegura. Y de momento están en 80 países, aunque el objetivo es llegar a los 200.

Así que cuando encuentra una oportunidad, el grupo amplía su negocio. “Tenemos verdejos de Rueda muy buenos, pero hay mucha demanda del mundo que prefiere los vinos gallegos”, indica. Por ello, este verano compró una bodega situada en el municipio orensano de Castrelo de Miño (Ourense), donde ha iniciado el proyecto Casar de Vide. Y lo mismo pasó cuando aterrizó años atrás en La Rioja.

El grupo bodeguero alcanza ya diez bodegas en las denominaciones de origen más importantes de España como son Ribera del Duero (Bodegas Matarromera, Emina Ribera y Renacimiento), Rioja (Bodega Carlos Moro), Rueda (Bodega Emina Rueda), Cigales (Bodega Valdelosfrailes), Toro (Bodega Cyan) y Ribeiro (Casar de Vide).

Con todos estos proyectos en marcha “no terminaría ni en dos o en tres vidas”, apunta el enólogo, que no piensa –ni en broma– en la jubilación. Hijo, nieto y biznieto de viticultores y bodegueros, Carlos Moro encontró su camino siguiendo la tradición familiar a pesar de probar suerte en otros sectores. Y aquí seguirá viendo crecer su imperio.

DE JUAN ROIG A LOS CONFLICTOS EN RIOJA

De su afán de llegar a La Rioja, este ingeniero abrió en San Vicente de la Sonsierra una bodega bajo su propio nombre cuyos resultados son “fantásticos” con una producción media de 300.000 kg. “El vino que hacemos sorprende a los propios riojanos por su calidad, personalidad y la idiosincrasia de la zona de la Sonsierra”, asegura, para añadir que tienen cierto “estilo ribereño”.

El objetivo no es inundar la DO Rioja con sus caldos con el fin de llegar con algo único al consumidor porque “el cliente es el que decide cuanto quiere tomar y comprar de nuestro vino”, recuerda Moro parafraseando a otro genio de los negocios, Juan Roig (presidente de Mercadona).

Aunque su llegada a Rioja no ha sido un camino de rosas. El uso del apellido Moro no fue del agrado de Emilio Moro (Pesquera del Duero), quien alegó que el apellido Moro creaba confusión ya que, tradicionalmente, se asocia a sus vinos. Por la confusión que provoca entre los consumidores, Emilio Moro presentó una demanda contra Carlos Moro.

Pero la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (Euipo) se ha pronunciado en varias ocasiones. En la última, ha dado la razón a Matarromera acordando que Bodegas Emilio Moro no tiene derecho exclusivo sobre la marca Moro. “No fue ningún problema. Teníamos registradas nuestras marcas desde hace más de 20 años. Si hay alguien que ha buscado otras vías ya le han ido dando respuestas los organismos oficiales”, defiende Carlos, a quien no le preocupa “ni está en su agenda” la posibilidad de que Emilio Moro recurra.