La guerra aplaca el furor verde inversor: viraje a la energía fósil y al armamento

La guerra ha alterado las estrategias de inversión. El dinero es cobarde y no tiene paciencia. Lo que hasta hace unos días era impensable, ya empieza a tomar cuerpo. Es lo que está pasando con los criterios ESG: los mismos que cada vez mostraban una mayor rigidez y ahora parecen encontrar una ligera laxitud difícil de creer hasta hace dos meses. Algunos fondos vuelven sus ojos nuevamente a las energías fósiles, ante el espectacular repunte de precios de gas y petróleo especialmente, y las empresas de armamento ven fluir de nuevo más dinero hacia ellas ante la necesidad de los países de reforzarse en materia de Defensa.

La guerra de Ucrania ha cambiado la forma de entender el mundo. Este conflicto bélico ha supuesto una bofetada de realidad a una sociedad (especialmente la europea) anestesiada, más pendiente del postureo, del inminente presente y de mirarse el ombligo, que de funcionar con criterios previsores y acometer los problemas con anticipación y sin postergar decisiones incómodas. Los políticos se han dado cuenta de que sus estrategias estaban equivocadas y que la volatilidad a todos los niveles es la realidad que se impone.

Hasta hace pocos días, invertir en armamento generaba un rechazo social y conllevaba un coste reputacional incuestionable. Los países reducían sus partidas en Defensa en los presupuestos, aumentando sus inversiones en cuestiones superfluas y subvenciones ridículas promovidas por ideologismos sectarios (el actual Gobierno de España despunta con facilidad en este apartado). Parecía que solo EEUU tenía la obligación de invertir en armamento y de potenciar el ya de por si mejor ejército del mundo, para dar seguridad a sus países aliados. Asumía la Defensa en el marco de la OTAN como propia.

Los inversores volcaban sus esfuerzos en encontrar empresas que cumplieran escrupulosamente los criterios ESG (Environmental, Social and Corporate Governance) para colocar en ellas su dinero, tiñéndolo todo de ‘verde’. Todo lo que no fuera sostenible o ambientalmente amigable resultaba incómodo y difícil de justificar. Hasta que la guerra, que de verde no tiene nada, nos ha demostrado que la defensa nacional es una necesidad además de una obligación. El peligro existe en el mundo pese al negacionismo y el rechazo que pueda suscitar.

Los líderes autoritarios como Vladimir Putin, capaces de esperar pacientemente el momento idóneo para poner el mundo patas arriba impunemente, y dejar especialmente a Europa con las vergüenzas al aire, forman parte de la escena internacional.

VIRAJE EN LOS CRITERIOS ESG TRAS LA GUERRA

Las siglas ESG, que responden en inglés, a las palabras Enviromental, Social y Governance hacen referencia a los factores que convierten a una compañía en sostenible a través de su compromiso social, ambiental y de buen gobierno, sin descuidar nunca los aspectos financieros. La base para identificar si una estrategia está enmarcada en los criterios ESG está en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por la ONU en 2015.

Estos objetivos fueron adoptados por los líderes mundiales para proteger el planeta, luchar contra la pobreza y tratar de erradicarla con el objetivo de construir un mundo más próspero,  justo y sostenible para las generaciones futuras. Se fijaron dentro de la Agenda 2030 sobre el desarrollo sostenible, y parecían especialmente ambiciosos, pero en estos momentos muchos de ellos representan una auténtica quimera.

Mientras una gran parte del mundo estaba inmerso en reducir la desigualdad dentro y entre los países (Objetivo 10), o en lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles (Objetivo 11) o en promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible (Objetivo 16), entre otras muchas cosas, un sátrapa como Putin, estaba ideando un plan a largo plazo, para aumentar la dependencia de Europa y otros muchos países, de sus fuentes de energía, y después intentar adherirse un país como Ucrania, por la fuerza, ante la limitada capacidad de reacción de OTAN, UE y demás alianzas internacionales.

De pronto, los inversores se han dado cuenta de que para garantizar que haya asentamientos humanos seguros, o sociedades pacíficas, o evitar la desigualdad entre los países, en muchas ocasiones hay que ir a la guerra. Porque, aunque la mayoría no desee estar en guerra, cuando ésta estalla, generalmente, es porque no ha habido solución diplomática ni capacidad de decisión para el país atacado. Y para hacerles frente se necesita, como ahora, mandar tanques, aviones, misiles, armamento pesado, y muchas otras cosas a un país como Ucrania, para que pueda defenderse, ya que los demás países no pueden entrar en el conflicto para evitar la Tercera Guerra Mundial.

¿Son entonces ahora las empresas de armamento necesarias para cumplir los ODS? Parece más que evidente que sí. ¿Merecen entonces que el dinero de los fondos deje de darles la espalda por los criterios ESG? Por lo visto en la tendencia de algunos inversores, si.

A partir de ahora la inversión será diferente. Se atenderá a factores que antes quedaban excluidos. La guerra está haciendo replantear estrategias que parecían consolidadas y que ahora tendrán que ser más integradoras.

LA GUERRA IMPULSA EL REARME

A finales de febrero, el canciller alemán Olaf Scholz anunció, en un discurso histórico en el Bundestag, una partida extraordinaria de 100.000 millones de euros para mejorar el Ejército alemán y un aumento de la inversión anual en Defensa de más del 2% del Producto Interior Bruto.

Este anuncio volvía a acelerar la inversión sobre Indra, Leonardo, Thales y Saas AB, entre otras. «La guerra de Putin supone un punto de inflexión. Tendremos que invertir significativamente más en la seguridad de nuestro país para proteger nuestra libertad y nuestra democracia», apuntaba Scholz.

En España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció en  marzo que aumentará el gasto en defensa hasta el 2% del PIB en línea con el compromiso que marca la OTAN, a pesar del malestar generado entre sus socios de legislatura.

El Gobierno italiano también aumentará su gasto militar debido a la guerra en Ucrania. El gasto de las FF.AA. italianas pasará a ser de unos 40.000 millones de euros anuales, hasta en un 2% del PIB del país.

En general todos los países se han caído del guindo y están dispuestos a arrimar el hombro, como les ha exigido en muchas ocasiones EEUU, especialmente su anterior presidente, Donald Trump. Según Citigroup, todos los miembros de la OTAN alcanzarán en poco tiempo el deseado y acordado 2% de sus respectivos PIBs de inversión en Defensa.

Amper suscribía a finales de enero un contrato con la Dirección General de Armamento y Material del Ministerio de Defensa por un importe a 3,2 millones de euros, tal y como informaba la propia compañía.

Como consecuencia de todo esto, las mayores empresas europeas de armamento están viendo como sus acciones se disparan y cotizan al alza, con revalorizaciones de más del 100% en lo que va de año.

En el mismo contexto y en un espacio muy corto de tiempo las principales empresas armamentísticas estadounidenses se disparaban en Bolsa. En concreto, llegaron a engordar su valoración en unos 80.000 millones de dólares (unos 75.000 millones de euros) a medida que se sucedían los terribles acontecimientos en el este de Europa.

María Castañeda
María Castañeda
Redactora de MERCA2 de empresas y economía; especializada en energía, sostenibilidad y turismo.