Nutri-Score en España, ¿es realmente la mejor opción?

“Ninguno de los sistemas de etiquetado existentes es perfecto”, ha reconocido el ministro de Consumo, Alberto Garzón Espinosa durante su comparecencia en la Comisión de Sanidad y Consumo del Senado. Las palabras elegidas por el ministro para anunciar la decisión de implantar en España el sistema francés, Nutri-Score como etiquetado nutricional frontal de alimentos, han reavivado el debate con respecto a la elección de un sistema armonizado a lo largo de la Unión Europea. El paso del tiempo no ha logrado que los países miembros lleguen a un acuerdo y la decisión de España de optar por el Nutri-Score, saca a relucir las diferencias que existen y que impiden una decisión a nivel comunitario. Sobre todo, debido a que son varias las voces disidentes que se manifiestan contra el sistema elegido por España, debido a sus limitaciones. Entre ellas, resuena la de Italia que ha decidido plantarle cara al Nutri-Score y presentar su propio sistema en defensa de la dieta mediterránea, el Nutrinform Battery.

Las inquietudes que han generado el anuncio de Garzón van más allá de sus declaraciones y de su reconocimiento público de que el sistema elegido acarrea imperfecciones. Las polémicas con respecto a la adopción del Nutri-Score en España datan de 2018 cuando la ex ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, anunció la entrada en vigor de Nutri-Score. En aquel entonces, la noticia tomó por sorpresa a la industria alimentaria y las primeras informaciones con respecto al sistema en cuestión, desconcertaron a muchos.

“El Nutri-Score estigmatiza de manera simplista y confunde al consumidor”, coincidían en ese entonces la Asociación Interprofesional del Cerdo Ibérico (ASICI) y la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB). “El Nutri-Score es un modelo nutricional francés que responde a unas pautas de alimentación que poco o nada tienen que ver con las españolas. No vemos adecuada su implantación porque no tiene en cuenta nuestros hábitos alimenticios”, afirmaban desde la interprofesional del cerdo ibérico.

La simpleza del Nutri-Score, criticada por algunos y vista como un beneficio para otros, es precisamente el arma de doble filo de este sistema. De hecho, su propio creador, Serge Hercberg, destaca que el etiquetado es “simple y muy intuitivo”. Lo que para algunos se traduce en una simplificación que clasifica productos por colores. Tal como explican desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (Aesan), el Nutri-Score consiste en cinco colores, de verde a naranja oscuro, asociados a cinco letras que describen a su vez, cinco niveles de calidad nutricional.

En concreto, la clasificación en una u otra categoría se realiza en función del contenido de nutrientes en 100 gramos del producto. De esta manera, se analiza el contenido de nutrientes ‘menos favorables’ como azúcares, grasas saturadas y sodio, y los ‘más favorables’ como proteínas, fibra alimentaria y porcentaje de frutas, hortalizas, legumbres, frutos secos, entre otras. Lo que significa que no se penaliza alimentos ultraprocesados o con un alto contenido de hidratos de carbono, sino que por el contrario, el sistema termina desincentivando el consumo de ciertos nutrientes como las grasas, que son fundamentales en una dieta saludable. Siendo este, el principal disparador de la polémica que se generó en 2018, tras el anuncio de Sanidad.

En aquel entonces, la ONG Open Food Facts, dio a conocer que de aplicarse el Nutri-Score, ciertos alimentos claves de la dieta mediterránea como el aceite de oliva y el jamón ibéricio, saldrían mal parados. Mientras que otros, como los refrescos o las cremas de chocolate, obtendrían una mejor clasificación. Es precisamente este punto, el que ha llevado a Italia, país que mantiene una cercanía con España al ser referentes en la promoción de la dieta mediterránea, a replantear el sistema y diseñar una alternativa adaptada a su cultura alimenticia.

Así es como ha surgido el Nutrinform Battery, cuyos símbolos de batería educan a los consumidores sobre sus necesidades diarias nutricionales, en comparación con la cantidad recomendada por la Unión Europea. Un diseño alineado a los principios de la dieta mediterránea que promueve un consumo equilibrado de todos los alimentos, frente a la penalización. Lo que además, estaría adaptado a los hábitos de los españoles, quienes según el último estudio monográfico del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, están sumamente interesados en informarse sobre los productos que consumen. Tanto es así, que el 90% de ellos prefiere ver el listado completo de ingredientes, frente a un etiquetado simplificado. Lo que plantea dudas sobre si el Nutri-Score es realmente la mejor alternativa para los españoles que buscan información, frente a un diseño tan simplista de colores y letras.

Ahora, tras la decisión del gobierno español de adoptar el sistema francés a partir de 2021, estas críticas vuelven a causar incertidumbre. «El Ministerio ha escogido el sistema menos factible, menos ambicioso y que plantea, en su caso, dudas jurídicas en la parte que sirve menos a los fines de proteger la salud de los consumidores», analiza Francisco José Ojuelos Gómez, abogado experto en derecho alimentario.

Si bien la cuestión del Nutri-Score está en la agenda desde hace un tiempo, llama la atención la rapidez con la que las autoridades españolas han trabajado para promover este sistema. En pocos días y con un plazo ajustado, el ministro Garzón ha anunciado el lanzamiento de una consulta pública para considerar las opiniones de los consumidores. Asimismo, desde su cuenta oficial de Twitter, el ministerio de Consumo ha alentado a sus seguidores a enviar sus observaciones y las críticas ya se han hecho notar. El Nutri-Score es “un sistema que desinforma, más que informa y que mantiene engañados a los consumidores”, reza el mensaje de una usuaria llamada María Robles. Habrá que ver, entonces, si las autoridades levantan el pie del acelerador y toman el tiempo de analizar las opiniones de los consumidores y las alternativas disponibles. Después de todo, las negociaciones para el sistema armonizado en Europa se han enfriado ante la crisis de la Covid-19 y todo indica que no concluirán antes de diciembre de 2022.