Esta es la principal conclusión del último informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE), que analiza que en 2025 el consumo de carbón ha dejado de crecer de forma volátil, alcanzado un estado de “meseta”, llegando para este año a su máximo histórico con un valor este año de aproximadamente 8.845 millones de toneladas. Una situación que según adelanta la institución dará pie a una bajada de su demanda hasta en un 3% para 2030, ya que adquirirá un rol de energía de respaldo secundaría por detrás del gas.
La demanda europea y estadounidense empuja a la baja el consumo a largo plazo
El informe apunta a que en primer lugar a que existe una menor hambre de este recurso especialmente en Unión Europea y Estados Unidos, con una tendencia estructural a la baja. En el caso europeo se prevé su casi desaparición completa cara a 2030; mientras que en el caso estadounidense se prevé una caída más lenta por factores políticos y los altos precios del Henry Hub. Esta situación no es igual en el continente asiático donde existe aún una gran demanda de este recurso energético, aunque menos este año.
China, por su parte, lidera tanto en la producción, como en el consumo mundial, representando un 56% de todo el carbón demandado; y este año ha presentado resultados de estabilidad en su consumo. El gigante asiático está apostando por las energías renovables (ya que además tiene un gran control de los recursos estratégicos asociados a la generación de energías verdes), pero seguirá teniendo el carbón como energía de respaldo para compensar períodos de peor rendimiento renovable y para industrias altamente dependientes de esta energía como la química. Aún así, el informe prevé descensos, aunque lentos cara a 2030.
En India, por su parte, el consumo de 2025 con un valor de 1.297 millones de toneladas ha sido menor que en años anteriores, debido a la presencia de un monzón que ha aumentado su capacidad de generación hidráulica. Pero para 2030 el resultado es peor del esperado, porque su demanda crecerá según el informe un 17% especialmente por el desarrollo de su sector industrial.
Aunque se puedan reportar descensos en la velocidad de la des-carbonización en los países más contaminantes de Asia, este factor no va a poder compensar la pérdida de peso que tendrá el carbón para Europa y Estados Unidos empujando su consumo a la baja. También a este factor entra la presencia del gas como una energía más barata, con casi sus mismas funciones en el contexto de la transición ecológica.
El gas como gran freno del carbón
El informe de la Agencia Internacional de Energía detecta que entre 2025 y 2030 se va a producir una llegada masiva de oferta de gas, gracias a la proliferación del GNL o gas natural licuado especialmente desde Estados Unidos, Qatar, África y Europa (más destinada a consumo interno).
La irrupción de una mayor cantidad de esta fuente de energía pone en peor situación a carbón como recurso de soporte, debido a que el gas natural presenta unos niveles superiores de eficiencia, con un valor que oscila en el gas entre el 49 y 58%; mientras que el carbón tiene unos valores de entre el 35 y el 46%. A esto se le suma que el gas es un combustible no renovable más respetuoso con el clima, con unas emisiones de GEI (gas de efecto invernadero) de entre 350 y 400 Kg de CO2 el MWh, frente a unas emisiones de carbón que roza los 800 kilos.
En cuanto al precio es variable en función de la región, donde en el escenario europeo es más bajo, mientras que en Asia es mucho más caro porque depende de importaciones. En cambio en el ámbito americano el informe apunta a que el consumo del carbón solo sube cuando su gas se encarece, de ahí que cara a 2026 debido a las exportaciones masivas previstas pueda darse un repunte puntual en el uso de carbón por precios muy tensionados en el mercado interno del gas.
En definitiva el informe de la Agencia Internacional de Energía concluye con que aún nos quedan muchos años de carbón, pero que su uso al menos apunta a descenso para 2030 aunque sean mínimos.








