jueves, 18 diciembre 2025

Dr. Iñaki Piñuel (60), psicólogo: “La empatía es un enorme poder psicológico, pero puede convertirse en una gran vulnerabilidad”

- Cuando sentir demasiado puede convertirte en el blanco perfecto de relaciones dañinas

La empatía y la psicopatía no son mundos separados, sino los dos extremos de una misma línea invisible. En un lado, la ausencia total de sensibilidad hacia el otro. En el otro, una capacidad extraordinaria para ponerse en su piel, sentir lo que siente y responder a sus necesidades casi antes de que las exprese. En una sociedad cada vez más marcada por el individualismo y el narcisismo, las personas altamente empáticas se han vuelto casi una rareza. Algo así como un pequeño milagro moderno. Y, paradójicamente, también uno de los perfiles más vulnerables.

Las personas con una empatía muy por encima de la media suelen ser fáciles de reconocer. Escuchan de verdad. Están disponibles. Sienten el dolor ajeno como propio. Esa sensibilidad les permite conectar profundamente con los demás, pero también las expone. Porque no todo el mundo juega limpio, y no todo el mundo cuida como dice cuidar.

Publicidad

La cara B de la empatía extrema

empatia
Sentir profundamente también puede dejarte expuesto si no hay límites. Fuente: Canva

La empatía llevada al extremo funciona muchas veces como un imán para personalidades narcisistas o psicopáticas. Quien está acostumbrado a priorizar al otro, a ofrecer soluciones y a colocarse siempre en segundo plano se convierte, sin quererlo, en el objetivo perfecto. Con el tiempo, el empático puede ir borrándose, olvidándose de sí mismo, asumiendo el rol de cuidador eterno o salvador profesional. Y eso, aunque al principio parezca amor, acaba pasando factura.

En el extremo opuesto se sitúa la psicopatía, entendida como la incapacidad de sentir empatía real o de establecer vínculos emocionales genuinos. Cuando ambos perfiles se encuentran, la relación nace profundamente desequilibrada. La entrega sin límites se convierte en terreno fértil para la manipulación, el abuso emocional y el maltrato.

Por qué la reciprocidad no llega

Empatia extrema965 Merca2.es
No toda entrega es amor cuando no existe reciprocidad real. Fuente: Canva

En estas relaciones se rompe una de las bases de cualquier vínculo sano: la reciprocidad. El empático suele esperar —a veces sin decirlo, a veces con toda el alma— que su cuidado y su entrega regresen en algún momento. Pero cuando al otro lado hay alguien profundamente egoísta, eso no ocurre. No vuelve el afecto. Vuelve el abuso.

Este patrón no suele aparecer por casualidad. En muchos casos tiene raíces en la infancia, especialmente en entornos familiares disfuncionales. Niños que aprendieron a sobrevivir leyendo el ambiente, detectando peligros y anticipando necesidades. Crecieron demasiado pronto, cuidando antes de ser cuidados. Ese guion, útil en su momento, se mantiene en la vida adulta como una forma automática de relacionarse.

Aprender a ponerse en primer lugar

Empatia extrema145 Merca2.es
La empatía sin protección puede convertirse en un arma contra uno mismo. Fuente: Canva

La solución no pasa por dejar de ser empático ni por endurecerse emocionalmente. La empatía es un poder, no un defecto. El reto está en aprender a dosificarla, protegerla y ordenarla. En distinguir relaciones sanas de relaciones dañinas y recuperar una jerarquía interna equilibrada.

Aquí entra en juego la autoestima, entendida como amor racional hacia uno mismo. Colocarse en primer lugar no es egoísmo, es responsabilidad. Es cuidar al adulto que hoy somos y reparar al niño que un día tuvo que olvidarse de sí mismo. La forma en la que una persona se trata a sí misma enseña a los demás cómo debe ser tratada.

Cuando el empático se posterga, se minimiza o se borra, refuerza viejas dinámicas de abandono. Cuando se honra y se prioriza, empieza a poner límites claros y sanos. El objetivo no es dejar de amar ni de comprender a los demás, sino aprender a empezar por uno mismo. Porque si uno no se cuida, no se respeta y no se elige… nadie puede hacerlo en su lugar.


Publicidad