jueves, 12 diciembre 2024

Los orígenes de Modesto Gutiérrez Losada y su ADN emprendedor

Desde sus inicios, Modesto Gutiérrez Losada tenía conocimientos de que ser emprendedor es un estilo de vida. En su libro De Start-Up a Scale-Up reconoce que: “Nací con el ADN emprendedor. Desde niño buscaba qué vender: tareas a mis compañeros de la escuela, productos importados (cuando la frontera mexicana estaba cerrada viajaba a Estados Unidos con unos amigos a comprar mercancía que luego vendíamos en el país), todo era vendible para mí. Nunca me pasó por la mente trabajar para alguien más. Siempre quise ser empresario, como mis abuelos, como mi padre y como mis tíos”.

Modesto Gutiérrez sigue explicando que: “Los negocios han sido una constante en mi vida. Abuelos emigrantes españoles que llegaron a México sin dinero, primero a trabajar con otros españoles que vinieron antes que ellos; después, poniendo sus propios negocios, y así salieron adelante. Mi papá y mis tíos siguieron su ejemplo y fundaron sus propias empresas. La historia familiar siempre ha estado ligada al emprendimiento. Fundé mi primera empresa a los 19 años, cuando cursaba mi primer año en la universidad. Era una cadena de pizzerías –Giomos- integrada por tres sucursales ubicadas en la Ciudad de México. Agregué un toque innovador a un negocio tradicional: primer pizzero (baguettes y helados) a domicilio y, por qué no, pizzas cuadradas, En esa época aún no operaban las grandes pizzerías con entrega a domicilio, fuimos pioneros”.

Modesto Gutiérrez Losada reconoce en el libro que: “Luego de algunos años bajé la cortina de la pizzería, abrí una tienda de pinturas, exploré el negocio de los bares e iniciamos una agencia de viajes. En esa época universitaria constituí más de 10 empresas comerciales y de alimentos; en diversión y experiencia gané todo, en rentabilidad perdí todo, pero no me detuve. Además, fui vendedor de seguros, finanzas y bróker de créditos. La lista creció y creció. Muchos tropiezos, todos me ayudaron a empezar de nuevo de una mejor manera. Recuerda que a veces se gana y a veces se aprende. Así fue como aprendí que todos los negocios en todas las industrias pueden ser buenos y en todos se puede ser exitoso, siempre y cuando se hagan con pasión, dedicación y enfoque. La gran lección es que el éxito tiene tres pilares: el trabajo, la constancia y la disciplina, firmemente puestos sobre una base sólida de principios y valores”.

Por último, explica que “nunca tuve un mentor. No estaba de moda el modelo de la mentoría, como ahora. Sin embargo, platicaba con mis maestros, mi papá, amigos de mis papás y, más adelante, con mi suegro. Ellos me dieron consejos, ideas y criticaron muchas de mis decisiones. Todos eran gente mayor que yo y con mucha experiencia. Creo que me veían como un hijo, por eso me permitían platicar con ellos. Sin darme cuenta comencé a ganar conocimiento y a generar una conexión de negocios que hasta ahora sigo disfrutando y valorando. Siempre hay que rodearse de gente exitosa, con tus mismos valores y que piense como tú”.

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