Muchas son las amenazas que afronta el sector asegurador durante los dos próximos años: desde el cambio climático, la atracción del talento, o los cambios regulatorios, hasta la irrupción de nuevos jugadores como las insurtech, los tipos de interés, o el brexit. Sin embargo, hay uno que destaca sobre los demás y que a muchas aseguradoras les hace tener el miedo metido en el cuerpo. Se trata de la tecnología.
Esta es la principal conclusión del informe Insurance Banana Skins 2019 que ha elaborado PwC junto con el Centre for the Study of Financiacial Innovation. Es la primera vez que la tecnología ocupa lo más alto del podio como principal amenaza durante los últimos 12 años en los que se ha elaborado el estudio. “Las aseguradoras se han beneficiado de vivir en un sector razonablemente rentable y estable, que ha desmotivado el cambio, la innovación y la transformación. Los jugadores que no estén dispuestos a transformarse y que no sean conscientes de los desafíos y oportunidades que surjan estarán en riesgo de desaparecer”, señala un directivo español en el citado informe.
En el sector existe una necesidad imperiosa por modernizar sus sistemas y sus modelos de negocio como consecuencia de la aparición de los nuevos desarrollos digitales. Además, muchas aseguradoras se ven afectadas por modelos de negocio heredados e infraestructuras tecnológicas que no satisfacen las demandas actuales de la industria aseguradora. Y eso se traduce en una menor rentabilidad.
Muchas aseguradoras se ven afectadas por modelos de negocio heredados e infraestructuras tecnológicas que no satisfacen las demandas actuales
Por desgracia, la industria aseguradora, en su conjunto, está lamentablemente por detrás de otras empresas de servicios financieros en la implementación de tecnología. Otra preocupación es que, para llevar a cabo su modernización tecnológica, las aseguradoras necesitan contar a menudo con proveedores externos. Una dependencia que no gusta por su poco, o ningún, conocimiento del negocio.
LAS DUDAS DE LAS ASEGURADORAS
En el estudio de PwC se pone de manifiesto que el proceso de modernización y renovación tecnológica está en marcha. Pero nadie tiene la varita mágica que diga que esto es lo que va a funcionar, y esto otro no. Es decir, que están en un momento en el que prima la ‘prueba-error’. Y no basta con realizar grandes inversiones de capital y reemplazar los antiguos sistemas por otros nuevos. He aquí el quid de la cuestión: priorizar y saber cuáles son las tecnologías ganadoras por las que apostar, y cuáles no, es la duda al más estilo Hamlet que sobrevuela a las aseguradoras.
“Algunos jugadores no sólo se están adaptando sino que están liderando el cambio, por lo que el riesgo no es para la industria, sino sólo para algunos de los titulares”, resalta Jordi Calbet, director de Aceleración Digital de Zurich Insurance en España en el citado estudio. ¿Cuáles serían las consecuencias de una mala decisión en el ámbito tecnológico? Básicamente tres: la pérdida de oportunidades respecto a los competidores, ya sean dentro del propio sector como fuera; el incremento de la vulnerabilidad a ataques externos; y el desaprovechamiento de inversiones millonarias.
Esa vulnerabilidad a los ataques externos, es decir, los ciberriesgos, también ocupan un lugar destacado en otro informe, este caso, el Global Risk Landscape 2019 de BDO. En este caso, los delitos y virus informáticos, la piratería y los malicious codes (que dañan los sistemas informáticos) son la segunda preocupación para las empresas.
“En el caso concreto del mercado español, la práctica totalidad de las principales entidades se encuentra en la actualidad abordando iniciativas orientadas a la transformación de sus sistemas core, implementando nuevas soluciones o bien estableciendo la estrategia para su abordaje”, señala Armando Martínez Polo, socio responsable de Tecnología en PwC y especialista en el sector asegurador. Dicho de otra forma, que hay alumnos aventajados, y otros que todavía están planificando lo que van a hacer. “En el caso de la Inteligencia Artificial, las entidades están analizando cómo posicionarse, qué tecnologías adoptar, cómo incorporar metodologías de trabajo diferentes, cómo securizar y hacer transparente el uso de dicha tecnología, cómo responder a un entorno regulatorio apenas definido y, por supuesto, cómo contar con los perfiles más adecuados”, concluye el experto de PwC.