Benito Pérez Galdós satirizó el mosaico madrileño decimonónico y burocratizado en ‘Miau’, una de sus novelas más aplaudidas. El siglo XIX tocaba a su fin, aunque algunos historiadores señalan que en España murió en 1931, y los partidos dinásticos disfrutaban del turnismo tras la restauración borbónica con María Cristina en la regencia. Galdós se adentraba en la familia Villaamil, que sufría un tipo de revanchismo electoral, la cesantía, situación que impedía la independencia entre un funcionariado zambullido en una guerra de empleados públicos convertidos en recolectores de votos para las redes clientelares de Cánovas y Sagasta.
Según Mesonero Romanos, el cesante era «el hombre público reducido a esta especie de muerte civil, conocida en el diccionario moderno bajo el nombre de cesantía, y ocasionada, no por la notoria incapacidad del sujeto, no por la necesidad de su reposo, no, en fin, por los delitos o faltas cometidos en el desempeño de su destino, sino por un capricho de la fortuna o más bien de los que mandan a la fortuna, por un vaivén político, por un fiat ministerial, por aquella ley, en fin, de la física que no permite a dos cuerpos ocupar simultáneamente el mismo espacio«. 130 años han pasado de la publicación de ‘Miau’ y las cesantías siguen en boca de todos, en este caso con RTVE en el ojo del huracán.
Los cesantes de RTVE
Los partidos que alentaron la llegada de la nueva dirección de RTVE desmienten purgas y explican que el PP creó una redacción paralela donde abundaban la manipulación, las relaciones incestuosas con el poder y los argumentarios de Génova. Los cesantes se lamen las heridas, protestan tras la revolución y sufren la moción de censura tras perder poder, complementos económicos y focos. Ahora caminan hacia el proyecto menor, el pasillo a la espera de destino o la visita al tribunal para conseguir un puesto fijo en la redacción por antigüedad, pero sea como fuere, es evidente que en las puertas de Génova hay demasiadas cabezas para tan escasas boinas, y María Pelayo, dircom de Pablo Casado, tendrá que hacer malabares.
En 2004, tras la llegada de Zapatero, la Telemadrid de Esperanza Aguirre digirió a los cesantes de TVE: Sánchez-Dragó, Garci, Luis Mariñas o José Luis Moreno. Ahora los rostros caídos se conformarán con asuntos menores, véase el caso de Jesús Álvarez o Sergio Martín, o se encuentran sin cadena, situación que sufren Javier Cárdenas y Álvaro Zancajo. Pero es evidente que el enfado creciente cuenta con una novedad respecto a 2004: varios periodistas han mostrado su enfado en público.
LOS ENFADOS
Jerónimo Fernández, hasta ahora al frente del ‘Telediario matinal’, explicaba que cierra «etapa en TVE. El nuevo equipo de Informativos ha prescindido de mí. Y con qué formas… Aquellos que iban de independientes han arrasado con todo y los que defendían una RTVE de todos la han convertido en suya. El Consejo de Informativos, un instrumento sindical y político, a las órdenes del PSOE y Podemos es quien manda hoy en RTVE y ha hecho la mayor purga de profesionales en la historia de esta casa».
Raquel Martínez, relevada por Oriol Nolis en el ‘Telediario fin de semana’, tampoco ha aplaudido los cambios: «Me colocan donde empecé hace 12 años: Canal 24 Horas fin de semana. Y trabajaré junto a un gran equipo de profesionales que me valoran y apoyan, todo un lujo (…) Visto lo visto, los datos importan poco«. Javier Cárdenas también ha denunciado la supuesta purga en una entrevista.
OTRA NOVEDAD
En la actualidad existe también otra novedad: desde el PP se ha alentado la creación de una agrupación, la Plataforma por una RTVE Libre, que haga el trabajo sucio contra Rosa María Mateo similar al que sufrió José Antonio Sánchez por parte del Consejo de Informativos. Este equipo, que ha denunciado «atropello y represalias» por parte de la nueva dirección, fiscalizará internamente RTVE y previsiblemente enviará dossieres a medios afines. ¿Les suena el tema? A la actual dirección seguramente también, aunque es evidente que hasta la fecha no hay motivos fundados para tanto griterío contra Rosa María Mateo, a la que los medios ni siquiera le han concedido los cien días de rigor.