De Seguros Carabobo al Nissan Moco: el nombre, y no el tamaño, sí importa

Años diseñando el producto. Millones euros en I+D. La cadena de producción lista para dar forma al producto. Campañas de publicidad en perfecto estado de revista. Llega la hora de empezar sacar partido a tanto esfuerzo y… la primera en la frente. Sobre todo porque, para muchas compañías, sus mercados son globales. Y lo que en el país de origen puede sonar fantástico, en otros puede resultar soez, gracioso e, incluso, ofensivo. O todo a la vez. El Nissan Moco es un claro ejemplo.

Cuando se lanzó al mercado, una de las tonalidades en la que se podía adquirir era la del color verde. Pero lo que rizó el rizo fue la campaña de publicidad que acompañó a su lanzamiento: “El Moco lo puedes guardar en cualquier sitio”. Se trataba de un microcoche.

El mundo del motor es uno de los campos donde estos ‘errores’ se han vislumbrado con más claridad, quizás por lo reseñado anteriormente: son marcas visibles en cualquier rincón del mundo. Uno de los casos más conocidos fue el del Mitsubishi Pajero, más pronto que tarde rebautizado con el nombre de Montero. Las mentes brillantes de la compañía pensaron, para el mercado hispano, ponerle el nombre de un felino sudamericano (leopardus pajeros), popularmente conocido como gato pajero o de los pajonales. Las mentes sucias pronto lo relacionaron con otro significado.

Borrego, Reventón, Marica, Jetta o Laputa también han dado nombre a otros modelos de automóviles

También el del Mazda Laputa dio lugar a ríos de tinta. Los japoneses no entendían el por qué de la hilaridad que suponía para el mercado hispanohablante hasta que se lo explicaron. Lo curioso es que, en este caso también, la campaña de publicidad no hizo sino acrecentar su ‘popularidad’: “Laputa: su mejor compañía en viajes largos”, o “Laputa: posee un cuerpo diseñado para resistir impactos frontales”.

¿Más madera? El Ford Pinto (en portugués significa pene), el Opel Manta (sin comentarios), o el Volkswagen Jetta, el Ford Corrida, el Lancia Marica, el Kia Borrego, el Lamborghini Reventón o el Opel Ascona (vagina en portugués).

NISSAN Y OTROS DESCALABROS

Nissan, Mazda y Opel no son una aguja en un pajar. Dar con el nombre adecuado, que no ‘ofenda’ o no sea el hazmerreír, requiere de meses de trabajo rebuscando en registros de varios de países. Y, aun así, nadie está exento de meter la pata.

Seat tampoco ha sido ajeno a la polémica. En su caso, el modelo fue el Málaga. ¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? Pues que, en Grecia, su sonido se asemejaba bastante al de Malaka, cuyo significado es el mismo que Pajero para los españoles. Acabó cambiándolo la compañía por Gredos. Fiat tuvo que cambiar el Uno en Finlandia porque allí significa idiota, y el Regatta en Suecia, ya que es el nombre con el que se identifica a una esposa infiel.

Pero no sólo las marcas automovilísticas han ‘sufrido en sus carnes’ la cuchufleta por tamaño desatino. Nadie está exento, aunque sea un negocio local. Desde hace más de 50 años, Seguros Carabobo ofrece sus servicios en Venezuela. En todo este tiempo, seguro que a algún cliente se le ha puesto la cara de esa guinda cuando le han dicho el precio de la prima. ¿O no?

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Embutidos Morte, por su parte, es una empresa todavía más antigua que Seguros Carabobo, ya que lleva 75 años en el mercado. “Tres generaciones dedicadas a la elaboración de las mejores especialidades catalanas, españolas e internacionales”, dice en su web esta empresa radicada en Cerdanyola del Vallés. Usando el chiste fácil, sus productos de charcutería están ‘de muerte’. En su descargo, se trata del apellido del fundador.

El nombre, para una marca, acaba siendo parte del éxito o del fracaso. Faunia no fue nada en Madrid hasta que cambió su anterior nombre: Parque Biológico de Madrid. O Nike, cuya primera denominación fue la de Blue Ribbon Sports. Corto, preciso y al pie, que diría un experto en el mundo del fútbol. Así debe ser una marca. El origen de Viagra fueron las cataratas del Niágara. ¿Por qué? Por la fuerza y la potencia que definen a este fenómeno de la naturaleza.

“Un buen nombre ostenta mayor valor que la más grande las riquezas”. La frase no es de ningún gran gurú del mundo de las marcas, sino que corresponde al más ilustre autor de las letras en español, Miguel de Cervantes, y la escribió en el Quijote. Si algún encargado de poner nombre a los coches la hubiera leído, por ejemplo, quizás se lo hubiera pensado mejor.