El espejismo de PharmaMar se rompe: la cura al covid-19 es cosa de EEUU y China

La triste realidad es que las pandemias, como la actual, vuelve las cosas mucho más mundanas. La imágenes, necesarias, son desagradables; y la muerte y el dolor lo impregna todo. Incluso, la batalla por la dominación económica y social se ha tornado tan triste como gris. Lo que en su día fue una deslumbrante carrera espacial entre Estados Unidos y la URSS, ahora apenas es una contrarreloj sin apenas brillo ni imágenes esperanzadores entre EEUU y China. Entre medias de ambos titanes se han quedado pillados muchos pequeños inversores que en su día creyeron las (sospechosas) ínfulas del equipo directivo de PharmaMar.

Recientemente, CanSino Biologics, una firma china, ha dado un paso adelante importante en el desarrollo de su vacuna, CanSino covid-19, al recibir aprobación para iniciar Fase II. En ella, deberá probar si la vacuna provoca una respuesta inmune satisfactoria para lo que ya ha reclutado a 500 voluntarios en Wuhan. Además, no está sola, tiene como respaldo a las unidades especiales del Ejército chino en dicha materia. Gilead, una de las farmacéuticas más grandes de EEUU, informó el pasado jueves que los resultados en pacientes de su redemsivir son positivos. De hecho, se congratula de que la mayoría de los enfermos tratados han sido dados de alta en una semana.

Mientras la ciencia avanza a un ritmo vertiginoso, PharmaMar no ha logrado siquiera una respuesta afirmativa de las autoridades. La razón está en que su compuesto milagroso, la aplidina, ha resultado tóxico (en grandes cantidades) para las autoridades europeas hasta en dos ocasiones. Aun así, al presidente de la compañía, José María Fernández Sousa-Faro, todavía se le puede ver correteando por televisiones y redes sociales con la intención de atraer al valor a pequeños inversores con ansias de enriquecerse rápidamente. Aunque ahora, a medida que pasa el tiempo, mantener un relato convincente y creíble es cada vez más difícil.

UNA CARRERA POR LA DOMINACIÓN DEL MUNDO

El problema actual de PharmaMar se ajusta a las palabras que en su día pronunció Abraham Lincoln sobre que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. A medida que han pasado las semanas ha ido quedando constancia de la diferencia entre aquellos que de verdad tenían algo, o la capacidad de conseguirlo, y los que no. El tiempo es un juez que pone a cada uno en su sitio, se suele decir.

La firma española y sus inversores están en mitad de una guerra de dominación política mundial. El hecho de ser capaz de producir una vacuna eficaz contra el Sars-Cov-2 es una puerta al estrellato para investigadores y empresas, pero lo es todavía más para el gobierno en cuestión. Si la cura finalmente es made in China, como podría ser, el desarrollo se presentará como un triunfo tanto de la ciencia como del sistema chino. Lo mismo ocurre para Estados Unidos. En definitiva, la contrarreloj por la vacuna entre ambos gigantes es una nueva carrera espacial o nuclear, pero con la atenuante de ser el salvador del mundo.

Pese a tan honorables cometidos, existe otro factor, más macabro y oscuro, a favor de la politización de la cura. Para entenderle, hay que partir de la premisa de que la producción de vacunas será limitada. Y lo será, porque aunque los Estados y las empresas ya trabajan para agregar capacidad, existe un límite real al no conocer que enfoque (existen distintos tipos) funcionará mejor. Todo ello, lleva a que las dosis serán limitadas por un tiempo y los responsables en cuestión serán los que decidan entre surtir primero a su población o hacer repartición. En definitiva, tener la vacuna dará un poder inmenso sobre el resto.

PHARMAMAR, UN PEQUEÑO GRANO DE ARENA

El componente político, con las elecciones estadounidenses a la vuelta de la esquina, ha adquirido una dimensión tan enorme que eclipsa cualquier otro intento. Así, por ejemplo el Gobierno de EEUU inyectó recientemente más de 430 millones de euros en Moderna Therapeutics, otra de las favoritas para obtener la cura en los próximos meses. Incluso, los grandes laboratorios del país han empezado a trabajar juntos, algo altamente inusual, como es el caso de Sanofi y GlaxoSmithKline (GSK) para avanzar más rápidamente hacía una solución.

Entre medias de toda esta vorágine que involucra las empresas más grandes, Gilead, por ejemplo, es cinco veces el tamaño de Telefónica, los Gobiernos más poderosos y las mentes más brillantes del sector están situadas las ínfulas de Pharma Mar. Una posición difícilmente sostenible. «PharmaMar es un grano de arena en una playa inmensa», señala Juan Martínez García, cofundador de Ilana Capital y exGoldman Sachs. Una similitud que se entiende al comparar cifras, por ejemplo, los 4,5 millones que habría recibido la firma del Gobierno español (dentro de una inversión de 30 millones más amplia) frente, solo, a la última inyección de Trump que superan los 430 millones. «No hay comparación posible», concluye Martínez.

Además, más allá de la publicidad y el marketing, que incluye los correteos televisivos del presidente como la entrevista del pasado viernes con Jesús Calleja, no se atisba un gran movimiento inversor. De hecho, Pharma Mar está en medio de un proceso de recompras de acciones por un coste de 30 millones de euros. Un movimiento que no se entiende por varias razones: por un lado, porque es anómalo en un sector ávido de capital. Pero, en especial, porque sería razonable que dicho dinero debería se emplease en mejorar y acelerar la investigación de un producto tan potente, como se asevera que se tiene. A no ser claro, que ni en la empresa se lo estén creyendo.

SIN POSIBILIDAD REAL DE COMERCIALIZARLO

Pese a todo lo anterior, los problemas para el accionista de PharmaMar no es solo que se haya quedado en el pelotón de cola (si alguna vez realmente estuvo en ella), sino que tampoco hay probabilidades reales de rentabilizarlo. ¿La razón? Las empresas que están trabajando en ello ya han empezado a entonar el «sin ánimo de lucro». El sector ha entendido que tras años de choques, por temas económicos como fue el caso de la hepatitis, éste punto puede ser el que levante su popularidad y con el que se reconcilie con la sociedad.

«El sector está realizando una de las grandes campañas de marketing de nuestro tiempo», señala Armando Cuesta Díaz, cofundador de Ilana Capital, médico y exIBM entre otros muchos méritos. En ese contexto, se entiende perfectamente que todas las empresas farmacéuticas que están trabajando en una vacuna leguen al mundo gratis, o al menos en términos muy favorables, la patente de la misma. También «porque pueden dado su enorme tamaño» matiza Cuesta, lo que abre todavía más dudas (por si alguien tenía alguna certeza) a la aventura de Pharma Mar.

En definitiva, la compañía española ya no solo se enfrenta a las mayores empresas del mundo lideradas por las mentes más brillantes, sino que lo hace contra Gobiernos omnipotentes. A lo que se suma, la imposibilidad de sacarle rédito económico real a gran escala, porque el sector parece haber pactado que no se hará negocio con ello. Aunque en realidad a eso a quién la importa. Los inversores siguen creyendo, Sousa sigue en la televisión y el ministro de Ciencia, Pedro Duque, explica que la cura puede surgir en España, ¡qué gran país!

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2