La fiebre por el deporte y la vida sana ha traído consigo una explosión en el mercado de la ropa técnica, prendas diseñadas para optimizar nuestro rendimiento y comodidad mientras sudamos la camiseta. Esta tendencia, sin embargo, viene acompañada de advertencias sanitarias, y la OMS ha puesto el foco recientemente en componentes potencialmente dañinos presentes en estas prendas, sustancias que absorbemos sin apenas percatarnos y cuyos efectos a largo plazo aún se están investigando a fondo en todo el mundo. Es una realidad incómoda que se esconde entre las fibras de nuestras mallas y camisetas favoritas, un acompañante silencioso en nuestra búsqueda de bienestar físico.
Hablamos de enemigos invisibles como las nanopartículas de plata, incorporadas por sus supuestas propiedades antibacterianas, y los compuestos perfluorados o PFAS, utilizados para repeler el agua y las manchas. Lo que se vende como una ventaja tecnológica puede convertirse en una fuente de exposición a químicos potencialmente tóxicos, un peaje oculto que pagamos por esa sensación de ir siempre secos y sin malos olores. La cuestión es si somos conscientes de esta exposición y, sobre todo, si estamos tomando las medidas adecuadas para minimizarla, porque la salud, como bien sabemos, empieza por la prevención y la información veraz.
LOS SECRETOS QUÍMICOS DE TU MALLA DE CORRER

Las marcas deportivas, en su afán por ofrecer productos cada vez más sofisticados, recurren a la química para dotar a sus prendas de cualidades casi mágicas. Las nanopartículas de plata, por ejemplo, se han popularizado enormemente por su capacidad para inhibir el crecimiento de bacterias, prometiendo mantener a raya los malos olores durante más tiempo, incluso después de sesiones intensas de ejercicio físico continuado. Esta característica resulta especialmente atractiva para prendas que están en contacto directo con el sudor, como camisetas interiores, calcetines o mallas, vendiéndose como un plus de higiene y confort.
Por otro lado, los PFAS, una familia muy amplia de compuestos sintéticos, son los responsables de que el agua resbale por la superficie de nuestras chaquetas de montaña o pantalones de trekking. Su gran eficacia como repelentes de líquidos y suciedad los ha convertido en un estándar en la ropa destinada a actividades al aire libre, lo que las hace ideales para condiciones meteorológicas adversas o entornos donde la limpieza es complicada, asegurando protección y durabilidad. Sin embargo, la funcionalidad tiene un precio que no siempre figura en la etiqueta de venta al público.
NANOPARTÍCULAS DE PLATA: BRILLO PELIGROSO EN TU PIEL

La preocupación por las nanopartículas de plata no es baladí, ya que su diminuto tamaño les permite interactuar con nuestro cuerpo de formas que aún no comprendemos del todo bien. Estudios preliminares sugieren que estas partículas pueden liberarse de la ropa con el sudor y el roce, pudiendo ser absorbidas a través de la piel o incluso inhaladas si se desprenden en forma de aerosol, planteando interrogantes sobre su acumulación en el organismo y sus posibles efectos tóxicos a nivel celular o sistémico. La propia OMS ha señalado la importancia de investigar más a fondo los efectos a largo plazo de la exposición dérmica a nanomateriales.
Además del potencial impacto directo sobre la salud humana, existe una creciente inquietud por las consecuencias medioambientales del uso masivo de nanopartículas de plata en textiles. Al lavar estas prendas, las partículas se liberan en las aguas residuales, contribuyendo a la contaminación de ecosistemas acuáticos y afectando potencialmente a la vida microbiana esencial, además de la preocupación sobre si pueden fomentar la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos, un problema de salud pública global que la OMS combate activamente. La funcionalidad de hoy podría ser el problema ambiental y sanitario de mañana.
PFAS: LOS QUÍMICOS ETERNOS QUE VISTES SIN SABERLO

Los PFAS son conocidos popularmente como «químicos eternos» debido a su extrema persistencia en el medio ambiente y en los organismos vivos; simplemente, no se degradan fácilmente. La exposición a ciertos PFAS se ha relacionado científicamente con una variedad de problemas de salud, sustancias que diversos estudios vinculan a problemas hormonales, inmunitarios, efectos adversos en el desarrollo e incluso ciertos tipos de cáncer, según alertan numerosas agencias sanitarias internacionales. La presencia de estos compuestos en ropa que llevamos pegada al cuerpo durante horas es, por tanto, un motivo de seria consideración. La preocupación por los PFAS es compartida por organismos como la OMS, que monitoriza el impacto de los contaminantes persistentes en la salud global.
El ciclo de vida de la ropa tratada con PFAS agrava el problema, ya que estos compuestos pueden liberarse durante el uso, el lavado y al final de la vida útil de la prenda, cuando acaba en vertederos o incineradoras. Esto significa que no solo estamos expuestos directamente, sino que también contribuimos a la contaminación generalizada del planeta, acumulándose en el medio ambiente, el agua potable, los alimentos y en los seres vivos a lo largo de la cadena trófica, un legado tóxico difícil de eliminar. La ubicuidad de estos químicos es un desafío que requiere acción a nivel individual y colectivo, tal y como remarcan entidades como la OMS.
EL PRIMER LAVADO: UN GESTO SENCILLO CON GRANDES BENEFICIOS

Ante este panorama, una de las recomendaciones más sencillas y efectivas es lavar siempre la ropa deportiva nueva antes de estrenarla. Aunque pueda parecer una medida trivial, este primer lavado ayuda a, eliminando una parte significativa de los químicos residuales del proceso de fabricación y acabado antes del primer contacto directo y prolongado con la piel, reduciendo así la exposición inicial a sustancias potencialmente irritantes o nocivas. Aunque no es una solución definitiva, es una recomendación básica de precaución que incluso la OMS apoyaría como medida de higiene elemental y preventiva.
Para que este lavado sea lo más efectivo y seguro posible, se aconseja seguir las instrucciones de la etiqueta, utilizando preferiblemente agua fría o tibia y un detergente suave y respetuoso con el medio ambiente. Es importante realizar este primer lavado por separado o con prendas de colores similares, evitando así dañar las fibras técnicas y minimizando la liberación innecesaria de microplásticos y químicos al agua, un pequeño gesto que suma en la protección personal y del entorno. La prudencia nunca está de más cuando se trata de lo que ponemos sobre nuestra piel, un órgano permeable y sensible. La OMS constantemente recuerda la importancia de reducir la carga química a la que nos exponemos.
LA ETIQUETA NO MIENTE: BUSCANDO CERTIFICACIONES DE CONFIANZA

Más allá del primer lavado, la elección consciente a la hora de comprar es fundamental para protegernos y presionar a la industria hacia prácticas más seguras y sostenibles. Buscar prendas con certificaciones ecológicas reconocidas, como Oeko-Tex Standard 100, GOTS (Global Organic Textile Standard) o Bluesign, puede ofrecernos una mayor garantía, ya que estos sellos aseguran que las prendas cumplen ciertos estándares de seguridad química, limitando o prohibiendo el uso de sustancias peligrosas, incluidos muchos PFAS y tratamientos con nanopartículas problemáticos. La elección informada, algo que la OMS promueve en todos los ámbitos de la salud pública, es clave también en nuestra vestimenta deportiva diaria.
No obstante, es crucial no dejarse llevar únicamente por el marketing verde y verificar qué cubre exactamente cada certificación. Ser un consumidor informado implica mirar más allá de las promesas publicitarias, investigando un poco sobre las políticas de sostenibilidad y transparencia de las marcas que consumimos habitualmente o que pensamos adquirir, priorizando aquellas que demuestran un compromiso real con la eliminación de químicos tóxicos en toda su cadena de producción. La visión de la OMS sobre un futuro más saludable y sostenible pasa también por un consumo más consciente y responsable con nuestro cuerpo y con nuestro entorno global. La presión del consumidor informado es, a menudo, el motor más potente para el cambio real en la industria textil y otras. La OMS confía en la educación del consumidor.