Cada noche, mientras cerramos los ojos y dejamos que el cuerpo se rinda al descanso, algo más sucede sin que lo notemos. Respiramos. Y con cada inhalación, podríamos estar absorbiendo partículas invisibles que no provienen de fábricas o coches: nacen en nuestra propia cama. Las sábanas, fundas de almohadas y mantas fabricadas con tejidos sintéticos liberan microplásticos que flotan en el aire, y los inhalamos sin saber que pueden afectar a nuestra salud.
Lejos de ser una anécdota doméstica sin importancia, se trata de un fenómeno silencioso que, poco a poco, está preocupando a científicos y profesionales de la salud. Porque aunque sean minúsculos, estos fragmentos plásticos no desaparecen: se acumulan en nuestros pulmones. En este artículo te contaremos por qué deberías preocuparte por las cubiertas de cama.
Dormir entre microplásticos: el enemigo que no ves

Cuando hablamos de contaminación por plásticos, casi siempre imaginamos playas repletas de residuos, mares invadidos de botellas flotantes o peces con estómagos llenos de envoltorios. Pero la realidad, como tantas veces, también se esconde entre las paredes de nuestras casas. Y, más precisamente, en nuestro dormitorio.
La ONU define los microplásticos como partículas sólidas, insolubles en agua, menores a cinco milímetros. Pueden ser primarios, como los usados en cosméticos, o secundarios, resultado del desgaste de materiales más grandes, como la ropa sintética. En este último grupo entran las sábanas, cortinas, mantas o incluso los sofás, todos confeccionados con fibras como poliéster, nylon o acrílico.
Carlos Baeza, neumólogo del Hospital General Universitario de Elche, explica que estos tejidos se desgastan no solo con los lavados, sino también por el simple uso diario. Cada noche, al rozar la tela, se liberan microfibras que flotan en el aire y que, sin darnos cuenta, respiramos profundamente mientras dormimos. Una amenaza invisible, constante y, en apariencia, inofensiva.
“Cuando entra la luz por una ventana y vemos pequeñas partículas flotando en el aire, muchas de ellas son fibras plásticas”, ilustra el experto. Y lo más inquietante: según estudios realizados por el propio hospital, en colaboración con universidades como la Politécnica de Cartagena y la Autónoma de Madrid, una de las fibras más encontradas en los pulmones humanos es la viscosa. ¿La razón? Su uso extendido en textiles para el hogar.
De la lavadora al cuerpo: cómo entran los plásticos a tu organismo

Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, cerca del 8 % de los microplásticos que llegan a los océanos en Europa provienen de tejidos sintéticos. A nivel global, se estima que entre 200.000 y 500.000 toneladas de estas partículas terminan en el agua cada año. Pero el recorrido de los microplásticos no siempre pasa por el mar. También se cuelan en el aire que respiramos, en la comida que ingerimos y en los objetos que tocamos a diario.
Estudios recientes han detectado microplásticos en la sal de mesa, en pescados y mariscos, en el agua potable e incluso en tejidos humanos y sangre. Pero más allá de lo que comemos, la vía respiratoria ha ganado protagonismo como uno de los canales de entrada más importantes.
Respirar aire contaminado con microplásticos no es una hipótesis: es una realidad confirmada por análisis científicos. El polvo del hogar, por ejemplo, contiene partículas plásticas. Y de cada 20 kilos de polvo acumulado en una casa, se estima que 6 son microplásticos. Dormir entre estos materiales no es solo una cuestión de comodidad o estilo. Es una elección que puede tener consecuencias directas sobre nuestra salud.
¿Qué le hacen los microplásticos a tu salud?

La pregunta es inevitable. ¿Qué ocurre cuando estos microplásticos entran en el cuerpo? ¿Son solo residuos inertes o representan una amenaza real?
Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), advierte que estas partículas actúan como portadoras de sustancias químicas tóxicas. Y aunque sus efectos no sean inmediatos, la exposición diaria y sostenida puede generar lo que se conoce como toxicidad crónica.
“Muchos de los compuestos presentes en los microplásticos son disruptores endocrinos. Esto significa que pueden alterar el equilibrio hormonal del cuerpo, provocando desde obesidad hasta problemas de fertilidad”, señala la experta. Pero no solo eso: algunas de estas sustancias tienen propiedades neurotóxicas y otras están clasificadas como cancerígenas.
Por su parte, Carlos Baeza asegura que los pacientes con mayores concentraciones de microplásticos en sus pulmones presentan inflamación, nódulos, y una función respiratoria deteriorada. También ha observado un crecimiento mayor de gérmenes patógenos en estos individuos, lo que incrementa la posibilidad de infecciones respiratorias.
Cómo proteger tu salud desde la cama

La buena noticia es que, aunque no podemos eliminar por completo los microplásticos de nuestras vidas, sí podemos reducir significativamente nuestra exposición. Y el primer paso comienza en casa, más precisamente en la cama.
Elegir ropa de cama confeccionada con materiales naturales como algodón orgánico, lino, cáñamo o bambú no solo es una decisión estética o ecológica: también es una inversión en salud. Estas fibras no desprenden microplásticos, son biodegradables y su vida útil es más sostenible.
Revisar las etiquetas de los productos textiles es fundamental. Certificaciones como GOTS (Global Organic Textile Standard) aseguran que el algodón fue cultivado y procesado bajo criterios ambientales rigurosos. Evitar prendas mezcladas con poliéster u otras fibras sintéticas también es una manera efectiva de disminuir la contaminación doméstica.
Además, mantener la higiene del hogar es clave. Baeza recomienda ventilar bien las habitaciones, usar aspiradoras con filtros HEPA y, si es posible, incorporar purificadores de aire en espacios cerrados. La limpieza regular del polvo también contribuye a reducir la cantidad de microfibras en suspensión.
Pequeños cambios que marcan la diferencia

Cada gesto importa. Y en este caso, más aún. Porque si bien el problema de los microplásticos es global y complejo, hay mucho que podemos hacer desde lo cotidiano para proteger nuestra salud.
Una lavadora que se pone en marcha sin filtro adecuado puede liberar millones de fibras plásticas en cada ciclo. Incorporar un filtro especializado o utilizar bolsas para lavado que retienen estas partículas es una medida concreta y efectiva. Lo mismo sucede con la elección de ropa: optar por prendas duraderas, de tejidos naturales y que no requieran lavados constantes puede marcar la diferencia.
La salud comienza en casa. Y aunque el problema parezca lejano o abstracto, se manifiesta en los lugares más íntimos: en la almohada que usamos cada noche, en la manta que nos abriga y en el colchón que nos sostiene.