Elecciones 21-D: la vieja política encalla en el arrecife catalán

Un desastre. Serán muchos los análisis que se hagan en los próximos días de los resultados de las elecciones catalanas, pero la conclusión obvia es que se trata de un desastre, en todos los sentidos. Incluso para quienes pueden sentirse ganadores en el bando constitucionalista; es decir, Ciudadanos, porque su aplastante victoria no sirve para conseguir el objetivo primordial de detener al soberanismo y superarlo en votos y en escaños.

Se ha conseguido lo primero, pero no lo segundo. Es más, habiendo perdido votos, sin embargo han conseguido más escaños. Paradojas de una ley electoral catalana que obviamente tiene muchas carencias. Un desastre, insisto, porque seguimos donde estábamos, con un independentismo crecido que seguramente no volverá por donde andaba  sabedor de las consecuencias que eso tiene, pero que sin duda va a condicionar la política española de los próximos meses y años.

De las dos sorpresas de la noche -la victoria indiscutible de Ciudadanos por un lado, y la reforzada mayoría absoluta del soberanismo, por otro- cabe sacar una primera conclusión que debe hacernos reflexionar en serio: la vieja política, la política tradicional, la de los grandes partidos que hasta hace cuatro días se repartían el tablero de juego, ha encallado en estas elecciones y, probablemente, se hunda irremediablemente en el abismo de su propia irrelevancia.

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Ni el PP ni el PSOE pintan ya nada. Los nuevos votantes les dan la espalda. O votan a Ciudadanos, o votan al independentismo. Cualquier cosa con tal de rechazar lo de siempre. Iceta se las prometió muy felices durante la campaña. Ya se veía ocupando el despacho del Molt Honorable en virtud de un juego  extraño de alianzas que sólo él parecía ser capaz de hilvanar. Pero no, el votante socialista ha huido detrás de una joven promesa ciudadana.

Y lo mismo ha ocurrido con el electorado de un PP que se ha convertido en un partido irrelevante en Cataluña. Y después de lo de ayer, puede acabar siéndolo también en España. Al PP le separan 900.000 votos de Ciudadanos en aquella comunidad… Una inmensidad. Un imposible. Pero, ¿cómo no iba a ser así? Cada vez que Rajoy pisaba Cataluña, el PP perdía 100.000 votos. Quince días más de campaña, y se queda fuera del Parlament. Y siguen sin entender lo que les pasa.