El Club del Odio

No hay luz. Ese brillo que suele acompañar a la elección de un nuevo gobierno se busca pero no se encuentra. Una oscuridad grana la sustituye. Con el pretexto de una decisión judicial discutida incluso judicialmente y en cualquier caso recurrible se ha reunido el Club del Odio, seguramente desde hace muchas lunas y en la oscuridad que hoy nos trae, para derrocar a un Gobierno atenazado por escándalos muchas veces exagerados por los medios hostiles y un exiguo apoyo parlamentario.

No ha sido ajeno a esta emboscada la irresponsable actividad y actuación de Ciudadanos. Albert Rivera, ebrio de encuestas y de adulación de medios, empresarios grandes y expolíticos sin sitio, ha jugado unas bazas muy poco limpias, a veces muy insultantes y sobre todo muy desacertadas. Ha abonado el terreno a Pedro Sánchez, le ha hecho de amanuense. Sin saberlo, y eso es lo que más le desacredita. Un político debe de ser consciente de las consecuencias de sus actos. Calentar la escena para que el aria la cante el suplente es del género bobo.

El PNV ha tenido un protagonismo a la altura de su inmoralidad. Es el partido que recogía las nueces que les dejaban las balas de ETA. Soy partidario de hablar con todas las fuerzas políticas parlamentarias pero fiarse del nacionalismo vasco es de una ingenuidad fatídica. Siempre van a tirar al monte. Nunca han querido entenderse honrada y sinceramente con nosotros. Solo quieren sangrar al PP. Y a España. Siempre les resulta fácil aliarse con los enemigos del PP. Y de España. Quizás podemos intuir algún tejemaneje de Ángela Merkel en su cambio de posición. Casaría con la actitud del gobierno de Merkel tan poco clara en la crisis separatista. Si esta sospecha se confirmara sería de una gravedad máxima. No digo sin precedentes porque la imperial Merkel lo ha hecho antes y casi a la luz del día. Aquí habría utilizado las tinieblas porque como alemana teme al orgullo español.

Coalición Canaria tuvo una primera intervención muy lúcida. En la segunda, cuando estaba claro que ganaba el socialista se acongojó y seguramente después de una llamada de sus jefes, cambió de posición. Mueve a la risa en cualquier caso que Coalición Canaria se rasgue las vestiduras con los temas de corrupción. De verdad. Los que conocen bien las maravillosas islas atlánticas dicen que esa formación se parece algo a Unión Mallorquina.

Sánchez debió ponerse en la tarea desde que se le reeligió. Las conversaciones han debido ser a puerta cerrada y con poca luz. Incluso con poco aire. Seguramente se pactó hasta la escenificación de que no existían contrapartidas y que todos votaban al candidato del PSOE porque no les quedaba más remedio para echar a Rajoy. Qué patraña. Cualquiera que acabe de empezar primero de primaria en la política sabe que las cosas no suceden así. Nunca. A lo largo de los próximos meses se deshará el ovillo de esos pactos oscuros y veremos qué almoneda montó Sánchez para conseguir su destino.

El PP genera un odio injusto. Siempre alimentado por medios que dicen cosas de nosotros que los otros pocos medios que nos defienden y mantienen nuestra filosofía jamás dirían de nuestros contrincantes.  La izquierda cree que los vicios si son, dañan o habilitan contra el centroderecha se transforman en virtudes. Es el resultado egoísta del uso alternativo de la moral.

Soportamos como natural una dialéctica violenta contra el centroderecha que de ninguna manera es natural. Demasiadas veces admitimos lo inadmisible. No somos lo suficientemente beligerantes contra las mentiras que nos escupen y damos sensación de debilidad ante este maltrato. Y lo peor de todo… a veces suma puntos en nuestras filas defender de manera cobarde a nuestros contrarios y sus posturas destructivas y criticar a los que mantienen nuestros valores porque da un barniz de “centrismo progresista” que genera una mejora de posición. El centrismo es la moderación, no la rendición. Los que no lo entienden suelen tener pocas lecturas o una patológica falta de vergüenza. O las dos cosas. Muchas veces actuamos en conjunto  aldeanamente.

Todo el mundo cree que Sánchez agotará los dos años que quedan de legislatura. Yo no estoy tan seguro. Creo que ha conseguido dar un gran zarpazo a la cuenta de votantes de Podemos y ha roto el paso a los chicos de Ciudadanos. Pienso que la marcha tan traumática de Rajoy y la responsabilidad que en su asfixia política ha tenido Rivera hace que muchos potenciales votantes de ese neopartido vuelvan a su querencia popular. Puede que sea cierto que no haya mal que por bien no venga, la llegada de Pedro Sánchez ha reforzado una dinámica de retorno a la sensatez bipartidista. Si estas humildes intuiciones se confirman en los próximos meses y se ven encuestas distintas, Sánchez convocará dentro de entre seis y nueve meses para conseguir un Parlamento que le resulte algo más cómodo. Dos años tan en precario puede destruir la generosidad que el elector siente hacia el recién llegado. Y no quiere eso. Estará bizco con un ojo en el BOE y otro en el CIS. Y decidirá.