
En un panorama donde muchas voces empresariales minimizan el coste fiscal como una situación inevitable, llama la atención que Juan Roig, presidente de Mercadona, defiende su idea de que “pagar impuestos es una cosa muy buena y muy sana”. Sus palabras no solo tienen como objetivo revalorizar el deber ciudadano de contribuir al Estado, sino también incitar a una reflexión sobre el papel que ocupa el empresario en la sociedad. A través de sus declaraciones, Roig pone el foco en la responsabilidad fiscal como un aspecto esencial de la legitimidad social del empresario, y no como una imposición resentida.
DISCURSO Y MENSAJE SIMBÓLICO

Durante su intervención, Roig lanzó una invitación directa al colectivo empresarial: “Tenemos que salir del armario”, instando a que los empresarios hablen, se hagan visibles y aboguen por su papel en la sociedad. Esa llamada puede parecer retórica, pero encierra un mensaje simbólico poderoso: el empresario no debe esconderse ni sentirse culpable, también debe asumir con dignidad su rol como motor económico.
La idea de que “todos tenemos que pagar impuestos, es una cosa muy buena y sana, y hay que estar muy orgullosos” pretende cambiar la narrativa habitual: de la renuncia fiscal a una afirmación ética, en la visión de Roig, pagar impuestos no es solo un deber legal, sino una muestra de compromiso como el bien común. Al mismo tiempo, Roig matiza y equilibra, repetir que el problema no es pagar mucho, el problema es cómo se gestiona, introduce una crítica implícita hacia la gestión pública.
No rechaza el tributo, sino la ineficacia, el despilfarro o la mala administración que a menudo alimentan el descontento. Además, Roig insiste en que el empresario debe “creérselo”: “es un orgullo ser empresario porque somos los que movemos el mundo ”. Aquí se subyace una indiscutible reivindicación moral: producir, emplear, generar riqueza no solo es legítimo, sino socialmente necesario.
EL DISCURSO DE ROIG

Lo que realiza Roig no es solo lanzar frases enérgicas y contundentes: es construir legitimidad para el empresario como actor social. Al reivindicar ese orgullo y clamar visibilidad para el sector, ofrece una narrativa alternativa a la demonización que suele venir atada a las grandes corporaciones. Frases como “la misión del empresario es ver cosas que los demás no ven” refuerzan una visión de quien emprende como visionario, como el creador, no simplemente como un gestor económico.
En este sentido, el discurso busca transformar la identidad empresarial, alejándola del estereotipo especulador, asocial, para acercarla al agente de progreso. El gran empresario es el que se siente responsable y es capaz de elegir entre las consecuencias positivas o negativas que provoca. Al hablar de los “cinco pilares” en el desarrollo del negocio (trabajador, cliente, proveedor, capital, comunidad, sociedad).
Roig, por primera vez en mucho tiempo, propone una visión holística del negocio. “Si no satisface a los cinco de esta u otra manera no funciona la empresa”, no es un lema vacío, sino un reto práctico: el empresario debe equilibrar tantas dimensiones en sus decisiones para ser legítimo y sostenible.






