Castigo a los autónomos, fusiones en las ‘telecos’ y otra burbuja hipotecaria

Si la semana pasada comentábamos el impacto que tendría la nueva reforma laboral en las pequeñas y medianas empresas españolas (pymes), hoy toca comenzar destacando el plan del Gobierno para disparar las cotizaciones sociales que pagan los autónomos, con un sistema que va a duplicar, e incluso triplicar, las cuotas que abonan estos trabajadores por cuenta propia.

La propuesta ha estado un un cajón durante los últimos meses y ahora, con la llegada de 2022, el ministro de Inclusión y Seguridad Social, José Luis Escrivá, la reactiva presentándola a las asociaciones que representan los intereses de los autónomos, después de filtrarlo a los medios del Grupo Prisa.

La principal novedad de este sistema es que obliga al trabajador a cotizar por los ingresos reales, sin permitirle elegir la base como en el modelo actual, al mismo tiempo que se incrementan los importes establecidos por la normativa. Es decir, que se eleva este impuesto al empleo autónomo y, además, se obliga a pagar no en función de los rendimientos netos, sino de la facturación. La propuesta del Ministerio de Seguridad Social deja en el aire si los autónomos podrán deducirse gastos para el cálculo de la cuota y sólo habla de «ingresos reales».

La reforma se realizará durante los próximos nueve años y será acompañada por un nuevo plan de lucha contra el fraude, porque el Gobierno es consciente de que se va a producir un notable incremento de la facturación «en b«. Es lo que sucede cuando se crean incentivos para reducir los ingresos que se declaran al Fisco y a la Seguridad Social, con sistemas impositivos que persiguen al que crea empleo en lugar de ayudarle a emprender y contratar trabajadores.

Con el sistema actual de cotización los autónomos españoles estaban entre los más castigados de Europa así que llueve sobre mojado. Realizar este tipo de reformas en un país con la tasa de paro más elevada de los países desarrollados es una temeridad, y el ministro Escrivá es consciente de ello. Claro que su trabajo lo realiza poniendo por delante unos intereses que nada tienen que ver con el futuro de la economía española y sí con el suyo propio. No les extrañe verlo sentado en el sillón de algún organismo supranacional cuando los votantes o los tecnócratas de Bruselas den por amortizado a Pedro Sánchez.

En el ámbito empresarial, los sectores de la energía y de las telecomunicaciones siguen siendo los grandes protagonistas, junto con el financiero. Mientras el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez-Galán, se prepara para sentarse en el banquillo esta misma semana para declarar como imputado en una de las piezas del “Caso Villarejo” –bajo la atenta mirada de BlackRock y el resto de accionistas– en el mundo de las telecos se avecinan operaciones corporativas.

Suenan tambores de fusión, con Vodafone como protagonista, empresa que en España no ha terminado de despegar y que ha visto cómo Telefónica le comía la tostada. Las otras dos operadoras en liza son Orange y MásMóvil.

Es curioso comprobar como este sector, que debería estar de celebración por la apuesta pública y privada que se está haciendo para impulsar la digitalización (aprovechando incluso la pandemia) tenga tantas dificultades financieras que les empujen a un proceso de consolidación. Esto demuestra que cuando una gestión empresarial no es adecuada las compañías fracasan, aunque el banco central de turno les ayude a endeudarse a bajos tipos, reciban dinero de los contribuyentes para desarrollos tecnológicos o se apunten a la moda verde para incrementar o refinanciar sus pasivos.

INFLACIÓN Y BAJOS TIPOS ALIMENTAN AL LADRILLO

Todo esto sucede mientras los hogares sufren el golpe de la inflación (el BCE admite que ya no es transitoria), tanto en el consumo de alimentos básicos como en las facturas energéticas, y los bancos pisan el acelerador en la venta de hipotecas. Los préstamos para la compra de vivienda crecen más de un 25% respecto a los niveles anteriores de pandemia, confirmando la existencia de una burbuja que comienza a ser una cuestión de debate y análisis en el seno de los reguladores financieros.

El conjunto de las entidades de crédito que operan en nuestro país incrementa por primera vez el saldo vivo hipotecario desde 2011, cuando se cerró el grifo de la financiación. El pasado año por primera vez en una década, la nueva producción de hipotecas superó a las cancelaciones, y el crédito vivo incluso repuntó levemente, según los datos facilitados por el Banco de España a falta de las cifras de diciembre.

¿Por qué sucede esto? Por la combinación de incertidumbre económica, nulo interés de los ahorradores en unos depósitos que pierden valor por las tensiones inflacionarias y bajos tipos de interés, todo lo cual propicia la inversión en ladrillo. Nunca las hipotecas fueron tan baratas como ahora, ya que el interés medio en nuestro país es del 1,56% TAE, dato que incluye tanto el tipo fijo como el variable. Se trata del precio más bajo desde que el Banco de España tiene datos.

Y mientras con la mano izquierda los bancos dan hipotecas a bajos intereses (con altas valoraciones de inmuebles) con la derecha aprovechan este escenario para emitir deuda y así ir construyendo un colchón de liquidez a un coste bajo, para cuando vengan los malos tiempos en los que aflore la morosidad y se acabe la fiesta crediticia. La mitad de las entidades financieras españolas que cotizan en Bolsa ya se han puesto manos a la obra, lo cual es una prueba de que sus gestores creen que las subidas de tipos en Europa están más cerca de lo que muchos creen.

PROBLEMAS EN CHINA Y LA GUERRA OTAN-RUSIA

En el plano internacional las miradas están puestas en el impacto que tendrán las restricciones chinas para contener la nueva ola de contagios sobre los suministros globales. Los cuellos de botella en el comercio mundial explican una parte del proceso inflacionario (junto con las políticas energéticas y monetarias) y los datos son preocupantes. Sirva como ejemplo que el coste de enviar un contenedor desde el sur de China a Los Angeles se ha disparado un 40% en las últimas semanas.

El Gobierno de Pekín tiene un reto importante porque tendrá que luchar contra estos elementos mientras intenta solventar su propia crisis inmobiliaria y energética, en la cual el el conflicto de Kazajistan tiene un papel relevante, así como lo que suceda con la pelea entre la OTAN y Rusia, que en los últimos días ha puesto de manifiesto que las posturas son irreconciliables, lo cual presionará aún más al alza sobre los precios energéticos.

Y los mercados intentarán volver al verde en la sesión de este lunes tras una semana en la que el rojo ha sido el color protagonista. La constatación de que la Reserva Federal será más agresiva en su retirada de estímulos –poniendo por primera vez en años la inflación por delante del empleo en su orden de prioridades– está desinflando Wall Street, especialmente en los valores más dependientes del ciclo económico (como los tecnológicos). Todo ello mientras los índices bursátiles en Asia se resienten por el citado repunte de la incidencia del coronavirus y Europa le acompaña en las caídas.