El pasado verano, el director ejecutivo de Volkswagen, Herbert Diess, lanzaba un mensaje desconcertante por Linkedin: “Cualquier cosa menos una experiencia de carga Premium”. Al parecer, el alemán había encontrado muy pocos puntos de recarga durante sus vacaciones en el Paso del Brennero, un camino a través de los Alpes entre las fronteras de Italia y Austria, para su vehículo eléctrico. Una queja que demuestra la falta de este tipo de infraestructuras incluso cuando la responsable, Ionity, es en parte propiedad del propio Diess. También deja ver el potencial de crecimiento de las firmas del sector como la española Wallbox.
Así, que la gente esté preocupada en la actualidad por el binomio autonomía y facilidad de carga es un hecho. Además, probablemente sea la mayor preocupación de los consumidores que piensan en comprarse un coche eléctrico. De hecho, en una encuesta reciente realizada por la consultora AlixPartners en siete países que conforman el 85% de las ventas mundiales de coches eléctricos la autonomía fue la primera intranquilidad. Y la segunda fue que no hay suficientes sitios para poder recargar los vehículos. En tercer lugar aparece el precio excesivamente alto y en cuarta y quinta posición dos recelos de nuevo respecto a la carga de los vehículos.
Pero las preocupaciones van más allá de los consumidores. También parece inquietar a los productores, a las empresas y a los Gobiernos. En la actualidad, los datos oficiales hablan de cerca de un millón de puntos de conexión en todo el mundo, lo que debería ser suficiente para el número de vehículos oficiales, según los cálculos de la Comisión. Aunque la cifra esconde un desagradable secreto: una gran parte de ellos están inoperativos. Una encuesta efectuada por Volkswagen en China detectó un gran número de cargadores inoperables o bloqueados, de tal manera que solo se podían usar entre un 30 y un 40%. En España, la red es prácticamente inexistente.
UNA PRIMER SOLUCIÓN: CARGADORES PARA PARTICULARES
La comparativa entre cargadores y vehículos eléctricos quedará todavía en peor lugar a medida que el volumen de ventas despegue. Aunque no tiene porque ser así. El vehículo eléctrico cuenta con una gran ventaja frente a los de motor de combustión, ya que se pueden cargar en casa o en el lugar de trabajo. En Estados Unidos, hasta el 70% de los hogares tienen estacionamiento fuera de la vía pública donde se puede instalar un cargador. De hecho, en 2020 la carga en el hogar y el lugar de trabajo representó casi un 75% del uso total de energía de recarga en Estados Unidos, según los datos de Boston Consulting Group.
Y ¿quién instala ese tipo de cargadores? Un número limitado de empresas entre las que destaca la española Wallbox. En concreto, la firma participada por Iberdrola y la gestora de capital riesgo Seaya Ventures está especializada en diseñar, fabricar y distribuir soluciones de carga de vehículos eléctricos para el uso residencial, pero también de carácter semipúblico y público. El primer ámbito de negocio es ahora el importante, dado que la mayor demanda proviene de aquellos particulares con alto poder adquisitivo que quieren crear esas instalaciones en sus casas ayudados por las subvenciones gubernamentales. En especial, en EE.UU. donde la firma está expandiéndose, además de cotizar en el país norteamericano.
Ese primer paso, también debería ser el más rentable unitariamente, dado que el poder adquisitivo de ese público es más alto. El siguiente paso es la colocación masiva de cargadores. Un plan de negocios que sigue la misma lógica que una empresa de automoción como, por ejemplo, Tesla: primero se empieza por lo modelos más caros con un retorno mayor por unidad, para luego fabricar en masa ayudado por una mejor tecnología que reduce los costes. Wallbox confía que para 2027 pueda multiplicar sus ventas de las 100.000 actuales a 4,5 millones.
LA COLABORACIÓN PÚBLICO PRIVADA DEBERÍA HACER DESPEGAR A WALLBOX
La cifra podría parecer un desafío, y probablemente lo será, pero tampoco es algo descabellado. Al fin y al cabo, con poco más de un 8% de vehículos eléctricos en todo el mundo, como proporción del total, falta un número importante de cargadores. Y la posibilidad de suplir esa falta con cargadores privados en viviendas y trabajo es limitado por dos razones: la primera, evidentemente, es que no todo el mundo puede acceder a esa solución. En Europa y China el volumen de hogares que puedan tener una red de recarga es mucho más limitada que en EE.UU., mientras que en otros países en desarrollo las familias difícilmente podrán acceder a uno.
La segunda es la autonomía que confiere ese tipo de cargadores. Actualmente, alcanza los 400 kilómetros (km), aunque los nuevos modelos pueden extenderla a 650 km. Lo suficiente para un consumidor medio en su día a día. Para ello, las instalaciones privadas pueden dar la solución con dos cargadores “lentos” uno de 8 km de alcance por hora o el cargador de «nivel 2» que proporciona entre 16 y 32 km. Ambos son económicos y pueden usarse incluso en centros comerciales o con zonas de enchufe en la propia calle.
El problema es cuando se quiere ir más allá. La carga rápida, que generalmente agrega 100-130 km de alcance cada 20 minutos, es vital en las carreteras principales para los conductores que realizan viajes largos entre ciudades. Los vehículos comerciales que recorren distancias más largas, como los taxis, también necesitan una carga rápida, pero estos son mucho más caros (del orden de unos 90.000 euros). El problema de lo anterior es que estos últimos todavía son enormemente costosos y difíciles de rentabilizar. Ahí está una de las batallas en desarrollo de tecnología que deben tener las compañías en los próximos años. Hasta entonces, las soluciones como las que ofrece Wallbox es la única solución.
Todo ello hace que el crecimiento de puntos de recarga se vea como algo fundamental en los próximos años. La Agencia Internacional de Energía (AIE) calcula que para 2030 se necesitarán de 40 millones de puntos de recarga públicos, del que en la actualidad apenas hay un 3%. Para el 2050 esa cantidad se multiplicará por cinco. Ello, sin contar el volumen de cargadores en el ámbito privado. Finalmente, el volumen de inversión total acumulado podría rondar la friolera de 1,6 billones de euros para entonces, según la AIE. En definitiva, la firma se encuentra en el momento y en el lugar adecuado para crecer en los próximos años. Aunque no será fácil, ya que la competencia también jugará sus cartas. Pero conviene no quitarle el ojo porque podría crecer mucho y muy rápido.