La importancia de reciclar nuestra ropa usada

Es bueno comprar ropa nueva porque eso hace que se reactive la economía. Sin embargo, con estas adquisiciones se nos presenta un problema en nuestro armario. Para poder meter estas prendas, otras deben salir. Pero, ¿qué hacemos con la ropa que ya no queremos usar más?

Según cálculos, en Europa se desechan seis millones de toneladas de ropa al año. De este total, solo se recicla el 25%. De hecho, McKinsey publicaba en el año 2014 un informe donde afirmaba que los consumidores compraban en ese año un 60% más que en el 2000, sin embargo, tardaban la mitad de tiempo en desecharla.

La producción, venta y desecho de ropa tiene un gran impacto en el medio ambiente. Uno de los principales problemas es la combinación de tejidos a la hora de fabricar una prenda. Los diferentes tejidos habituales, sobre todo las fibras sintéticas, suelen estar tratados con muchos productos químicos muy contaminantes. Si fabricamos ropa de manera indiscriminada y no reciclamos la que ya tenemos, el proceso se agrava.

Para paliar todos estos problemas, y poder seguir comprando ropa para incentivar la economía, debemos reciclar nuestra ropa usada. Este simple gesto trae innumerables beneficios para el medioambiente. Principalmente, se disminuye el consumo de recursos en el proceso de producción y se reduce los costes logísticos y de mantenimiento de prendas de nueva creación. El resultado de todo esto es que se recorta el volumen de los residuos textiles y permite ahorrar en nuevas materias primas.

FASES EN EL RECICLAJE DE ROPA

Para poder reciclar todas las toneladas de ropa que desechamos en Europa a lo largo de un año, hay centenares de plantas repartidas en todo el continente. En la actualidad, los consumidores tomamos más consciencia de las consecuencias en el entorno de nuestros actos de consumo, es por eso que cada vez hay más plantas de reciclaje de ropa.

Al igual que en cualquier otro desecho, para poder reciclar la ropa y darle una segunda vida hay que seguir una serie de procesos. El primer paso que hay que dar cuando llegan los cargamentos de ropa a las plantas es clasificarlos en función del tipo de cada prenda, su material, calidad…

Una vez han sido clasificadas, hay algunas de las prendas que pueden servir para ser revendidas en mercadillos o tiendas vintage. A este proceso se le denomina reutilización. Las prendas que no se revenden, son introducidas en un trituradora gigante y pasan a ser utilizadas para crear nuevas telas, o para crear fibras no textiles. Lo único que no se puede reciclar de las prendas son cremalleras, botones u otros accesorios de pasamanerías.  

Estos procesos se siguen cuando depositamos nuestra propia ropa en lugares específicos para que les lleven a estas plantas de reciclaje. Sin embargo, también podemos tomar nosotros la iniciativa. Grandes cadenas como H&M ya ha puesto en marcha programas donde entregar ropa usada y ellos se encargan de darle una segunda vida. Y, si queremos seguir usándola, pero acercándonos a las nuevas tendencias, siempre podemos customizarla. Lo importante es contribuir a reducir el impacto medioambiental.