viernes, 13 diciembre 2024

Botín quiere frenar a las ‘bigtech’ sin perder las alianzas del Santander

Ana Botín ha puesto sobre la mesa tres propuestas para ajustar la regulación bancaria a los importantes desafíos que afronta el sector. La primera tiene que ver con la recuperación económica; la segunda, con la transición hacia las finanzas verdes; y la tercera, con la revolución digital. Así lo expresó en una entrevista con Financial Times.

Respecto a la última, la presidenta del Banco Santander propone que se eliminen las ventajas de las grandes tecnologías. A su parecer, las bigtech y otros nuevos proveedores, como las fintech, han avanzado demasiado prestando servicios financieros y, en consecuencia, la ley debería aplicarse por igual para ellos.

La directiva dio la voz de alarma sobre un tema que ha traído cola en los últimos años, pero su caso es paradójico, porque el Santander tiene bastantes alianzas con las fintech y algunos gigantes tecnológicos. Además, piensa seguir haciéndolo para convertir a su banco en un líder digital. El año pasado fue clave. En marzo compró el 100% de las acciones de Superdigital a su filial brasileña, en abril el 50,1% de la plataforma de pagos y divisas Ebury. Hace solo dos meses, hacía lo mismo con el negocio de pago para comercios de la firma alemana Wirecard.

Esto no es nuevo, ya en 2014 compró una participación mayoritaria en Getnet y en 2018 el resto de las acciones. Mientras que en 2019 firmó un acuerdo con IBM para acelerar su digitalización. La doble vara de medir de Ana Botín deja una cosa clara y es que su banco nunca pierde. No es el único, otros grandes bancos españoles como BBVA trabajan de la mano con las bigtech (en su caso con Google) aunque también exigen una regulación más estricta para ellos.

DESAFÍO DIGITAL

Durante la entrevista con el diario británico, Ana Botín profundizó en el desafío que supone la revolución digital, más si cabe después de la pandemia. Según explicó, la regulación actual favorece a las empresas tecnológicas que prestan servicios financieros, pues se están convirtiendo en plataformas de préstamos sin tener que cumplir con la mayoría de regulaciones que si acatan los bancos.

En palabras de la directiva, su papel, es “relativamente pequeño” todavía, pero está creciendo. El año pasado, el crédito de fintech y bigtech rondó los 650.000 millones de euros a nivel mundial, según datos recogidos por el Banco de Pagos Internacionales. Y la pandemia solo afianzará a los jugadores digitales.

Por este motivo se necesita “nivelar el campo de juego”, no para dar una ventaja a los bancos, sino para eliminar la ventaja que las tecnológicas han tenido durante los últimos 10 años. Según la regulación de la Unión Europea, la directiva PSD2 requiere que los bancos abran sus datos sobre pagos de manera estandarizada, en tiempo real y sin compensación monetaria, pero no existe un requisito equivalente para los datos de entidades no bancarias.

Es decir, las empresas financieras deben proporcionar un acceso fácil a los datos de pagos estandarizados a las empresas tecnológicas (si el cliente está de acuerdo) pero los datos de otros sectores no están disponibles en términos similares, lo que sitúa al sector financiero en desventaja.

En su opinión, este requisito debería aplicarse en beneficio de todos los sectores y las nuevas propuestas de la Comisión Europea “requieren una acción urgente”. Botín puntualiza que no se deben romper todas las regulaciones que se establecieron después de 2008, pero las reglas deberían evolucionar a medida que cambia el mundo, la competencia y los riesgos. “Dejemos de regular por el retrovisor”, matiza.

EL DESEMBARCO DE LAS BIGTECH

Las bigtech (Amazon, Apple, Google, Facebook y Microsoft) y otros gigantes como Samsung o Alibaba, han desembarcado con fuerza en el sector financiero en los últimos años, casi todos ofrecen servicios de pagos y envío de dinero, pero de manera individual, cada una ofrece un producto distinto y no es el mismo en todos los países.

Hay un comportamiento en común, conocer los datos de sus clientes les permite ampliar sus servicios una vez que se asientan en un mercado. Resumiendo, cuentan con bastantes ventajas competitivas y no solo por el control de los datos, también disponen de información sobre los gustos y preferencias de los consumidores.

A su vez, disponen de infraestructuras globales y esto es ahora más importante que nunca. Mientras las fintech y bigtech han nacido siendo digitales, los bancos tradicionales, por el contrario, han tenido que hacer inversiones millonarias para adaptarse a los nuevos tiempos.

Amazon fue pionera, arrancó en 2011 con una plataforma de préstamos a corto plazo para pequeños comerciantes. Actualmente, negocia con JP Morgan para estrenarse en banca de consumo. WhatsApp trabaja para tener cuanto antes su propio Bizum en España, aunque ya está disponible en algunos países. La empresa de Mark Zuckerberg tiene en marcha todo un conglomerado de servicios financieros a través de Facebook Pay. Apple también lanzó en 2019 una tarjeta de crédito de la mano de Goldman Sachs.

Google quiere lanzar su propio banco. En concreto, una cuenta bancaria y su particular sistema para enviar dinero de manera instantánea este 2021. Lo hará a través de Google Pay después de aliarse con 11 entidades, una de ellas BBVA. Mientras que la plataforma de pagos electrónicos más grande del mundo, Alipay de Alibaba, trabaja desde hace años con BBVA, CaixaBank y Sabadell. Y su intención es aliarse con el resto de entidades financieras.

VENTAJA COMPETITIVA

Un informe elaborado por el área de regulación digital de BBVA y publicado en el Boletín de Estudios Económicos de Deusto señala que las bigtech pueden alcanzar una gran escala de manera muy rápida en nuevas líneas de negocio ya que sus ecosistemas digitales cuentan con millones de usuarios activos. Además, tienen una gran capacidad de crear y controlar mercados adyacentes. Y también tienen acceso a grandes cantidades de datos y una capacidad inigualable para analizarlos.

Por eso advierten de que los servicios financieros pueden permitir a estas empresas reforzar sus ecosistemas, recopilar datos adicionales y aumentar la involucración de su base de clientes. Y la regulación puede actuar incluso como un catalizador. Ese es el caso de los marcos de ‘open banking’, que permiten a los nuevos competidores obtener acceso a los datos bancarios de los usuarios, así como iniciar pagos en su nombre.

Gran parte de las actividades de estas empresas están cubiertas por las regulaciones para hacer frente al fenómeno fintech, como las normas de pagos o dinero electrónico. Sin embargo, en otras ocasiones, como los criptoactivos, existen lagunas regulatorias. En todo caso, el principal riesgo surge cuando estas actividades se realizan a una escala mucho mayor de lo inicialmente previsto, algo no desdeñable en el caso de las bigtech. De esta forma, podrían surgir riesgos de estabilidad financiera si obtuvieran una posición dominante en segmentos como pagos o préstamos, convirtiéndose en actores sistémicos para la provisión de servicios críticos para la economía.

UNA RESPUESTA COORDINADA

El informe de BBVA explica que la respuesta regulatoria a este fenómeno debe ser coordinada con la regulación de la competencia y la protección de datos, transfronteriza y acorde a los riesgos sistémicos que implica.

En concreto, prevén tres líneas principales de acción para los reguladores y supervisores. La primera, ajustar los marcos regulatorios específicos de cada actividad. Sin dejar atrás la protección del consumidor, el fraude y los ciberataques.

En segundo lugar, piden condiciones justas e iguales para los jugadores. Es necesario aplicar el principio de que “las mismas actividades, con los mismos riesgos, deben tener la misma regulación”. Para ello es necesario un giro desde una regulación basada en entidades a una regulación basada en actividades.

Y finalmente, abordar la dimensión sistémica de bigtech, esto es, considerar si se necesita una respuesta para hacer frente a los riesgos de estabilidad financiera asociados con el potencial de estas compañías. Además, las autoridades deben considerar si los nuevos servicios de las bigtech, en la medida en que se vuelven críticos para el funcionamiento del sistema financiero global, se ajustan a los estándares existentes.


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