Gran Hermano: las broncas más brutales del programa (dentro y fuera)

Gran Hermano no se caracteriza precisamente por la modosidad de sus participantes. Sí, es cierto que estar encerrado en una casa con personas que no conoces de nada o que ya de antemano te caían mal no debe ser fácil. No obstante, en este programa se tiende a perder los papeles un poco más de la cuenta.

Hay algunas broncas que de no estar vigiladas por cámaras no hubiesen terminado nada bien. El problema es que, si sabiendo que los están monitorizando y que tienes a millones de personas viéndolos, incluso en directo, son capaces de tener esas salidas de tono; cuando no los observan miedo da cómo se pueden llegar a comportarse.

En algunos de los casos que se ven a continuación la educación, el saber estar y la capacidad de raciocinio brillan por su ausencia. No se sabe bien si la culpa de que la televisión muestre este tipo de comportamientos es porque la organización de Gran Hermano no ha escogido bien o eso es exactamente lo que buscan.

Por otro lado, que los telespectadores sigan aumentando las audiencias de estos programas, en los que en las últimas ediciones la mayoría de los participantes son “vive la vida” sin aspiraciones ningunas, es un claro ejemplo de que cada vez se le da menos valor al trabajo y al esfuerzo. Al contrario de lo que cabe esperar de un país desarrollado como es España, con esas audiencias se demuestra que se premia el analfabetismo y el morbo.

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Ángel Garó contra Asraf

Ángel Garó contra Asraf

Se suele decir que los humoristas son las personas más tristes y gruñonas en su vida real, quedando esto bastante patente en lo que a Ángel Garó respecta cuando entró en Gran Hermano.

La relación de Garó con el Míster Asraf no fue demasiado buena desde su entrada en la casa. Asraf acusó a Ángel de que se perdiera una leche y esto hizo que el humorista explotase como una olla exprés poniéndose de todos los colores posibles para el ser humano, pasando desde el rojo hasta el morado.

Otra cosa que a Garó no le agradó fue que el Míster le llamase racista. Sin embargo, las respuestas que daba no hacían ver lo contrario: «Racista no me lo digas más. Sinvergüenza. Asqueroso. Reptil. Sinvergüenza. Con el daño que eso hace. Ladrón de cocina. Qué vergüenza de tu estirpe y tu raza. No voy a aguantar que se me diga racista. Eso es muy grave. Mamarracho, que tienes mucho cuerpo, pero dos deditos».