Las ‘tiny houses’ o cómo vivir en un zulo de 35 metros cuadrados

La inflación de los precios de la vivienda revive un movimiento que tiene su origen en Estados Unidos, las tiny houses. Estos inmuebles no superan los 35 metros cuadrados y sus detractores lo comparan con un zulo. Las grandes promotoras no han caído -todavía- en la tentación de comercializarlas.

El libro The Not So Big House de la arquitecta Sarah Susanka fue el germen de lo que ahora se conoce como tiny houses. Han pasado casi tres décadas, pero el movimiento sigue más vivo que nunca. La precariedad laboral y la aparición de los millenial han puesto de moda el vivir en un zulo de 35 metros cuadrados.

En paralelo a la publicación de Susanka, en Japón, también comenzaron a proliferar pequeñas construcción de tamaño muy reducido, adaptadas al entorno y con precios más económicos. Precisamente, el coste de construcción es el principal motivo por el que las tiny houses vuelven con fuerza al mercado. Aunque estos peculiares inmuebles no sólo son objetivo de las personas con rentas más bajas, también lo son de personas que ven en las tiny houses un capricho.

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Estas casas que parecen sacadas de un cuento infantil se caracterizan por una filosofía basada en la sencillez y en el respeto al medio ambiente, con la finalidad de minimizar los recursos y contaminar lo menos posible, ya que las viviendas están construidas con materiales ecológicos y ocupan muy poco espacio. O al menos, estos son los fundamentos o las verdaderas raíces de la tiny houses. Porque con el paso del tiempo esta visión se ha visto ‘corrompida’ de algún modo por las necesidades de una vivienda nueva.

En redes sociales como Instagram han adquirido mucha popularidad. Personas que lo toman como un divertimento y que incluso compiten por poseer la casa más bonita y completa. El fenómeno lleva años pisando fuerte en Estados Unidos. En Europa y Latinoamérica se están empezando a hacer populares más allá de internet, haciendo despegar poco a poco un mercado emergente.

Las dimensiones de la casa varían, pero por normal general no sobrepasan los 35 metros cuadrados. Lo más parecido que se puede encontrar en obra nueva de las grandes promotoras son las ‘magic house’ de Vía Célere que tienen 50 metros cuadrados y un tabique móvil que permite diferenciar dos estancias diferentes.

En el resto de Europa también existen varios ejemplos de estas casas reducidas. Por ejemplo, en Alemania se encuentran proyectos como la Casa Micro Compacta (Micro Compact Home) del arquitecto Richard Horton y la Universidad de Múnich, donde se ha hecho una pequeña villa para estudiantes con cinco minicasas.

En Austria, Peter Jungman diseñó y construyó el Ufogel, una microcasa de 45 metros cuadrados que funciona como hotel en el Tirol. Y en Ámsterdam, el estudio Fiction Factory fabrica la Wikkelhouse , una microcasa modular de cinco metros cuadrados, construida con fibra de cartón virgen escandinavo y paneles y listones de madera.

En España, las casas pequeñas se promueven como una respuesta a la crisis de vivienda asequible; una alternativa deseable a los hogares e hipotecas tradicionales. Sin embargo, hay muchas complejidades y contradicciones que rodean estos pequeños espacios. De hecho, existe un vacío legal sobre este tipo de construcciones, y no se encuentra normativa específica al respecto.

No obstante, en el caso de ser transportables y no estar ancladas al suelo, las minicasas se consideran bienes muebles, al igual que las caravanas, por lo que no habrá que acometer tantos trámites administrativos como a la hora de construir una vivienda convencional, aunque sí harán falta ciertos permisos.

Lo cierto es que las tiny houses son una alternativa real a las casas convencionales, sobre todo para los milenials, que tienen muchas dificultades de acceder a una vivienda. El problema es saber si estas minicasas cumplen los requisitos para poder calificarlas como «dignas». En Barcelona, Ada Colau, alcaldesa de la ciudad, ha prohibido proyectos similares a las tiny houses. Si bien es cierto que son habitáculos más recudidos y todos ellos hacinados en un mismo espacio.

Lo que más diferencia a las tiny houses de las viviendas convencionales es su aspecto interior. Mientras las inmobiliarias comercializan promociones de viviendas que son calcos la una de la otra, las minicasas se distinguen por contar con un interior pequeño, pero único. Las disposiciones depende del dueño y de su organización del espacio.

TINY HOUSES, SIN LUZ

Con respecto a los suministros, también existen multitud de opciones. Existen las que ni siquiera cuentan con baño ni luz y las que tienen todo tipo de servicios gracias a la instalaciñon de baterías y gas propano, aunque siempre existe la posibilidad de enchufarse como si se tratase de una caravana.

En cuanto al agua, se llena un depósito integrado. Los desechos se guardan en bolsas biodegradables si la casa se transporta. Las que tienen la suerte de estar en lugares donde los baños y saunas públicos son comunes, como Japón, simplemente carecen de saneamiento.

Al final, el debate no es si deben existir las tiny houses o no. Lo que de verdad importa es para qué se van a utilizar estas minicasas: ¿como juguete? ¿como alternativa a la autocaravana? o ¿como una vivienda convencional? Es en el cómo, donde reside la dignidad de estas pequeñas construcciones.