En pleno mes de abril, IAG –el consorcio en el que está inmerso Iberia– sorprendió a los inversores al reconocer que estaba contemplando comprar el 100% de Norwegian. La noticia resultó tan sorprendente que la aerolínea noruega se disparó en bolsa más de un 47%, aunque en realidad la situación del sector y de ambas firmas apuntaban a que la operación no tendría éxito, como finalmente ha ocurrido.
El primer gran escollo dentro de la operación era que estaba descompasada en los tiempos, tanto a nivel de compañía como a nivel de sector. Probablemente el hecho de que en apenas dos días las acciones se dispararan un 52% consiguió por sí solo hundir la operación, ya que el desembolso pasó de los 600 millones hasta superar los 1.000 millones de euros.
Además, el fuerte crecimiento del valor de los títulos de la compañía venía precedido de un fuerte incremento de la valoración de las empresas dentro del sector, ya que se encontraban en la parte alta de su ciclo de negocio. Más si cabe, el hecho de que las aerolíneas son empresas muy volátiles y dependiente del ciclo. En el momento en que se estudiaba la opa la cotización de IAG se ha casi doblado desde junio de 2016, un 180% más desde 2013. En el caso de Ryanair casi se ha triplicado desde el 2013. El grupo de Easyjet también casi se había doblado desde 2013. En el caso de Lufthansa, el incremento desde 2016 se acercaba al triple.
Por otro lado, era evidente que los vientos de cola para el sector estaban perdiendo fuelle. En abril, el Fondo Monetario Internacional señalaba que el crecimiento de la eurozona sería menor, incluso la próspera Noruega se reduciría todavía más. Unas predicciones a la baja que no solo se han cumplido a la perfección, sino que incluso se han quedado cortas. Además, el ogro del sector se estaba despertando. El precio del petróleo ya apuntaba al alza según los pronósticos de Goldman Sachs, Morgan Stanley o JP Morgan. Una subida que llego a alcanzar los 84 dólares por barril, máximos en años, aunque posteriormente se han reducido siguen por encima de los valores que marcaba por entonces.
Por último, el aspecto financiero de la compañía también ponía en interrogante la operación. La parte más visible de todo ello era (y es) su abultada deuda, la cual se ha multiplicado por 9, mientras que los ingresos solo lo han hecho por tres. Además, la diferencia entre los 76 millones de ebitda y los 2.400 millones de deuda es (y era) abismal.
LA OPERACIÓN REPORTA PÉRDIDAS POR MÁS DE 10 MILLONES
“En agosto, dijimos que, si no había operación, no teníamos intención de ser un inversor a largo plazo. Es un tema que no nos distrae, pero no estaremos ahí para siempre; si no hay novedades, saldremos el próximo agosto o incluso antes”, señaló el consejero delegado de IAG, Willy Walsh.
Las declaraciones del CEO implican que la compañía saldrá en breve, sino ha vendido ya su participación, del accionariado de Norwegian lo que reportará importantes pérdidas en su aventura noruega. En concreto, se estima que la operación supuso un desembolso cercano a los 39 millones de euros (adquirió los títulos a cerca de 180 coronas noruegas, unos 18,08 euros), de los que solo recuperaría poco más de 28 millones si se cumplen las palabras de Walsh.