Las dos jornadas de huelga total del taxi en Barcelona están dejando una imagen bochornosa para el sector. Los vídeos de intimidaciones e insultos a clientes que utilizan legítimamente los servicios de Uber o Cabify se convierten en zapatos de hormigón para los profesionales del sector.
La lucha de este colectivo desde que la economía colaborativa llegara al mundo del taxi en 2014 a España no ha parado ni en los tribunales ni en la calle. Si estos días los taxistas son muy malos porque no dejan trabajar a los empleados de Cabify o Uber, la semana pasada las críticas se vertían sobre estos últimos ante el caos logístico que tuvo lugar en el festival Mad Cool de Madrid. Era una prueba de capacidad para la compañía de San Francisco ante grandes eventos. Fiasco mayúsculo. Cientos de usuarios miraban como zombis las pantallas de sus móviles a la espera de que llegara su conductor.
La Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo consideró en junio ajustado a derecho y no discriminatorio el límite de una licencia VTC por cada 30 taxis, decreto ley aprobado previamente por el Gobierno de Mariano Rajoy para, según el ex ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, “equilibrar el sector del VTC en relación con el del taxi y garantizar una convivencia equilibrada entre ambos”.
Cumplir la ley supondría eliminar muchas licencias de VTC, pero hasta el momento nadie hace nada y la lucha continúa. De hecho, el salto a la torera de la normativa aprobada fue el motivo de la huelga convocada en la Ciudad Condal. Al final, los dos dañan su imagen con sus continuas guerras de guerrillas mientras el principal perjudicado es el cliente. Desconcertado, ya no sabe en quién confiar para algo tan sencillo como desplazarle en una gran ciudad de un punto A a un punto B sin salir escaldado del fuego cruzado.
Los taxistas no han sabido adaptarse a las exigencias del nuevo cliente. Confiados en saberse poseedores de un monopolio garantizado en las limitadas licencias, hipotecaron su futuro (y algunos sus casas) a la espera de que las horas en el taxi rentabilizaran la inversión sin competencia. La irrupción de los VTC y servicios de trasporte privado con conductor tiró por la borda las reglas del juego y del sector. Uniforme, mejor servicio, precio cerrado, música, agua… extras desconocidos hasta el momento por los taxistas que se ganaron rápidamente la simpatía de los usuarios más digitales.
Ahora los taxistas intentan modernizar a la carrera su servicio con medidas más pensadas en la competencia de Uber y Cabify que en el verdadero protagonista: el consumidor. Cuando le escuchen, atiendan sus necesidades y les ofrezcan un servicio que las satisfaga será cuando realmente hagan daño a Uber y Cabify.
Todo esto será posible siempre y cuando las reglas del juego sean las mismas para los dos. Licencias y precios iguales para todos, o al menos libre competencia de precios para que el cliente decida qué servicio utiliza sin pensar en que alimenta un monopolio o financia a unos jetas que se aprovechan vacíos legales. En ese momento, el gran beneficiado sí será el consumidor.
De momento, la demanda mensual en mayo de Metro de Madrid creció un 1,87 % y el acumulado de los viajes entre enero y abril aumentó en todas líneas de subterráneo de la capital hasta los 340.420.159, un 5,65 % más comparado con el mismo periodo de 2017. Además, los viajes con BiciMAD registraron en 2017 una subida del 19,09 % con respecto a 2016, según el informe anual elaborado por la Empresa Municipal de Transportes (EMT).
Los taxistas siguen con su lucha, los conductores privados trabajan en silencio (cuando el miedo no se lo impide), los Ayuntamientos se lavan las manos y miran hacia arriba, el Estado legisla pero no vigila y el cliente busca el mejor servicio y que le dejen tranquilo. Continuará.