Esteban Duarte, Rodrigo Orihuela y Thomas Gualtieri para Bloomberg
Tras los aplausos y las celebraciones de su sorpresiva victoria electoral, el aspirante a presidente de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont, tiene que sortear el difícil legado de la campaña ilegal de octubre para independizarse de España.
El bloque separatista de tres partidos defendió exitosamente a su estrecha mayoría en las elecciones del jueves, pero los enjuiciamientos potenciales que enfrentan sus líderes aún pueden impedir que Puigdemont cumpla su promesa de regresar al palacio presidencial por segunda vez.
“Todavía estamos en la fase narrativa épica”, comentó Guillem López Casasnovas, ex director del Consejo del Banco de España y asesor externo del gobierno de Artur Mas, que fue el predecesor de Puigdemont como presidente catalán. “En algún momento tendremos que seguir adelante a una fase menos glamorosa”.
48% de los votantes respaldaron a los partidos proindependentistas
El presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, cerró los planes de Puigdemont para una república catalana en octubre, derrocando a la administración rebelde y disolviendo el parlamento regional en una intervención estatal sin precedentes. Pero ha progresado poco para sanar las divisiones entre los catalanes o para convencer a los separatistas de que pueden prosperar dentro de España.
Con una participación récord el jueves, 48% de los votantes respaldaron a los partidos proindependentistas, casi exactamente el mismo número que hace dos años. Ese resultado ofrece pocas perspectivas de una solución duradera en el corto plazo.
Rajoy pidió el viernes un “diálogo abierto y realista, en el marco de la ley, con el gobierno que se forma en Cataluña”. Mientras Puigdemont exigía protección de los tribunales españoles de su exilio autoimpuesto en Bruselas, Rajoy se negó incluso a reconocer que el movimiento independentista había ganado.
El Presidente informó que ya comenzó las conversaciones con Inés Arrimadas, la candidata pro España que encabeza el partido más grande en la asamblea regional. El partido Ciudadanos, de Arrimadas, ganó 37 escaños y Puigdemont 34. Sin embargo, las partes separatistas controlan juntas a 70 de los 135 legisladores.
No es sólo una cuestión de matemática parlamentaria. Puigdemont necesita regresar a Barcelona para ser juramentado como presidente por un segundo mandato, y enfrenta una orden de arresto de la Corte Suprema de Justicia, que está investigando posibles cargos de rebelión contra líderes separatistas.
“Necesito hablar con quien sea que tenga la presidencia del gobierno catalán”, expresó Rajoy. “Para eso, debe tomar su asiento en el parlamento, ganar una votación y estar en condiciones de hablar conmigo”.
El poder de Rajoy
El Presidente de Gobierno también se ve afectado por el conflicto catalán. Su partido fue humillado el jueves y tuvo algunas conversaciones incómodas con los líderes de la Unión Europea para explicar la violenta represión contra los separatistas. Ciudadanos también está emergiendo como un rival por los votos de aquellos preocupados por la amenaza de una ruptura con Cataluña.
“Necesito hablar con quien sea que tenga la presidencia del gobierno catalán”
Pero Rajoy todavía está instalado en sus oficinas gubernamentales en Madrid, con un control sobre las palancas del poder y -en el trasfondo del drama catalán- la economía española avanza a un ritmo de 3% anual. Puigdemont está atrapado a 1.600 kilómetros de Barcelona hablando con periodistas sobre una república que todavía no existe.
El depuesto presidente dijo a los catalanes, en el período previo a las elecciones del jueves, que sus votos podrían restaurar a la administración rebelde. La directora de la campaña, Elsa Artadi, señaló que Puigdemont volvería al palacio presidencial una vez que tuviera un mandato renovado por parte de los votantes.
Nuevo candidato, nueva estrategia
Con el apoyo de los votantes asegurado, Puigdemont exigió garantías legales que Rajoy no estaba dispuesto a ofrecer. Sus consejeros están empezando a especular que podría estar atrapado en Bruselas durante años y que sería necesario un candidato sustituto para dirigir la administración catalana en su nombre. Quien sea que los separatistas nominen como presidente tendrá que curar las divisiones que se abrieron a medida que se desenredaba su impulso por la independencia.
Esquerra Republicana, el otro partido separatista dominante, se negó a repetir la plataforma conjunta que formó con el grupo de Puigdemont en 2015. Mientras huía tras la toma por parte de Madrid, el líder de Esquerra, Oriol Junqueras, permaneció para defender la causa. Él pasó la campaña electoral en la cárcel y su partido sufrió como resultado.
Después de entrar en la campaña con una clara ventaja en las encuestas, Esquerra fue alcanzado por Junts per Catalunya el día de la votación. Los jueces en Madrid recibirán una solicitud para la liberación de Junqueras el 4 de enero.
“La sociedad catalana está muy polarizada”, aseguró Ignacio Jurado, socio de la consultora política madrileña Quantio, en una entrevista telefónica. “Las partes proindependentistas deben abandonar el enfoque unilateral y reconsiderar su estrategia, sin hacer que parezca una derrota”.