Conor Sen para Bloomberg
La noticia de que Facebook revelará los detalles de la compra de anuncios rusos durante las elecciones presidenciales norteamericanas al Congreso recuerda a una columna escrita por Eli Lake a principios de 2017.
Él escribió que al obligar al Consejo de Seguridad Nacional, Michael Flynn a dimitir, el presidente Donald Trump “cedió a su oposición política”. Esa columna advirtió: “Flynn es sólo el aperitivo, Trump es la entrada”. En el caso de la red social, las 3.000 compras de publicidad entradas al Congreso son el aperitivo. La regulación que viene es la inexorable entrada.
Fue hace sólo 16 meses cuando surgieron informes de que los empleados de Facebook estaban eliminando historias de interés para los usuarios conservadores de su sección de noticias. Facebook respondió mediante la automatización de esta sección al remover a los trabajadores del proceso editorial. Así comenzó el inquieto viaje de la red social hacia la autorregulación.
Por supuesto, eliminar a las personas del proceso editorial y permitir que el contenido se distribuya automáticamente tiene sus propios inconvenientes, como aprendió Facebook durante las elecciones de 2016.
Las acusaciones de “noticias falsas” que influyeron en los resultados de las elecciones se extendieron después de que Trump derrotara a Hillary Clinton. El sitio fue acusado de ser manipulado por entidades extranjeras al promocionar artículos falsos. Facebook respondió prometiendo tomar medidas para combatir las noticias falsas.
La semana pasada se revelaron los algoritmos que permiten la existencia de una categoría de anuncios antisemitas
Cada vez más, Facebook se encuentra en una posición imposible, ya que trata de permanecer, al menos en espíritu, como una plataforma agnóstica de contenido que permite a todos tener su voz. A veces la empresa se enfrenta a la presión cuando permite que ciertos contenidos permanezcan, como el caso de noticias falsas o propaganda neonazi.
Recientemente, la orientación algorítmica de anuncios de Facebook también fue criticada. ProPublica informó la semana pasada del inquietante hallazgo en que los algoritmos permitían la existencia de una categoría de anuncios para contenido antisemita.
La historia también señaló que los algoritmos correlacionaron el comportamiento de los antisemitas con una categoría de la Segunda Enmienda, un hallazgo que perturba a los defensores del porte de armas que no quieren ser vistos como antisemitas.
Lo que es evidente en los últimos 16 meses es que este mercado es como el Viejo Oeste de la autorregulación. Una y otra vez, Facebook ha demostrado que si se enfrenta a un desafío, a menudo responde. Temas de tendencias partidistas, noticias falsas, neonazis, intromisión rusa -lo que sea, siempre que genera indignación-, se resuelve eventualmente.
Sin embargo, el poder y la influencia de Facebook probablemente crecerán más allá de la fase de “autorregulación”. Es por eso que los mercados están dispuestos a dar a la empresa una valoración de 500.000 millones de dólares (418.000 millones de euros) cuando sus beneficios en 2017 en los Estados Unidos apenas ascienden a 15.000 millones de dólares (12.550 millones de euros).
Los ingresos de Facebook crecerán a 63.600 millones de euros para el año 2020, según analistas
Los datos de Bloomberg muestran que los analistas esperan que los ingresos de Facebook crezcan a 76.000 millones de dólares (63.600 millones de euros) en 2020, casi duplicando las proyecciones para 2017. La cuestión sigue siendo cuánto tiempo la autorregulación será aceptable para el público y el Congreso.
Ahora Facebook ha inclinado su mano. Grandes corporaciones multinacionales no entregan documentos al Congreso bondadosamente. La declaración de Facebook acerca de por qué ha entregado la información enfatiza que su prioridad es proteger la privacidad de los usuarios. No nos dejemos engañar. La autorregulación fracasará y la regulación real comenzará. Así es como empieza.