Si una virtud tiene el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, es la de no dejar indiferente a nadie. Consigue por igual odios africanos como adhesiones inquebrantables. Ayer fue reprobado por el Parlamento. Es la segunda reprobación a un ministro de este Gobierno después de la de Rafael Catalá. De tanto usar esta arma parlamentaria la oposición va a acabar restándole todo el sentido que tiene, pero lo cierto es que ayer se daba una circunstancia adicional: había muchos diputados del PP que de no haber sido por la disciplina de voto, también hubieran votado a favor.
Y es que en la reprobación de Montoro confluían razones sobradas: desde la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la amnistía fiscal, que ya de por sí es una razón bastante grave como para que un ministro se plantee si debe continuar o no, hasta las amenazas insólitas sobre las declaraciones fiscales de políticos de otros partidos, pasando por supuesto por el uso cuando menos arbitrario de la Administración Tributaria o las extrañas influencias del despacho del que era fundador.
La pregunta ayer en el Congreso era inevitable: ¿va a seguir Montoro? ¿Hasta cuándo? Un ministro del Gobierno me decía poco después de celebrarse el Consejo de Ministros que “Montoro va a seguir hasta que él quiera, entre otras cosas porque tiene mucho poder, y sabe mucho de mucha gente”. En el partido, sin embargo, creen que “tendrá que irse más pronto que tarde, porque su situación es insostenible, y lo de los negocios de su despacho va a acabar por obligarle a dimitir”.
Dicen las malas lenguas que el ‘ataque’ del ABC con las información sobre su despacho tiene que ver con una supuesta inspección fiscal al diario. El caso es que, sea así o no, lo que esta publicando el periódico es tal y como lo cuenta, y va a ser difícil que Montoro pueda huir de, al menos, tener que dar una explicación sobre por qué un despacho fundado por él y del que vendió su 30% de acciones a su hermano Ricardo en 2008 -o sea, todo queda en casa-, ha seguido utilizando su nombre para negocios varios.
Eso, y la sospecha de que el ministro sabe más de todo el mundo que uno mismo, es decir, que ha utilizado información privilegiada contra políticos y periodistas, son razones más que suficientes como para que su continuidad esté en entredicho. Por ahora, Rajoy le mantiene porque si algo parece haber hecho bien Montoro es embridar el déficit, pero ya veremos qué ocurre cuando tanta información empiece a ser problemátca incluso para el presidente del Gobierno.