Lo llaman la fragancia del tiempo, y es que todos terminamos ‘oliendo a viejo’ después de los 30 años. A medida que avanzamos en la vida, cada década trae consigo cambios significativos, no solo en nuestro cuerpo y mente, sino también en nuestra huella olfativa. A partir de los 30 años, un fenómeno intrigante comienza a manifestarse: el desarrollo del conocido ‘olor a viejo’.
‘Oliendo a viejo’ conforme cumplimos años

Este aroma, que a menudo se asocia con la vejez, es en realidad una mezcla de factores biológicos, ambientales y emocionales que se entrelazan para formar nuestra identidad olfativa única. Pero, ¿qué significa realmente ‘oler a viejo’? ¿Es un signo de deterioro o simplemente una etapa natural de nuestra existencia?
La ciencia detrás de este fenómeno es fascinante. Con el paso del tiempo, nuestro cuerpo experimenta cambios en la producción de hormonas, la calidad de la piel y la microbiota, lo que influye en cómo percibimos y emitimos olores. Además, la exposición a diferentes ambientes y estilos de vida también juega un papel crucial en la formación de nuestra fragancia personal.
La evolución de nuestros aromas: desde el olor a bebé hasta que estamos oliendo a viejo

El aroma es un aspecto fundamental de nuestra identidad, como bien señala Patrick Süskind en su célebre obra: «El perfume vive en el tiempo; tiene su juventud, su madurez y su vejez». Esta afirmación resuena profundamente, ya que cada individuo posee una firma olfativa única que va más allá de los perfumes o productos de higiene que utilice. Desde el dulce olor de un recién nacido hasta el característico ‘olor a viejo’, nuestra fragancia personal evoluciona a lo largo de las diferentes etapas de la vida.
Cada ser humano lleva consigo un aroma singular, el cual está determinado por una combinación de factores biológicos y ambientales. Esta firma química no solo se relaciona con la higiene personal o el uso de colonias, sino que también involucra la genética, la dieta y el entorno en el que vivimos.
La transición de aromas a lo largo de la vida

Por ejemplo, al abrazar a un bebé, muchos de nosotros nos perdemos en ese aroma dulce y reconfortante que parece encapsular la inocencia y la pureza. Sin embargo, este olor es efímero, ya que solo se manifiesta durante los primeros meses de vida, cuando el recién nacido utiliza su sentido del olfato para reconocer a su madre y fortalecer su vínculo afectivo.
Aunque el aroma de bebé es transitorio, a medida que crecemos, otros olores nos acompañan en cada etapa de nuestra vida. Con el tiempo, nuestras secreciones cutáneas y la química de nuestro cuerpo cambian, dando paso a nuevas fragancias que reflejan nuestras experiencias y emociones. Pero, ¿qué hay del famoso estar ‘oliendo a viejo‘? Esta noción, que a menudo genera curiosidad o desdén, es una realidad científica.
¿Qué es el ‘olor a viejo’?

El hecho de estar oliendo a viejo ha sido objeto de estudio, y la respuesta es afirmativa: sí, este aroma existe. Para entenderlo mejor, es importante considerar cómo nuestras secreciones cutáneas y otros factores biológicos cambian con la edad.
Investigaciones realizadas por científicos, como un grupo de investigadores japoneses, han demostrado que el olor de los recién nacidos es percibido con adjetivos como «dulce», «relajante» y «tranquilizador». Esto se debe a que, en la primera semana de vida, las glándulas sebáceas de los bebés funcionan de manera similar a las de los adultos, produciendo sustancias que influyen en su aroma.
La evolución del olor corporal: desde la infancia hasta la vejez

Con el paso del tiempo, estas glándulas se vuelven menos activas, y la producción de secreciones cutáneas disminuye. Este cambio natural contribuye a la aparición del ‘olor a viejo’, que puede ser percibido como un aroma más terroso o menos fresco. Sin embargo, es esencial entender que este fenómeno es parte del ciclo de la vida y no debe ser visto negativamente.
Durante la adolescencia, nuestro cuerpo experimenta una serie de cambios hormonales significativos que afectan diversas áreas, incluido el olor corporal. La transición de la niñez a la adolescencia trae consigo un aumento en la actividad de las glándulas sudoríparas, lo que provoca cambios notables en el sudor. Este fenómeno no solo se debe a la mayor producción de sudor, sino también a las variaciones en su composición química.
Los adolescentes lo notan de inmediato

Los adolescentes suelen notar que su olor corporal se vuelve más pronunciado y, a menudo, más fuerte. Esto puede ser un desafío social, ya que el olor puede influir en la percepción que los demás tienen de ellos. Sin embargo, es un proceso natural que refleja el desarrollo físico y hormonal que están experimentando.
A medida que avanzamos en edad, nuestros cuerpos continúan cambiando, y con ello, también lo hace nuestro aroma. La doctora Borrás menciona que, en Japón, este fenómeno ha sido documentado bajo el término ‘kareishu’, que se refiere a un olor característico que se asocia con las personas mayores. Este aroma es el resultado de una serie de transformaciones que ocurren en el cuerpo con el paso del tiempo.
Cambios fisiológicos y el impacto que nos deja oliendo a viejo

La doctora explica que el ‘kareishu’ se produce por varios factores relacionados con la edad, que incluyen:
- Alteraciones en las glándulas sudoríparas y sebáceas: con la edad, estas glándulas pueden volverse menos activas, lo que afecta la producción de sudor y aceites naturales en la piel.
- Cambios en la microbiota de la piel: la composición de las bacterias que habitan nuestra piel también se ve alterada con el tiempo, lo que puede influir en cómo se descomponen los compuestos que producen olor.
- Variaciones en los lípidos: los cambios en la composición lipídica de la piel pueden afectar la forma en que se perciben los olores.
- Fluctuaciones hormonales: a lo largo de los años, los niveles hormonales cambian, lo que puede influir en la producción de olores corporales.
- Estilo de vida: factores como la dieta, la actividad física y el consumo de sustancias también pueden tener un impacto significativo en nuestro aroma personal.
La molécula clave: 2-Noneal

Uno de los principales culpables de que estemos oliendo a viejo es la molécula conocida como 2-noneal. Esta sustancia se genera a partir de la oxidación de ácidos grasos insaturados que se acumulan en la piel con el tiempo. A medida que envejecemos, nuestra capacidad para protegernos de esta oxidación disminuye, lo que provoca un aumento en los niveles de 2-noneal y, por ende, en el aroma asociado con la vejez.
La doctora Borrás aclara que el proceso de envejecimiento inicia desde que completamos nuestro desarrollo físico. «Después de la pubertad, empezamos a experimentar cambios que nos acompañarán a lo largo de la vida», explica. Esta afirmación resalta la importancia de entender que el envejecimiento es un proceso continuo, que se manifiesta no solo en la apariencia, sino también en nuestra química corporal.
Cambios en la microbiota y su impacto en el olor

Uno de los momentos clave en la vida de una mujer es la menopausia, que puede desencadenar nuevos cambios en el cuerpo. En esta etapa, los cambios en la población de bacterias de la microbiota juegan un papel crucial. A diferencia de la adolescencia, donde el sudor es el principal actor, en la menopausia el olor corporal se ve más influenciado por alteraciones en la microbiota, el pH de la piel y la oxidación de los lípidos.
La microbiota, que se refiere a la comunidad de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo, puede cambiar significativamente con la edad. Estos cambios pueden afectar cómo se descomponen los compuestos en la piel, alterando así el olor corporal, dejándonos oliendo a viejo. La doctora Borrás señala que «aunque ambos procesos están relacionados con cambios hormonales, los factores que influyen en el olor durante la menopausia son diferentes a los de la adolescencia».
Oliendo a viejo a partir de los 30: un comienzo inevitable
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Los 30 años marcan un punto de inflexión en la vida de muchas personas, ya que es en esta década cuando comenzamos a notar cambios en nuestro olor corporal. Este aroma particular, que se desarrolla con el tiempo, nos acompañará a lo largo de nuestra vida. Es fundamental entender que, aunque no podemos eliminar completamente este olor, sí podemos tomar medidas para neutralizarlo, como el truco de la abuela en la colada con el laurel.
Estrategias para combatir ir por ahí oliendo a viejo

Si bien es imposible detener el proceso de envejecimiento, existen hábitos que pueden ayudar a mitigar los olores indeseados. La doctora Borrás recomienda:
- Mantener una buena higiene personal: la limpieza regular es esencial para reducir la acumulación de sudor y bacterias en la piel.
- Elegir fragancias adecuadas: utilizar perfumes y productos que sean efectivos en combatir los olores puede hacer una gran diferencia.
- Adoptar una dieta equilibrada: limitar el consumo de ácidos grasos insaturados y alimentos ricos en azufre puede ayudar a reducir el olor corporal.
- Usar ropa transpirable: optar por prendas que permitan la circulación del aire ayudará a evitar la acumulación de sudor, lo que puede contribuir a un olor más fuerte.
¿Tu ya estás oliendo a viejo?

El aroma que acompaña a las personas mayores y las deja oliendo a viejo, es un tema fascinante que nos invita a reflexionar sobre el envejecimiento y los cambios que experimentamos a lo largo de la vida. Aunque el olor puede ser inevitable, comprender sus causas y adoptar hábitos saludables puede ayudarnos a manejarlo de manera efectiva. En última instancia, el olor no es solo una cuestión de química; es parte de nuestra identidad a medida que navegamos por las diferentes etapas de la vida.






























































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