«A partir de la quinta habitación no sientes las manos», así es el día a día de una camarera de piso

Son las cinco de la mañana… Suena el despertador y Sara (nombre inventado porque nuestra relatante no quiere aparecer por miedo a perder el trabajo de camarera de piso) se levanta de la cama. Todavía es de noche en Alcorcón, y tiene un largo camino hasta su lugar de trabajo. Uno de los hoteles más prestigiosos de Madrid. Un 5 estrellas que estos días está cerca del 85% de su capacidad máxima, así que va a ser un duro día.

Sara lo sabe, y sale de casa mentalizada de ello mientras lee los últimos correos enviados por una asociación que agrupa a las gobernantas de hotel. «Antonio Catalán se rebela contra quienes pagan 3 euros la hora por limpiar una habitación» reza el titular. Su ira va in crescendo, ya que recuerda «cómo algunos de los hoteles de AC fueron los primeros en externalizar el servicio de camareras de planta; ¡y su socio Marriot tiene dos hoteles en Madrid sin contratos propios!», brama.

226685288Las gobernantas de hotel están en el centro de la polémica por sus condiciones laborales. ¿Realmente cobran a dos euros la hora? La realidad es que, en muchos casos sí. Pero como todo la cosa va por barrios. «No es lo mismo trabajar en Madrid que en la Costa, por ejemplo». Ni tampoco hacerlo en Galicia que en Madrid. En la Capital el salario por convenio es de 1.200 euros brutos en 14 pagas. Aunque si el servicio está externalizado la cosa cambia. «Cada empresa tiene su propio sistema», relata.

Son las seis y media de la mañana. Sara llega a su puesto de trabajo, baja al vestuario y allí se pone el traje de faena. Clásico. Traje gris con delantal blanco y una pequeña cofia. Recoge el parte de habitaciones y comienza la faena. Charla con la gobernanta, reparto de habitaciones, comprobar cuántas hay que hacer, cuáles corren más prisa, si hay alguna cosa especial: clientes VIP, supletorias.. Todo tiene que estar cuidado al detalle.

Después toca colocar los carros de sábanas en los puntos establecidos para ello en los pasillos. «Cuando están llenos puede llegar a pesar 200 kilos«, y hay que moverlos hasta el punto de recogida para la lavandería que -por cierto- en muchos hoteles también está externalizada.

¿Un suelo de dos euros la hora? 

El salario de las gobernantas varía. No es igual estar contratada directamente por la cadena que por una empresa. En el caso de las externas el cálculo es algo complejo. Se fija un salario base, y luego va en función de las habitaciones que tienen que hacer. Por eso muchas llevan un cuadernillo para saber cuántas y cuáles han hecho. El precio que obtendrán sale de dividir la cifra final entre el número de unidades que hacen.

Y ahora a la faena. Carro en mano a recorrer los pasillos puerta por puerta. Ese que se convierte en tentación para muchos cuando pasamos por el pasillo del hotel, y no por las sábanas y las toallas limpias; sino por los geles, bolígrafos y demás tonterías que hay en ellos. Unos 90 kilos que hay que ir moviendo. Empieza el baile.

Hay pocas enfermedades profesionales reconocidas para las camareras de hotel.

Primera habitación. Un vistazo rápido. Ha habido suerte, piensa. No es de las más descolocadas que ha visto. Lo primero, abrir ventanas, recoger la basura y quitar sábanas y toallas mientras se comprueba que no hay objetos olvidados. A partir de ahí, el resto: hacer la cama, limpiar el baño, reponer toallas, limpiar el polvo, los espejos, pasar la mopa o el aspirador. En definitiva, unos 20 o 25 minutos para hacer todo el trabajo. Eso en condiciones óptimas, si no un poco más. «La tarea, en contra de lo que mucha gente piensa, no es sencilla», explica. Todo depende del hotel, de la cantidad de accesorios que haya que poner, de si hay que reponer el minibar…

Terminada la primera habitación empezará con la segunda, la tercera… Y así hasta las 18 o 20 que tiene asignadas una camarera cada jornada. Eso en Madrid, si es en la Costa pueden subir hasta las 25 o 30 al día. Sin embargo, lo que nadie tiene en cuenta -relata Sara- es todo lo que conlleva esa carga de trabajo. «A partir de la quinta cama que haces, las manos empiezan a doler; en las siguientes los músculos de la espalda se te clavan como si fueran cuchillos» relata. 

maxresdefault-3Aunque pueda parecer lo contrario, estamos ante un oficio que requiere un gran esfuerzo físico. Hay que mover muebles, colchones... Por ejemplo, cuando se trata de literas, se baja el colchón y luego se sube una vez hecha la cama. Por eso nuestra camarera se pregunta «cómo es posible que sólo se reconozca como enfermedad profesional el túnel carpiano y no -por ejemplo- una hernia distal«.

Sara lamenta, como hacen otras de sus compañeras, que las «grandes cadenas hoteleras inviertan en remodelar hoteles, hacerlos muy lujosos y que, sin embargo, no lo hagan en prevención de salud laboral». Algo que el colectivo achaca a que las empresas consideran que se trata de un trabajo para gente poco preparada. «En muchas ocasiones el departamento de pisos es el último, se piensan que es gente que no tiene preparación; pero no siempre es así».

Pese a todo Sara termina su jornada laboral. Mañana volverá, y al día siguiente y al otro… Los siete días de la semana, por eso el convenio recoge 50 días de vacaciones al año; para compensar el esfuerzo. Ella no se arrepiente. Dice que esta orgullosa de su trabajo; aunque lamenta que «durante años no nos hayamos hecho valer y hayamos permitido todo».