Los seres humanos miran al cielo desde hace milenios. Mucho antes de que existieran telescopios o ecuaciones, ya había mujeres y hombres que trazaban líneas imaginarias entre estrellas y se preguntaban qué había más allá. Hoy, la astrofísica convierte aquella curiosidad ancestral en ciencia rigurosa, pero mantiene la misma pregunta esencial: ¿estamos solos?
Para Nuria Álvarez Crespo, doctora en Física por la Universidad de Turín, investigadora en la Agencia Espacial Europea y divulgadora bajo el proyecto Una chica cósmica, la respuesta, aunque sigue sin pruebas definitivas, tiene un sustento lógico: “Es muy anómalo pensar que somos la única vida del universo”. Desde una conversación serena y apasionada, la Dra. Astrofísica repasa el estado actual de la investigación espacial, desmonta mitos y abre puertas a realidades que hoy solo intuimos.
Dra. Astrofísica: La vida está donde no creeríamos buscarla

Álvarez Crespo sostiene una idea que incomoda a nuestra mirada terrestre: “Podríamos tener vida delante de nuestros ojos y no identificarla como vida”. La frase no es un recurso literario, sino un recordatorio sobre uno de los mayores sesgos científicos de nuestra era: buscamos vida que se parezca a la nuestra.
En Marte, por ejemplo, los signos son discretos pero prometedores. El rover Perseverance ha hallado minerales y compuestos químicos asociados, en la Tierra, a actividad microbiana. Son solo indicios, no pruebas. “Para confirmarlo”, explica Nuria, “hay que traer muestras de Marte y analizarlas en laboratorios terrestres”. El problema es tan humano como tecnológico: recortes presupuestarios de la NASA amenazan la misión que debería hacerlo posible.
Mientras tanto, la comunidad científica mantiene la prudencia. La astrofísica lo resume así: “Puede que estemos a diez años de descubrir vida más allá de la Tierra… o puede que los indicios no signifiquen nada”.
El universo es real, aunque parezca ficción
Hablar con Álvarez Crespo es descubrir que la ciencia está llena de ideas que suenan imposibles, pero no lo son. Los agujeros negros son el ejemplo perfecto. Durante décadas fueron poco más que un cálculo matemático extraño. Hoy, son hechos observados, fotografiados y medidos.
“Un agujero negro”, explica la Dra. Astrofísica, “es un lugar donde la gravedad es tan extrema que ni siquiera la luz puede escapar”. No es poesía: es física. Y aunque no podemos ver lo que ocurre dentro —nuestras leyes conocidas dejan de funcionar en su interior—, sabemos que existen y que determinan el destino de las galaxias.
Lo más sorprendente para la Dra. Astrofísica es que en el centro de casi todas las grandes galaxias hay un agujero negro supermasivo, con miles de millones de veces la masa del Sol. ¿Cómo se formaron tan pronto en la historia del universo? Nadie lo sabe. Es una de esas preguntas que hoy marcan el ritmo de la investigación internacional.
Donde aparecen agujeros negros, inevitablemente surge una palabra: hipótesis. ¿Existen los agujeros blancos, supuestos “antiagujeros” capaces de expulsar materia en vez de absorberla? Matemáticamente sí. Observacionalmente, aún no.
La idea, explica la Dra. Astrofísica, es provocadora: un agujero negro podría ser la entrada y un agujero blanco la salida, quizá incluso hacia otro universo. Es el escenario de los multiversos, de los Big Bang repetidos, de la cosmología más especulativa. ¿Ficción científica? No del todo. Es matemática pendiente de evidencia.









