Úrsula no actúa de forma impulsiva en Valle Salvaje; todo movimiento de ella es una estrategia. El objetivo ya lo ha logrado —hacer que Adriana se aleje de Rafael— y es ahora cuando ya no tiene límites; ya no se conforma con eso, sino que ahora centra sus esfuerzos en debilitar a su contrincante por todos los flancos posibles, aprovechando su debilidad para desestabilizar su red de personas.
Pero Rafael no es la única preocupación de Úrsula, ella es consciente de que el verdadero poder radica en influir en las personas que rodean a sus enemigos, si consigue aglutinar a Adriana en su soledad, será la vencedora. Mientras tanto, Julio se agarra a un triunfo inesperado: Adriana, herida por el rechazo de Rafael, ha decidido entregarse a su matrimonio.
1ÚRSULA, LA ARQUITECTA DEL CAOS

Úrsula jamás deja nada al azar en Valle Salvaje y cada uno de sus movimientos es una especie de riesgo bien calculado. Ya ha conseguido lo que se había fijado como meta, que era apartar a Adriana de Rafael, pero su ambición está lejos de terminar en ese punto. Así que su nuevo objetivo es el de quitar valor, el de menoscabar a su rival por diferentes vías, en función de su debilidad, llegando a la de su círculo de apoyo. La desamparo de Adriana no es fortuita, sino la consecuencia de una estrategia bien articulada.
Lo más terrorífico de esto es cómo Úrsula ha llegado a colarse en el círculo íntimo de Adriana. Mediante sonrisas engañosas y favores maquinados, ha llegado a incluir dudas en sus amistades, hasta dejarla sin refugio. Pequeños gestos, como ser la primera en llegar con palabras de consuelo tras un desplante de Rafael o correr la voz a modo de rumores que se envuelven en la preocupación, han hecho su efecto. Adriana, acostumbrada a salvar, no sabe pedir ayuda cuando es ella la que la necesita.
Pero Rafael no es su única obsesión. Úrsula también sabe que el verdadero poder consiste en influir en los personajes que la rodean. Si logra conseguir que Adriana quede completamente aislada, se habrá hinchado de triunfo. Mientras tanto, ha llegado la hora de la celebración del propio Julio: Adriana, herida por el rencor de Rafael, se ha decidido a dar el salto hacia el matrimonio. Para la colectividad son la pareja ideal; en la intimidad, sin embargo, la herida continúa abierta.
El matrimonio de Adriana y Julio es tan solo un teatro representado con una buena interpretación. Él, como quien ha alcanzado el éxito, ni siquiera llega a intuir que ella es solo una actriz vacía. Cada gesto que despliega ante el público se reduce a un sepulcral silencio entre ambos. Úrsula lo sabe y puede que por ello sonríe cuando se los encuentra: sabe que, en cualquier caso, Adriana sigue representando un peligro. Pero un peligro con desgaste es un peligro más elevado, pues no tiene nada que perder.