Historia de las nucleares españolas: el legado del átomo

A mediados del agosto se cumplieron 40 años de servicio de la primera unidad de la central nuclear de Ascó, conocida como Ascó I. Desde que efectuara su primera operación de sincronización el 13 de agosto de 1983, ha generado una cantidad bruta de electricidad que casi alcanza los 300 teravatios hora (TW/h). Junto con su ‘gemela’ Ascó II es la tercera planta más veterana de España, solo por detrás de Almaraz y la sentenciada Garoña, instalaciones que son historia viva de la energía nuclear española y europea. Sin embargo, la relación de España con el átomo es muy anterior, remontándose casi al nacimiento del ‘destructor de mundos’ que preconizó Oppenheimer.

De las plantas nucleares operativas en España, hay dos, las ya mencionadas Almaraz y Ascó, que disponen de dos reactores, mientras que el resto (Garoña, Cofrentes, Trillo y Vandellós) son simples. Este modesto parque es suficiente para acaparar casi una cuarta parte de la generación eléctrica en nuestro país: los registros del Foro Nuclear dicen que en 2022 los siete reactores nucleares presentes en territorio nacional generaron 55.983 GWh netos, lo que ha representado el 20,26% del total de producción.

EL OPPENHEIMER ESPAÑOL

Una infraestructura crucial para la provisión energética, en cuyo germen encontramos un nombre propio: el de José Manuel Otero de Navascués, el ‘padre nuclear’ de España. A este científico multidisciplinar (innovó en campos tan dispares como la óptica y la física) le tocó desempeñar el papel de sabio de cabecera para el régimen franquista, que le puso al frente del proyecto atómico español.

Previamente, en 1945 el Ministerio de Industria y Comercio había reservado a favor del Estado los yacimientos conocidos de uranio en 14 provincias españolas, abonando el terreno para el surgimiento tres años después de la Junta de Investigaciones Atómicas, precursora de las instituciones reguladoras de este tipo de energía en nuestro país, y que tenía a Navascués en el asiento de presidencia.

en 1945 el Ministerio de Industria y Comercio había reservado a favor del Estado los yacimientos conocidos de uranio en 14 provincias españolas

Sus contactos internacionales y buen sentido diplomático le abrieron la puerta de la colaboración de figuras como el matemático estadounidense (de origen austrohúngaro) John von Neumann o el físico teórico alemán Werner Heisenberg. Nombres de primer orden que aceleraron la quema de etapas hacia la realidad nuclear española.

A finales de los 50 inauguró el Centro Juan Vigón de Investigaciones Nucleares, y de su alianza con el sector privado nacieron las compañías Enusa, Nuclenor y Tecnatom, las patas de la mesa en el área de la generación nuclear de electricidad. Tras un infructuoso escarceo con el desarrollo de armas nucleares ‘a la española’ con el llamado ‘Proyecto Islero’ llegó finalmente el gran día: la primera central nuclear española, la planta José Cabrera, situada en Almonacid de Zorita (Guadalajara) en la comarca de La Alcarria, que se conectó a la red eléctrica en el 69. La España de Franco se apuntaba a la ‘energía del futuro’ a cuyo potencial no se adivinaba techo en aquella época.

EL DECLIVE

El panorama nuclear español ‘post-Navascués’ ha sido, en líneas generales, menguante. Primero llegó la caída de la demanda eléctrica provocada por la crisis de los 70; y en 1983 Felipe González, que debía cumplir la promesa electoral de ‘limitar’ la presencia atómica en el parque eléctrico, impuso la llamada moratoria nuclear. Articulada en el Plan Energético Nacional (PEN) de ese mismo año, congeló los siete proyectos nucleares en curso, ubicados en Lemóniz (Vizcaya), Valdecaballeros (Badajoz) y Trillo (Guadalajara). A pesar de todo, en la década de los 80 entraron en funcionamiento las centrales de Almaraz, Ascó, Cofrentes, Vandellós II y Trillo.

manifestacion nuclear garona Merca2.es
Más de 120 organizaciones españolas y portuguesas se manifiestan este sábado en Madrid por el cierre de las nucleares (Foto de ARCHIVO) 10/6/2017

El desastre de Chernóbil intensificó el movimiento antinuclear en todo el mundo, aumentando la presión sobre el sector. En 1992 se puso en marcha el Centro de Almacenamiento de Residuos de Baja y Media Actividad de El Cabril (Córdoba), que palió la inquietud social respecto a los deshechos derivados de la actividad de las plantas.

El desastre de Chernóbil intensificó el movimiento antinuclear en todo el mundo, aumentando la presión sobre el sector

Y así llegamos a los actuales tiempos de adelgazamiento del parque nuclear, herido de nuevo por otra catástrofe masiva, la de Fukushima. La primera central del país, la José Cabrera, se encuentra en proceso de desmantelamiento, mientras que Garoña está condenada al mismo destino, sea cual sea el próximo Gobierno.

En cuanto a Ascó, renovó su autorización de explotación en 2021, asegurándose otros 9 años de actividad. A sus bien llevados 40 años, las instalaciones inician su entrada en la llamada Operación a Largo Plazo (OLP), lo que obligará a nuevos procedimientos en aspectos como la gestión de los residuos y el mantenimiento de las estructuras.