Bosques españoles frente a gas ruso: gana la calefacción con biomasa

La fuerte dependencia energética del exterior lastra la factura energética de España y, aunque la escalada de precios en el mercado mayorista tiene ahora un impacto directo en el recibo de la luz de los consumidores, el fondo del problema es el de siempre. El aprovechamiento de recursos autóctonos producidos localmente reduce la dependencia exterior. Además, el frío asoma y la biomasa para calefacción ofrece una solución sostenible, eficiente y a precio estable. En definitiva, la gestión sostenible de los bosques españoles ofrece una alternativa al gas ruso, mucho más caro y contaminante.

El mercado energético se ha movido a golpe de sobresalto con los sucesivos récords, dinamitados casi diario, del coste de la generación eléctrica. Un repunte continuado que ha traspasado lo sectorial provocando una conmoción social por el efecto de la tensión de los mercados en el recibo de la luz de viviendas, pymes e industrias. Con la temporada de frío a las puertas, la biomasa para usos térmicos -agua caliente y calefacción- genera importantes ahorros en la factura energética.

El sector biomasa forestal para generación de calor -en forma de pellet de madera, briquetas o astilla- está viviendo un «momento dulce» con el avance de numerosos proyectos y la asignación de incentivos que ayudan a hacerlos realidad, explican desde la Asociación Española de la Biomasa (Avebiom).

El sector de la biomasa mueve más de 3.000 millones de euros en su conjunto en España

Pero, sobre todo, está consiguiendo el respaldo de la sociedad, que comprende cada vez más los beneficios medioambientales y económicos que reporta la valorización energética de la biomasa, que se deriva de la correcta gestión y conservación de los bosques: prevención de incendios forestales y vigorización de la España vaciada, amén de su menor coste para calefacción en comparación con combustibles fósiles como el gasóleo y el gas natural o la electricidad.

Dentro de las renovables, el sector de la biomasa mueve más de 3.000 millones de euros en su conjunto en España y confía en seguir siendo imprescindible como energía de respaldo -es almacenable y se puede usar a demanda- para el mix energético del país.

José Antonio La cal, socio de Bioliza, recordaba estos días en el Congreso Internacional de Bioenergía (Valladolid) que «las oleícolas, almazaras y extractoras de aceite de orujo principalmente, generan los muchos subproductos en sus respectivos procesos productivos con valor energético».

En el I Salón del Gas Renovable organizado por Avebiom, Jacobo Canseco, responsable de Energía Verde de Axpo Iberia, incidía en que «España tiene un alto potencial de producción de biometano, sin embargo, está a la cola de proyectos en ejecución si nos comparamos con los países de nuestro entorno».

Otros de los temas que se abordan en esta cita sobre gas renovable son los retos de la biomasa como fuente de energía primaria en procesos industriales por parte de Emilio L. López, consejero delegado de Enso, o los retos y oportunidades del mercado de gas renovable sobre los que hablarán, entre otros, Marta Peiró, responsable de Proyectos Biometano de Naturgy o Héctor Palacios, key account manager de Engie. Por otro lado, el director de proyectos de Ence Energía, Carlos Izaguirre, disertará sobre el cambio de mix energético en una planta bioeléctrica.

50.000 ESTUFAS Y CALDERAS EL AÑO DE LA PANDEMIA

Más 400.000 viviendas independientes se calientan con estufas o calderas de biomasa a cierre de 2020, según datos del Observatorio de la Biomasa de Avebiom. Usar biomasa como fuente de energía para calefacción beneficia al medio ambiente, mejorando la gestión de los recursos forestales, promoviendo la economía circular en la industria y, sobre todo, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático.

En 2020 se instalaron 49.589 estufas y calderas de biomasa de hasta 50 kW de potencia. Con esta aportación, el parque nacional de equipos de calefacción alimentados con biocombustibles sólidos se sitúa en 403.618 unidades. De estos, el 98% están ubicados en viviendas independientes.

La tendencia es muy positiva, aunque en números absolutos todavía estamos lejos de países de nuestro entorno, como Francia, que cuenta con 1,2 millones de estufas y calderas de biomasa funcionando, o Italia con 2,2 millones. Las administraciones públicas francesa e italiana promueven desde hace años el cambio de modelo energético hacia las energías renovables en los sistemas de calefacción de las viviendas.

Todos los equipos de calefacción residencial con biomasa consumieron el año pasado en nuestro país alrededor de 505.000 toneladas de pellet y otros biocombustibles de origen natural y renovable como el hueso de aceituna, procedente de la industria del aceite de oliva, las astillas de madera o las cáscaras de frutos secos.

Un dato relevante es que el pellet consumido durante 2020 para calentar viviendas evitó el consumo equivalente de 254 millones de litros de gasóleo de calefacción, 29 millones de litros más sustituidos en comparación con el año anterior, y con ello se evitaron también las emisiones equivalentes a retirar de la circulación 450.000 coches.

Al cierre de 2020 operaban en España 14.329 calderas industriales de biomasa -las de potencia superior a 50 kW-, proporcionando energía térmica a comunidades de vecinos, edificios públicos, industrias, complejos comerciales y redes de calor. En total, 925 nuevas instalaciones respecto a 2019.

EL PROBLEMA DEL GAS PARA ELECTRICIDAD

El sistema español de generación eléctrica renovable no cubre toda la demanda en muchos momentos del día, por lo que necesita acudir a la generación por ciclos combinados.

Estos ciclos combinados utilizan gas fósil (llamado gas natural) en centrales de generación de energía eléctrica en las que se transforma la energía térmica del gas en electricidad mediante dos ciclos consecutivos: el que corresponde a una turbina de gas convencional y el de una turbina de vapor.

El precio del gas se ha disparado un 500% y el precio de los derechos de emisión de CO2 también han subido como la espuma este año. España no tiene gas, por lo que depende de las importaciones, sobre todo de Argelia y Rusia. El problema es que nunca antes había existido una competencia tan feroz entre Europa y Asia para atraer las cargas de gas natural licuado (GNL) mundial. China y Japón están consumiendo gas a unos niveles nunca antes conocidos y eso hace que, ante la mayor demanda, los precios se disparen.

BIOMASA, CLAVE EN LA GESTIÓN DE LOS BOSQUES

Los principales problemas a los que las superficies forestales europeas tienen que hacer frente vienen de los incendios forestales, cambios de uso del terreno y pérdida de calidad de las masas boscosas por plagas y sequías. En este sentido, la gestión forestal sostenible y el aprovechamiento forestal se erigen como las mejores herramientas para luchar contra estos problemas y garantizar la mejor calidad posible de nuestras masas boscosas.

La mejora de los sumideros de carbono forestales necesita no solo de un crecimiento de su superficie a nivel mundial (frenando la deforestación en aquellos puntos donde se da esta situación), si no que necesita gestionar de forma sostenible las masas forestales existentes para que amplíen su capacidad de absorción y retención. Esto se consigue mediante una silvicultura sostenible, aprovechando y poniendo en valor los productos de madera que prolongan el almacenamiento de CO2.

Las tareas silvícolas, como podas y clareos, entre otras, disminuyen el riesgo de incendios, previenen contra plagas y enfermedades, además de permitir un mayor crecimiento de los ejemplares sanos.

Las tareas silvícolas asociadas a la gestión forestal y el aprovechamiento maderero generan subproductos para la valorización de esta biomasa forestal que se convierte en pieza clave para la obtención de los recursos económicos necesarios que permiten la gestión forestal. Además, la gestión forestal permite retirar y gestionar la materia vegetal antes de que se acumule y pueda dar lugar a problemas.

Esta biomasa forestal, gestionada correctamente, reduce las emisiones durante su combustión que, a su vez, son compensadas no por la reposición del árbol del que proviene, si no por la mejora de las masas forestales que rodeaban el árbol que dio lugar a este biocombustible.

María Castañeda
María Castañeda
Redactora de MERCA2 de empresas y economía; especializada en energía, sostenibilidad y turismo.