Un puñado de empresas controlan, en gran medida, el llamado mercado militar. Más conocidas como ‘Los Señores de la Guerra’ las cinco grandes firmas (Loocked Martin, Boeing, Raytheon, Bae Systems y Northrop Grumman) suman más de 130.000 millones de dólares en ingresos por la venta de armas y sistemas de defensa. Ahora, con la salida de EE.UU. de Afganistán, que se concretó el pasado 8 de julio, las compañías han sufrido un impacto en sus cotizaciones superior a los 8.140 millones de dólares (unos 6.900 millones de euros).
Así, ese 8 de julio, que era jueves, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dictaminaba oficialmente el adiós de las tropas estadounidenses en territorio afgano. El discurso lo ejecutó a la salida de la base militar de Bagram, que había sido una de las más activas en las últimas semanas. Las palabras del dirigente confirmaron la salida de las últimas tropas en el país centroasiático se completará el próximo 31 de agosto, once días antes de lo inicialmente previsto, en el 20º aniversario de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
El discurso de Biden se atuvo a lo esperado, al mismo mensaje de cerrar capítulos y poner fin a guerras interminables que repite desde que tomó posesión como presidente en enero. Con ello, también dice adiós a un negocio muy rentable muchas empresas, entre ellas, los gigantes anteriormente mencionados. Aunque no todo son penas, dado que alguno de ellos más allá de sufrir una debacle bursátil ha obtenido una revalorización importante. La razón es que si bien la guerra ha terminado, como tal, la amenaza es ahora más grande.
EL NUEVO CAMINO PARA LAS EMPRESAS ARMAMENTÍSTICAS
La dirección que debe tomar la industria armamentística quizás se puede atisbar mejor con la ocurrido en Afganistán y como ha afectado de manera desigual a las grandes empresas del sector de la defensa. El mejor ejemplo es contrastar la evolución de Loocked Martin, que ha caído cerca de un 7%, y el de Bae Systems, cuyos títulos se han revalorizado otro 7%.
las redes de defensa de Bae son más demandadas que las armas mortíferas de Lockeed
¿Dónde está la diferencia? En la especialización de cada uno. Así, Loocked Martin es uno de los gigantes de la aeronáutica de combate y diseña algunos de los cazas, misiles o helicópteros más utilizados en todo el mundo. De hecho, ha sido durante muchos años el mayor contratista militar de EE.UU. Sin ir más lejos, uno de sus últimos modelos se hizo generalizado en todo el mundo, el F-35 Lightning II.
Por su parte, Bae Systems es una firma británica que está especializada no tanto en la construcción de aeronaves o carros de combate como en sistemas de información e interceptación. La compañía sigue interviniendo, a través de diferentes programas, pero su fuerte cada vez está más en la detención anticipada de ataques, gracias a su desarrollo en sistemas de información interconectados o un sistema de radar ampliados.
Al final, las potencias occidentales están optando por una posición más de perfil. En lugar de matar las moscas a cañonazos, como se hacía en los 90 con la entrada militar en los países, ahora se busca neutralizar las amenazas de forma más personalizada actuando en el foco del problema. Por ello, las redes de Bae son más demandadas que las armas mortíferas de Lockeed y, a su vez, otros grandes fabricantes de armas como Boeing ( a través de sus aviones de combate) o Northrop Grumman, ambas también con pérdidas.
LA INTELIGENCIA DE EE.UU. EN EVIDENCIA
Pero no todo es tan fácil. Al fin y al cabo, la rápida toma de poder de los talibanes en Afganistán o la caótica salida de funcionarios, diplomáticos y otro personal de élite que se está produciendo en el país pone en tela de juicio esa supuesta capacidad de Biden (y el resto de potencias occidentales) para adelantarse a los acontecimientos.
Curiosamente, durante aquella intervención Biden expresó dos frases que ahora, 40 días después, le caricaturizan. La rapidez en el repliegue, subrayó el presidente, es sinónimo de seguridad para los militares, pero ahora toda la operativa de salida es un caos sin precedente. Una situación que no puede acabar bien, de hecho, las imágenes en el aeropuerto de la capital, Kabul, son excesivamente graves.
Por otro lado, también señaló que «no fuimos a Afganistán a construir un país. El pueblo afgano tiene el derecho y la responsabilidad de decidir por si solo su futuro y cómo quiere gobernar su país». Unas palabras que resuenan a mofa, tras comprobar como los talibanes van a tomar el país (a la fuerza) y el resultado de ello (con masacres generalizadas).
En definitiva, la retirada de Afganistán le ha costado mucho dinero a las empresas armamentísticas. Pero probablemente solo sea un efecto transitorio hasta que de nuevo puedan proveer a los Gobiernos de nuevas armas, más sofisticadas, a su medida. Aunque lo que no será transitorio es el enorme daño que se ha hecho a la región que queda presa de uno de los regímenes más sanguinarios y liberticidas que todavía quedan sobre la tierra.