La comisión ‘antifakes’ del Gobierno provoca una algarada mediática

Decía Voltaire que «es peligroso tener razón cuando el Gobierno está equivocado». Y todos los gobiernos se equivocan cuando pretenden controlar la información de forma obscena: se equivocó Franco con la censura de la que se ríe la cinematográfica ‘Explota, explota’; erró Aznar cuando intentó dejar a la izquierda sin respiraderos mediáticos y falló Soraya cuando pontificó sobre las fake news. Ahora, Iván Redondo y Miguel Ángel Oliver han querido su momento de gloria.

Lo curioso del tema que nos lleva a este artículo es que hasta ahora el PSOE manipulaba igual que el PP… pero lo hacía de manera mucho más profesional. Es decir, a ningún socialista se le ocurriría colocar a Alfredo Urdaci en el Telediario del prime time, cambiar de cadena a Buruaga para controlar informativos de medios privados o llamar a los corresponsales extranjeros en Madrid para asegurar que el 11-M lo había perpetrado ETA.

Y decimos ocurriría porque este PSOE de Pedro Sánchez está protagonizando algunos patinazos en materia mediática que se evidencian en los obscenos planes de RTVE, Jesús Cintora no puede presentar una tertulia antes del ‘Telediario 1’, y en la ocurrencia de la vicepresidenta Carmen Calvo de crear una comisión ‘antifakes’ con la que soñaba hace unos años Pablo Iglesias.

EL GOBIERNO PATINA

El Gobierno de España asegura que la comisión analizará la «desinformación» y examinará «el pluralismo de los medios». El BOE de este 5 de noviembre daba cuenta de una orden del Ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática que recuerda que los ciudadanos deben recibir una «información veraz y diversa» ahora amenazada por la «difusión deliberada, a gran escala y sistemática» de información falsa que pretende «influir en la sociedad».

Calvo, que quiere utilizar para su plan al European Democracy Action Plan, pretende «garantizar» unos procesos electorales «libres y justos». Es decir, la vicepresidenta hereda la obsesión de su antecesora, Soraya Sáenz de Santamaría, que tampoco parecía saber que las fake news existen desde la Edad Media y no son exclusivas de rusos digitalizados que pretenden independizar Catalunya mediante retuits.

Soraya en febrero de 2018 olvidaba que ella junto a María Pico controlaban las principales tertulias de radio y tele y casi todos los periódicos. Y aseguraba que existía la «obligación del Gobierno de vigilar la proliferación» de fakes. Por aquellos días Pablo Casado, en sintonía con su entonces jefa y con ánimo de hacer méritos, también se reconocía muy preocupado sobre las fake news en ABC. Y es que el PP quiso intentar regularlas… pero no llegaron tan lejos como Calvo.

PLURALIDAD

En aquel encuentro organizado por Red.es, Soraya se hacía preguntas con motivo de justificar su proyecto inacabado: «¿Tenemos los gobiernos la obligación de vigilar la proliferación de las fake news? ¿Debemos los parlamentos regular esta situación?».

Y se respondía: «El Derecho a la información resulta menoscabado tanto si se evita el acceso a la información por parte de los ciudadanos, como si se menoscaba la verdad. La manipulación y el menosprecio a la verdad afecta a la capacidad de las personas para tomar decisiones».

Por aquel entonces las asociaciones de prensa callaban contra Soraya y hoy están encantadas con denunciar cualquier error del PSOE o Podemos, faltaría más. La Asociación de Prensa de Madrid asegura ahora que la regulación «puede convertirse en censura».

Y la Asociación de Medios de Información va más allá y dice que la ocurrencia socialista «podría vulnerar el espíritu de la Constitución». Nemesio Rodríguez de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España), teme que el asunto se utilice con fines políticos.

REGALO DEL GOBIERNO

La oposición hace bien en aprovechar el sustancioso regalo del PSOE: Vox agudiza su tono democrático y dice que Sánchez es un «dictador» y Pablo Montesinos, del PP, asegura que «el Gobierno tendrá en frente al PP en defensa de la libertad de información».

Cierto es que la libertad de información se utiliza para que medios de Vox equiparen a gobiernos democráticos como el de la II República con una dictadura fascista como la de Franco, para que gurús del misterio homologuen en debates la ciencia y la fe y para que los haters de lo políticamente correcto obvien que la corrección del siglo XXI implica barrer mucha zafiedad del XX. Pero aun así la libertad de prensa trufada de fakes es como la democracia: el sistema menos malo que conocemos.

‘LA VERDAD’

Populismos de derecha e izquierda recogen votos zarandeando a una profesión periodística que se ha convertido en escasamente creíble porque su sangrante precariedad la ha convertido en el poder más barato de comprar por políticos y empresas.

En esta jungla informativa del siglo XXI las guardabarreras sobran y el periodismo apenas puede aportar el contexto. Y ese criterio ha conllevado que las networks estadounidenses NBC, CBS y ABC corten un discurso golpista del todavía presidente Donald Trump, desmentido hasta por la FOX News.

Este ejemplo, medios más o menos creíbles que utilizan su criterio para hacer buena la frase de Voltaire, es el único válido en Occidente. Y es que el Gobierno, que controla a los medios a través del reparto discrecional de licencias de TDT, que dosifica millonarias campañas publicitarias que salen de nuestros impuestos y que manipula a su antojo RTVE, debería abstenerse de crear unos comités en nombre de ‘la Verdad’. Porque la bonita teoría, en estos casos, se ensucia siempre con la práctica.