viernes, 13 diciembre 2024

El ocaso de los quioscos: no quieren una lenta agonía

Se habla mucho de proteger la cultura y su alrededor, pero pocas veces se hace mención a los quioscos. Hace un par de años, Manuela Carmena calificaba a los quioscos como faros culturales, “abandonados”, añade uno de los miembros del gremio de los quiosqueros. El principio del fin de los periódicos impresos ha tenido consecuencias devastadoras para los quioscos, que han visto reducida su presencia a más de la mitad en apenas una década. Los políticos escuchan sus peticiones para intentar salvarse, pero no actúan; las editoriales y distribuidoras se alían dejándolos fuera de la ecuación; y, las nuevas generaciones no muestran intención alguna de dar continuidad a su vida.

Acudir a primera hora al quiosco para hacerse con una de las últimas publicaciones diarias de alguno de los periódicos era, hace no tanto, una práctica habitual. Hoy, la venta de prensa en los quioscos solo representa el 20% de su negocio. El resto corresponde a chucherías, paraguas, imanes y demás productos. Los quiosqueros se han visto abocados a la venta de este tipo de productos ante la caída en picado de ventas de prensa y publicaciones.

El relevo generacional es clave para la supervivencia de estos negocios. ¿Quién vendrá al quiosco cuando falte la gente mayor?, se pregunta José Marcos Sánchez desde su quiosco en el número 135 de Príncipe de Vergara. Más de 50 años detrás del mostrador, primero en el de sus padres, y más tarde en el suyo propio, le hacen reflexionar sobre la evolución de un negocio que vive sus horas más bajas.

Muchos de los quioscos que ocupan las aceras de Madrid son herencia familiar, como el caso de José Marcos. Cuando yo me jubile, cuenta el quiosquero, no voy a dejar a mis hijos aquí, porque tienen un trabajo más aceptable que meterles en un quiosco. “No va a haber generaciones que sigan con los quioscos”, se lamenta. El negocio de los quioscos, que un día fue rentable, está agotando su tiempo ahogado por la poca ayuda institucional y por el papel (y nunca mejor dicho) de editoriales y distribuidoras.

POCO APOYO INSTITUCIONAL

José Marcos es miembro de la Asociación de Vendedores de Prensa de Madrid (AVVPM). Esta organización agrupa unos 470 quiosqueros aproximadamente, aunque menos de diez años atrás, la cifra de asociados superaba los 800. Este descenso es un reflejo de la cantidad de cierres de quioscos. La AVVPM es la encargada de reunirse con las instituciones políticas para transmitirles las peticiones del gremio, que, de ser llevadas a la práctica, conseguirían prolongar la vida de los «faros culturales».

A finales de año, en octubre de 2019, la asociación madrileña entregaba a Begoña Villacís un documento con propuestas de mejora para el sector. Además, para las próximas semanas está previsto un nuevo encuentro con organismos políticos en el que trasladaran nuevas cuestiones, o más bien, volverán a insistir en las ya solicitadas. “Nos escuchan, pero nos sentimos muy poco apoyados por las instituciones políticas”, añade Marcos.

La liberalización de la publicidad, la posibilidad de fraccionar los pagos del canon de ocupación o la ampliación de los espacios son algunas de las históricas peticiones del colectivo de prensa. En esta línea, añade Marcos, que no reciben ningún tipo de ayuda, aunque estaría bien que se propusiera algo, pero por ese lado va a ser complicado. “Ni viene ni se le espera”, termina mientras cobra a la única clienta del quiosco durante la entrevista.

CANON FRACCIONADO, CORDÓN PUBLICITARIO Y LICENCIAS

La cuestión del canon representa una de las batallas más antiguas dentro del gremio de los quiosqueros. Este pago anual depende de la calle en la que se ubica el quiosco, pero puede pasar de los 1.500 euros. Por este motivo, los quiosqueros piden tener la posibilidad de fraccionar el pago del canon, “creo que esto nos lo van a conceder, porque si no, muchos se irían”, comenta Marcos con cierta esperanza.

A la hora de traspasar un quiosco, los propietarios de estos pequeños negocios encuentran grandes inconvenientes. El principal problema es que el valor de un quiosco varía en función del tiempo que reste a la licencia. Estas licencias se conceden por quince años, prorrogables a otros quince. Una vez transcurridos los 30 años, se da paso a un nuevo procedimiento de licitación pública. Y así, a más antigüedad de la licencia, más bajo será el valor del negocio.

Parte trasera del quiosco Merca2.es
Parte trasera del quiosco de Príncipe de Vergara, 135 con publicidad cultural

La publicidad es un tema recurrente en las peticiones de los quiosqueros de Madrid a las instituciones políticas. Actualmente, los quioscos solo están autorizados a tener publicidad de índole editorial o cultural. El gremio reclama una apertura en este sentido, “se lo hemos pedido a todo el mundo”, confiesa Marcos refiriéndose. Añade que, tras años de intentos por formar una mesa de trabajo en la que se pueda solucionar este tema, encuentran muy poco apoyo por parte de las instituciones.

Lo cierto es que, la autorización de publicidad genérica sería una vía de salvación para los que todavía mantienen vivo su quiosco. La rentabilidad del negocio sería mayor, por lo que resultaría más atractivo para nuevas generaciones: “Con la publicidad podría subsistir el que viniera (en caso de traspaso), pero tampoco nos dejan”, apunta el quiosquero de Príncipe de Vergara en relación a la supervivencia de los quioscos.

EN PIE DE GUERRA CON EDITORIALES Y DISTRIBUIDORA

Las ofertas de suscripción de la prensa impresa están encaminadas a dejar fuera del juego a loa quioscos. Las suscripciones rebajan el precio e incluyen regalos, y son los quiosqueros quienes, de manera indirecta, las ofrecen. “¿por qué tengo que hacer yo de mediación para vender un periódico que el cliente se va a suscribir, le va a salir más barato y va a ganar más de lo que gano yo? No tiene sentido, nos perjudicamos a nosotros mismos”.

Potenciar los modelos de suscripción lleva a pensar que existe algún tipo de acuerdo entre editores y distribuidora para que desaparezca la prensa de los quioscos. “Estamos metiendo al zorro en el gallinero”, comenta el quiosquero. “Estamos aquí para vender, si encima tenemos que dar un boletín de suscripción que nos va a dejar sin negocio y nos están utilizando”, aclara.

«Si quieren que desaparezca la prensa que la quiten, pero que no nos hagan agonizar poco a poco”, concluye José Marcos Sánchez.


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