Un año más, la paz que envuelve la Playa de la Magdalena en Santander se rompe durante unos días. Políticos, empresarios, académicos, periodistas… todos juntos debatiendo sobre la cuestión tecnológica. Sin embargo, esta edición, como ha sucedido con las últimas, llega con el tufo de un país a medio hacer. Sin Gobierno estable, sin perspectiva de ello; con unas empresas que recelan de esta situación; y un futuro que debe escribirse ya mismo, pero que lo hace con los Presupuestos Generales de hace dos presidencias.
Así arranca el ’33 Encuentro de la Economía Digital y las Telecomunicaciones’. El “momento de la reindustrialización digital”, reza el lema oficial del evento. ¿“Re”? Quizá haya que correr para que la rueda gire, pero ahora mismo España debe hacer una cosa, que también empieza por “re”, y es resetear.
El encuentro de este año tiene un marcado carácter institucional. Asiste el presidente del Gobierno, tres ministras (todos en funciones) y multitud de cargos oficiales dependientes del actual Ejecutivo. Muchas decisiones emanan de quienes pueden no tener cargo cuando finalice el año. Y ese es el problema.
La tecnología debería ir por un camino. La política por otro. Pero no se pueden separar. Y menos cuando en estas fechas asistimos a guerras comerciales, amenazas de vetos por fiscalizar a ciertas empresas o carreras por pagar impuestos en países punteros como Holanda o Irlanda. Por eso resultará difícil esta semana no hablar de tecnología sin pensar en política.
Aunque el presidente de Ametic (organizadora del evento), Pedro Mier, dejará claro a la prensa que a Santander se viene a hablar de tecnología, innovación, y todo lo que quepa entre ambos conceptos. Razón no le falta. Pero es que cada mesa redonda, ponencia o charla de debate hunde sus raíces, en gran medida, en la gestión pública.
IDEAS TRONCALES DE #SANTANDER33
“Profesionales del futuro en el ámbito digital”. ¿Quién no tiene miedo a la llegada de la robotización masiva? Seguramente en el desarrollo de la mesa de debate se intentará tranquilizar al personal. Es obligación de las empresas. Lógico. Para no mojarse mucho, en caso de lluvia, habrá lugares comunes. Se perderán puestos de trabajo, sí; pero se crearán otros nuevos. ¿Los que entran por los que salen? Parece que no, pero de eso ya hablaremos en otro momento.
Aunque ese momento debe ser ahora. Si una fábrica donde antes había 100 trabajadores, ahora se necesita solo a 50 gracias a la tecnología… ¿Qué hacemos con los restantes? ¿Cómo se generan los impuestos perdidos en el viaje? Y que nadie sugiera que las empresas paguen más, que Dublín está a dos horas en avión.
Sobre 5G también hay debate. Sin operadores de telefonía, eso sí. La riña entre patronales, aunque agua pasada, todavía está viva. Y ahí vuelve a surgir la Administración. De su talante recaudador para la subasta de espectro se derivará mayor o menor inversión por parte de las empresas, y eso genera una espiral que afecta a todos.
Digitalización en las pymes, gestión de vehículos conectados, fiscalidad… tema tras tema, y abriendo cada sesión a primera hora una ministra, habrá muy pocas ponencias que no conjuguen su futuro con la gestión pública. Se quiera o no, un país que cuando amanece no sabe si mirar a izquierda o derecha provoca que las empresas sean perezosas a la hora de invertir. Sobre todo a largo plazo, con grandes planes industriales…
PERO HABLEMOS DE TECNOLOGÍA
En todo caso, a Santander hay que llegar llorado. Básicamente porque los que darán la cara a nivel institucional pueden no estar dentro de unos meses. Sin embargo, lo que se aborde desde la perspectiva tecnológica, quedará.
Esa debe ser la clave. Plantear los propósitos, las necesidades. Detectar la hoja de ruta, y advertir que si los políticos y la sociedad quieren empresas punteras y capaces de guiar a un país, deben dejar que trabajen tranquilos. Con marcos jurídicos estables, regulaciones asumibles e impuestos… (aquí que cada uno valore).