La noticia del interés de los Lakers por Carmelo Anthony (publicada por ESPN) pasó desapercibida, casi escondida, entre las innumerables publicaciones que se arremolinaron entre traspasos que fueron los que no fueron. En España, teníamos suficiente con uno de los torneos fetiche del mundo del baloncesto, la Copa del Rey y el auténtico terremoto posterior. Mientras que en Estados Unidos el fin de semana de las estrellas lo absorbe informativamente todo. Sea como fuera, la atracción de dos de los cuerpos celestes sobre los que ha pivotado la NBA en los últimos años nunca se puede pasar por alto, aunque la luz de ambos ya no brille como antes.
El 2018, década y media después de su llegada, todo termino por romperse para el jugador nacido en Brooklyn. A mediados de noviembre Melo se apagó, y lo hizo como mueren las estrellas más altas que alcanzamos a ver en el cielo, de manera lenta hasta un final casi agónico. Como si hubiera conseguido convencer a cada uno de los aficionados al baloncesto de que su maná para la anotación se había extinguido.
Pese al abrupto final en Houston, no existe un mejor ejemplo de lo que ha sido Melo (y de su final) que su paso por New York. En la Gran Manzana fue el líder indiscutible, la estrella a la que seguir 24 horas, un estandarte que debía guiar a la histórica franquicia de los Knicks (el equipo que jugó el primer partido en la historia de la NBA) a lo más alto de la competición. El resultado es público Anthony no era ni Willis Reed ni Patrick Ewing, pero también es justo recalcar a los escuderos de cada uno de dichos líderes: Calderon, JR Smith, Afflalo, Lou Amundson o Tyson Chandler nunca se han podido comparar con Derek Harper, John Starks, Allan Houston, Charles Oakley o los antiguos campeones Dave DeBusschere, Earl Monroe o Walt Frazier.
Para ser justos con la etapa neoyorquina de Melo se debe recalcar que vino precedida, quizás el término que más se ajusta fue el de condicionada, por el talento descomunal que reunía en sus manos el jugador. De tal manera, dicho maná para el juego -en especial para la anotación- que le llevo a Nueva York provocó también que arribase a un auténtico solar. Al final, el paso de Anthony por los Knicks se recordará como si él fuera el problema y no el problema en el que lo habían metido.
La plena descomposición de la plantilla y el desierto en el que jugaba Melo, se comprende mejor al recordar algunos de sus partidos con el equipo en Playoff: en el cuarto partido de la serie de primera ronda de Conferencia en 2015, los Celtics (de Garnett, Allen o Pierce) doblegaban a los Knicks en Boston en una contienda en la que Anthony se marchó hasta los 36 puntos, pero ejecutó hasta 62 tiros (incluidos los libres). En aquel partido, Raymon Felton fue su mejor escudero, mientras tenía en frente a Garnett, Pierce, Allen o Jason Terry. Un año antes, Carmelo batía el récord de anotación de la franquicia tras meter 62 puntos, eso sí absorbiendo hasta 51 tiros e incluso ostentaría también el de máximo anotador en un cuarto.
En definitiva, esa soledad como ejecutor de garantías en el equipo, añadida a una manifiesta fragilidad física (Anthony nunca ha sido un jugador físico al nivel de Lebron o Jordan) acrecentó la idea en el aficionado de un jugador individualista casi al extremo, en momentos desmotivado y cuyo liderazgo tendía a diluirse. Un estigma que no se ha quitado en su paso por Oklahoma y Houston, es más probablemente se acrecentó, y que finalmente le llevó a su desaparición del mundo del baloncesto.
Un final que el jugador está trabajando para cambiar. Así lo quiso dejar reflejado a través de un tuit en el que subió junto a una foto suya, tras un entrenamiento y en el que rezaba el siguiente texto: «When You Are Patient In The Fulfillment of YOUR Vision, You Are Able To Be Calm In The Midst Of EVERYONE Else Uncertainty» («Cuando se es paciente en el cumplimiento de tu objetivo, serás capaz de estar en calma en mitad de la incertidumbre de los demás»). Una promesa de regreso que podría tener su acomodo en los Lakers de su amigo Lebron, y en los que podría encajar mejor de lo que se piensa.
UNA INCÓGNITA LLAMADA LOS ÁNGELES LAKERS
Los Lakers han conseguido recientemente dos hitos importantes en la historia de la NBA: el primero es conseguir que Lebron James alcance la mitad de la temporada con más derrotas que victorias, tras un record de 6-11 desde su lesión en Navidades. En segundo lugar, enfadar a cerca de la mitad de la plantilla tras ponerle literalmente un lacito para traer a Anthony Davis. Una química e inseguridad que se ha visto reflejada en los últimos partidos.
Aunque todavía queda lo mejor, uno de los veranos más movidos que se recuerdan en los Los Ángeles en los últimos años. Magic Johnson ha prometido mover el mercado de agentes libres y buscar alguna referencia importante para el equipo, unas de las condiciones que puso encima de la mesa para que James aceptase para vestir la elástica de oro y púrpura. Para todo ello, cuenta con un ramillete de jóvenes promesas de las que el club ya se ha mostrado partidario de largar, por lo que cualquier cosa puede pasar.
En definitiva, sea con traspasos o agentes libres el nombre de Lakers y Lebron son un imán lo suficientemente fuerte como para atraer a cualquier gran jugador y en mitad de todo ello estaría Melo, con un coste muy bajo merced a su contrato de veterano. Un lujo, si llega en forma, para cualquier equipo que no solo le libere de amasar balón, sino que le de ese equilibrio necesario de ritmo y juego con el que ya ha lucido en otras ocasiones. En 2013, en unos Nuggets competitivos y corales ejerció los mejores momentos de su carrera (promediando 24.8 puntos). Incluso podría verse su versión más demoledora y depredadora, la que ejerció junto a Lebron en los Juegos Olímpicos.
A Melo todavía le queda baloncesto, como demostrará, y Los Ángeles podría ser su redención. Una muy dulce al lado de su gran amigo, Lebron, luchando por alcanzar una gloria que le ha sido siempre esquiva. Quizás la última gran oportunidad de dejar constancia en la actualidad lo que se reconocerá dentro de alguna década, que Melo ha sido uno de los mejores jugadores de esta etapa del baloncesto y quizás (hasta la llegada de Durant o Harden) uno de los más prolíficos y talentosos anotadores de la historia del baloncesto.