Banco Santander: hacia una plataforma digital de servicios financieros

El Grupo de Banco Santander busca liderar la banca del futuro a través de una nueva estrategia global:construir plataformas abiertas a terceros que ofrezcan nuevos servicios financieros seleccionando y combinando las mejores piezas del tablero. El objetivo es poner a disposición de los clientes el producto de más calidad y que mejor se adapte a sus necesidades.

Porque el futuro de los bancos es colaborativo. Las entidades más avanzadas en todo el mundo tienen ya o están trabajando en infraestructuras abiertas a terceros, por ejemplo: a nuevas startups que puedan diseñar nuevos negocios financieros basados en datos anónimos de transacciones de clientes bancarios. La banca tradicional, que tiene el tamaño, la rentabilidad, la base de clientes y los datos, busca alianzas que le permitan avanzar más rápido, llevar la mejor innovación a millones de personas y ser más competitivos en la nueva sociedad digital, construyendo plataformas abiertas a terceros. Las fintech pueden tener muy buenas ideas, pero solas no son capaces de escalarlas ni de moverse lo suficientemente rápido para ser rentables a largo plazo.

Las llamadas API (Application Program Interface) son las siglas de un “enchufe universal” que permite unir fácilmente distintas infraestructuras tecnológicas digitales. Mediante estas API, se pueden agregar y almacenar en nubes informáticas datos anonimizados procedentes de bancos distintos, con información de cuentas, transacciones, operaciones con tarjetas de crédito, préstamos, seguros, inversiones…

Las entidades más avanzadas en todo el mundo tienen ya o están trabajando en infraestructuras abiertas a terceros

Con estos datos, agregados, se pueden generar ideas para diseñar nuevos servicios y productos financieros para los clientes de esos mismos bancos o para otras entidades. Como dice Stephen Lemon, un experto de Currency Cloud, “las API permiten conectar sistemas para que terceros puedan crear nuevos servicios obteniendo lo mejor de cada uno».

El vertiginoso desarrollo de la tecnología ha desembocado en un mundo en constante evolución que encuentra su espejo en el comportamiento de los consumidores. Los clientes actuales son mucho más exigentes -y menos leales-, más participativos; tienen acceso a más información, demandan más transparencia y experiencias `a medida’. Son consumidores multimarca. Sus prioridades, sus intereses y sus canales de comunicación cambian a diario.

En definitiva, son personas conectadas que quieren ser únicas, sentirse valoradas y que se les trate bajo una perspectiva que englobe todos los aspectos de su vida. Y los clientes financieros no son una excepción. Cuentan además con mayor cultura financiera, por lo que demandan productos de alta calidad. La tecnología ha puesto a su alcance un gran abanico de productos y servicios de forma sencilla y eficiente.

Este cambio incesante brinda numerosas oportunidades en esta nueva era de la innovación. Pero también constituye un gran reto. Para Ana Botín, presidenta de Banco Santander, la transformación es crítica: “Nuestros clientes tienen el equivalente a un superordenador de 1995 en su bolsillo y esperan más que nunca de los bancos. Los bancos tienen que ser seguros, eficientes y responsables, ser capaces de ofrecer productos y servicios personalizados, interacciones relevantes cuando y como lo decida el cliente y a bajo coste. Y la lista sigue y sigue. Por todo ello, el banco responsable del Siglo XXI tiene que estar a la vanguardia en tecnología para sobrevivir. Nuestra visión es ser la plataforma digital, responsable y abierta de servicios financieros”.

También la responsable global de estrategia tecnológica del grupo, Julieta Ross, lo tiene claro y define así el gran reto al que se enfrenta el grupo financiero: “Lo único constante será el cambio tecnológico. Tenemos que adaptarnos con agilidad a un mundo y a unas reglas que cambian cada vez más rápido. Si no somos ágiles y trabajamos de forma diferente, todo lo que hagamos va a llegar dos años tarde”. En su opinión, “el ciclo de vida de la tecnología antes era de entre cinco y siete años, pero ahora es de un año y medio. Lo que estamos haciendo ahora mismo, en año y medio va a ser diferente. Así que no se trata de tener un grupo de personas expertas en un lenguaje para desarrollar algoritmos, sino tener gente a la que realmente le apasione la tecnología, le apasione la industria y sea capaz de adaptarse al cambio”.