Soy millennial. No es que me sienta del todo identificada con aquellos que ven la vida a través de un filtro de Instagram, pero sí, soy irremediablemente hija de mi tiempo. Y me doy cuenta de ello porque tengo los mismos hábitos de vida que aquellos con los que me comparo. Al fin y al cabo, no tengo coche propio, no creo que nunca tenga una casa en propiedad, y busco la manera más low cost para viajar.
Algunos de los rasgos que más nos definen son los relacionados con el consumo. ¿A quién no le ha podido la pereza de bajar a comprar comida y la ha pedido la cena a través de Deliveroo? Siempre ha existido el servicio de comida a domicilio, pero en este caso es aún más personalizado. Estas apps permiten pedir la comida de casi cualquier restaurante, y un rider lo llevará a tu casa por el módico precio de dos euros.
Glovo va aún más allá. No sólo reparte comida sino que nace con vocación de hacer recados. Ya no vale como excusa dejar algo olvidado en casa. Con la app de Glovo se puede solicitar la recogida de un objeto en el lugar donde se necesite y un glover lo llevará a la oficina, por ejemplo. También se puede pedir que el repartidor vaya a la farmacia o a un supermercado y te lleven a casa un producto determinado. Todo en un tiempo record y por un módico precio.
¿Nos sentimos mal por los repartidores cuando les vemos con sus bicis, llueva, nieve o haga calor? Sí, a menudo lo criticamos. Leemos sobre sus trabajos precarios y mal pagados, y reivindicamos una mejora de sus derechos. Pero lo cierto es que Glovo, la startup española, no ha hecho más que crecer. Está presente en 20 países y más de 75 ciudades. La última ronda de inversión fue de 115 millones de euros. En la actualidad está valorada en aproximadamente 300 millones. Su fundador, Oscar Pierre, tiene sólo 26 años y fundó la empresa a los 23. Un millennial.
No suelo utilizar Glovo, de hecho, solo lo hecho una vez, y no me llegó bien el pedido, por eso prefiero ir yo a los establecimientos a recoger la comida o el producto que necesite. No tengo coche, no me saldría rentable y además el precio de una plaza de garaje es desorbitado. Desde hace meses me muevo en carsharing. Car2go fue la primera en llegar. Actualmente cuenta con una flota de 850 coches, y su precio es de 0,21 céntimos por minuto. También están Emov, y las españolas Zity (Renault y Ferrovial) y Wible (Kia con Repsol). El precio es asequible, el único inconveniente es aparcar en el centro.
Los millennials tenemos el móvil lleno de aplicaciones: Mytaxi, Uber o Cabify, BlablaCar, Glovo, etc, y las vamos utilizando indistintamente según las necesidades. Algunas de las más demandadas son las relacionadas con el transporte y los viajes. Ahí radica una de nuestras señas de identidad. Uno de los rasgos que más caracterizan a esta generación es el de buscar y rebuscar el viaje más barato. Vuelos en compañías low cost, o viajes compartidos, si son pequeñas distancias. Airbnb también ha abierto un abanico de oportunidades. Es muy difícil poder optar a un hotel, más o menos decente, en temporada alta en una zona de playa, pero siempre hay muchos pisos turísticos disponibles, sea donde sea, y en cualquier momento del año.
¿Defendemos el modelo? No estoy segura, pero, en cualquier caso, siempre con condiciones. A pesar de que organismos como la CNMC han manifestado que los alquileres turísticos no afectan al precio del alquiler, lo cierto que el precio de la vivienda en alquiler se ha disparado estrepitosamente en los últimos años. Somos contradictorios en nosotros mismos ya que defendemos esa democratización a la hora de viajar, pero inevitablemente este tipo de apps nos afecta directamente en algo tan básico como el derecho a la vivienda.
Los millenials somos la generación que no tenemos hipoteca. Nuestros padres trabajaban para poder comprarse un coche, una casa y después disfrutar del ocio. Ahora no es así, esta generación vive de las experiencias, no aprecia tanto lo material y por supuesto no aspira a tener una casa en propiedad. Los motivos son varios: por una parte, los sueldos son más bajos, las hipotecas más altas y existe una mayor inestabilidad laboral. Se vive de alquiler porque nadie sabe dónde va a estar el año siguiente. El problema es que la alternativa del alquiler se está disparando, hasta el punto de expulsar a los ciudadanos del centro de las ciudades. Muchos treintañeros comparten piso o viven con sus padres porque no se pueden independizar. De hecho, han proliferado varias apps sobre alquiler de pisos compartidos: Badi, Vibbo, Trovit, etc.
LA REVOLUCIÓN DE LAS STARTUPS
La economía colaborativa ha revolucionado el mundo. Hace años era impensable practicar el couchsurfing. Sin embargo, alguien pensó que podría ceder el sofá de su casa a quien quisiera hacer turismo sin dinero. Esta app surgió como una empresa sin ánimo de lucro, pero en pocos años ha pasado a ser una de las más potentes apps de alojamiento. En 2012 recibió una inversión de 15 millones de dólares y su capital social está por encima de los 22 millones.
Hay aplicaciones dentro de la economía colaborativa de todo tipo. Se comparte casi todo: casa, trastero, coche y oficina. Hay aplicaciones que permiten solicitar asistencia médica con tan solo un clic. Existen una gran cantidad de nuevas empresas que surgen para hacernos la vida más fácil, dado que siempre vamos corriendo. Gadaca, permite hacer consultas medicas a través del teléfono móvil. Un médico aparecerá al otro lado del dispositivo y realizará el diagnóstico, sin necesidad de desplazamiento.
Domiped ha uberizado la sanidad privada pediátrica a domicilio. Ante una urgencia, el usuario puede solicitar la asistencia médica a domicilio, elegir el doctor que prefiera entre los más cercanos a una zona, y después evaluar su consulta. Y Joyners se compromete a enviar a un cuidador socio sanitario a casa, a una residencia o a un hospital, en un máximo de una hora, si tienes una urgencia.
Los jóvenes millennials están reinventando el mercado. Surgen startups por todas las esquinas, la mayoría con pocos recursos y mucho ingenio. Eduardo Jorgensen es el CEO de MedicSen, una startup que ha creado un páncreas artificial, que mejorará la calidad de vida de millones de personas. Fue elegido mejor innovador en 2017 por el MIT, y tiene solo 26 años.
Airbnb surgió porque tres jóvenes arruinados decidieron alquilar un colchón en su casa para sacar algo de dinero. Tras las primeras experiencias pensaron que podría crear una app para que todo el que quisiera hiciera lo mismo, así surgió la mayor comunidad de alquiler de pisos del mundo. Hoy su empresa vale 30.000 millones de dólares y la fortuna de cada uno está valorada por encima de los 3.500 millones de euros. Cuando la fundaron tenían entre 25 y 27 años, aún son millennials.
Seguramente se cumpla la profecía de que vamos a ser la primera generación que viva peor que sus padres y que nuestro rasgo característico es la frustración. Pero lejos de alimentar el escenario apocalíptico, lo cierto es que la generación Y, es decir los millennials, somos la generación más preparada de la historia.