La serie turca que ha cautivado el mundo entero finaliza la primera temporada con un capítulo muy explosivo, amor y muerte se encuentran en un juego de poder despiadado.
Desde su estreno, una nueva vida ha ido creando una historia muy adictiva que mezcla la pasión, la ambición y las sombras de las tradiciones familiares.
Con un gran equipo de trabajo encabezado por Afra Saraçoğlu y Mert Ramazan Demir, la ficción ha conseguido lo que pocas: tener a millones de personas enganchadas, semana a semana, al qué pasará. El desenlace de la primera entrega no solo responde a las expectativas sino que las supera con creces, obligando a los personajes -y al público- a mantenerse al borde del abismo.
FERIT, SEYRAN Y EL IRREMEDIABLE DESTINO

En Una nueva vida, el momento más trágico y extremo que logra Ferit para sacar a flote a la pareja, al mismo tiempo que desafía a su familia, se consuma cuando se la juega, pues se juega la vida por amor. La lectura de la carta que su mujer ha dejado para él lleva al joven Korhan a enfrentarse a su padre y a dejarle claro que no repetirá los errores del pasado, «No quiero vivir como Orhan, no me vengas a con una vida vacía e insatisfecha», grita la joven, rompiendo los planes que el clan les había construido.
Al mismo tiempo, Seyran vuelve a Antep donde Tarik se ha construido un muro para proteger no ya para proteger a Seyran pero sí para controlar que no se acerque Ferit. La jóven, entre el miedo y la esperanza, recibe un mensaje de su marido y vuelve a estar decidida a volver a luchar. Finalmente acaba, con la ayuda de Hattuc, burlando el control de su marido y llega hasta Ferit, a pesar de que la sombra de los Ihsanli y de los Korhan la sigan como una maldición.
El plan para escapar de la pareja parece que casi se va a materializar de una vez por todas, pero el destino se sirve de un giro desgarrador y alguien interrumpe su camino de la forma más violenta posible, dejando a Ferit a un paso de la muerte y a los espectadores casi con el corazón en un puño.
La huida de Seyran y Ferit realmente no es una huida de sus enemigos, sino que lo es del propio sistema que los ha condenado desde el principio; el camino hacia la libertad está lleno de peligros y de enemigos, como son los hombres de Tarik, pero también de sus propias dudas. «Si al final nos separan, será como si no hubiera servido para nada». El momento de duda y vulnerabilidad de Seyran da cuenta de que su mayor dificultad no es la física, sino la emocional.
Y dentro de la misma fragmentación también hay pequeños gestos que dan cuenta de lo que sienten uno por el otro. Ferit no se ve capaz de protegerla porque él está débil y herido, pero sigue insistiendo en que se protege a ella. El momento anterior es una buena muestra de que su romance está muy bien hecho en sus matices, en sus extremos, en su desesperación, y en que se muestran condenados por los acontecimientos de antemano.
GUERRA ENTRE TITANES

Una nueva vida es la lucha encarnizada que tienen que librar dos dinastías mediante el uso del dolor y del amor como armas. Halis Korhan, cansado de las coacciones que ejerce Tarik, decide poner fin a esta situación y se presenta con un ejército en la mansión de Saffet. «No aguantaré más tus amenazas»- le dice a su adversario, siendo consciente de que esta vez las normas dependen sólo de él.
Saffet, sagaz como siempre, le propone un trato: que van a dejar a Ferit en paz siempre que él renuncie de por vida a Seyran. Pero el joven Korhan se niega a aceptar porque tras haber caído en la trampa de Kazim, y de Zerrin también, ya no está dispuesto a renunciar. Este desafió a su padre lo lleva hasta la guarida de los ihsanli, donde una explosiva y violenta confrontación -que culmina con su encierro en un zulo por orden de su propio padre- es bastante más que una pérdida personal.
Mientras tanto Abidin descubre que Suna ya ha contraído matrimonio con Saffet, consumando así la tragedia de su entrega. «No hay marcha atrás» -le dice ella, en una despedida tan dolorosa como de las balas que a continuación van a cruzarse. Las alianzas se rompen y los secretos estallan.
La confrontación entre los Korhan y los Ihsanli ya no consiste en una lucha por el poder, ya no tienen significado alguno, sino en una lucha a muerte; todo está previamente pensado, cada palabra se convierte en arma y el lazo de la familia se encuentra en entredicho en repetidas ocasiones. «No son enemigos, son obstáculos» -le dice Tarik en un momento de claridad y de lucidez, ofreciendo a la vez la idea de que para él esto es un juego de supervivencia.
Las mujeres de ambas familias quedan colocadas en esta sutil estrategia. De un lado, Esme lista para matar; del otro, Zerrin, quien se mueve en la oscuridad; Pelin, quien está tan desesperanzada que querría suicidarse. «En esta casa juegas o mueres» -le dice Esme a una de sus hijas en un diálogo que viene a expresar la crudeza de su universo. El capítulo deja una bomba de relojería en forma de secretos no resueltos.
TRAGEDIAS CRUZADAS EN UNA NUEVA VIDA

El capítulo final de la historia es algo que se basa en una concatenación de derechazos que dejan a los personajes —y al espectador— sin respiración. En Estambul, Pelin intenta suicidarse, aplastada por la culpa y la presión familiar. Halis, el patriarca todo poderoso, acaba sufriendo un infarto, aclarando así que ni las personas que creen ser las más fuertes estás a salvo del dolor.
Pero la escena más tremenda llega en Antep, donde Ferit y Seyran piensan que van a conseguir la libertad. En el momento en el que todo parece condescender, pero un disparo cambia la historia. Ferit queda malherido, mientras que Tarik termina alcanzado por los hombres de Halis que están en persecución, con un desenlace que promete ser mortal.
Las tragedias personales se entrelazan de forma feroz, siendo Pelin, al borde de la muerte, el símbolo del alto precio que se paga por vivir bajo el yugo del propio núcleo familiar. «Nadie me escucha, nadie me ve», escribe en una nota que deja antes de suicidarse, destapando la cara más oscura de una dinastía que es capaz de devorar a sus miembros.
Los secundarios también pesan.
Hattuc, el guardaespaldas fiel, se convierte en un ángel guardián para Seyran, arriesgando la vida sin dudarlo. «No te decepcionaré», asegura a Seyran, aquella promesa lo deja en un lugar opuesto a tantas traiciones que están al orden del día en esta trama. El final de temporada sirve de detonante, y no de cierre, con la vida a punto de acabar y las alianzas rotas, la segunda temporada ya se empieza a dibujar como la tormenta perfecta de venganza, redención y, quizás, de la última oportunidad para con Ferit y Seyran.































































































