El universo de Valle Salvaje vuelve a estremecerse por la confesión que puede destruir los frágiles hilos que hacen de la familia Gálvez de Aguirre un entorno soportable. Victoria, la futura señora de la casa, ha soltado su confesión, ha reconocido su autoría del asesinato de Pilara, información que Mercedes se lleva, ella que destila veneno a sus espaldas.
Lo que empezó siendo una lucha casi secreta por el poder se ha transformado en una contienda abierta por la supervivencia, donde todo pone el peligro a la altura del hilo del que pende a la familia Gálvez. Mercedes, figura inenarrable, se siente atrapada, ahogada: Victoria avanza como quien sabe que tiene al duque José Luis en la cuerda floja, cosa que, en la situación de Mercedes, puede ser una mala idea.
LA DEPREDADORA QUE CONFESÓ

Victoria ha dejado de esconder su auténtico carácter en Valle Salvaje. Su confesión de haber asesinado a Pilara no era un acto de arrepentimiento, sino de exhibicionismo de su potencia. «Lo hice, y no hay nada que puedan hacer para impedirlo«, parece ser el mensaje que le lanza a Mercedes. Con José Luis rendido a su interés, Victoria opera desde la distancia del poder, teniendo como certeza que todo lo que se pueda decir sobre ella será considerado como el delirio de una mujer celosa.
Pero, además, en su proceder hay algo más perturbador, la frialdad con la que toma su crimen, no se mueve solo por ambición sino por la peligrosa convicción de que el fin justifica los medios. Mercedes se da cuenta de esto demasiado tarde, cada mirada, cada palabra de Victoria tiene su significado, es como si le estuviese diciendo «tú podías ser la próxima».
Pero el duque parece vivir en otro mundo. Para José Luis Victoria es la salvación, la mujer que lo devuelve a la felicidad después de largos años de sufrimiento. Cada intento de Mercedes de abrirle los ojos sólo logra que él confíe menos en ella. La pregunta que queda en el aire es clara: ¿hasta dónde llegará Victoria ya que sabe que Mercedes conoce la verdad?
La victoria no juega para ganar; ella juega para aniquilar. Cada gesto de cariño hacia José Luis es una torta de bofetadas a la cara de la Mercedes, cada sonrisa entre los dos una secuela de la victoria que ha conseguido. Para ella, ya no hay un hueco para Mercedes en Valle Salvaje, ya no hay espacio para hacerlo; está decidida a borrar a la Mercedes de los mapas.
La escalada de tensiones ha transformado la casa en un polvorín; Victoria maneja los hilos de la casa, aunque su armadura ya presenta una especie de grietas: su exceso de confianza. Un pequeño error podría ser su perdición, y mientras tanto, la Mercedes va aprendiendo a esperar en la sombra. El duque puede estar ciego, pero los criados ven; las paredes escuchan.
LA CAÍDA DE UN TITÁN LLEGA A VALLE SALVAJE

Mercedes siempre fue el muro de Valle Salvaje, pero ahora ese muro tiene grietas. La confesión de Victoria la ha dejado en una posición insostenible, ya que sabe demasiado y, sin embargo, nadie la escucha. «Estoy sola»; parece susurrar en cada escena, mientras hace cálculos para saber cuál será su siguiente movimiento.
Su cara a cara con José Luis no solo fue un fracaso, sino que marcó un punto de no retorno; el duque ha elegido bando, y no es el propio. Pero Mercedes no es una mujer que se deja abatir fácilmente. Aunque el miedo le recorre la espalda, es el instinto de protección de las suyas lo que le mantiene en pie; la herencia familiar, los recuerdos de su madre Pilara, la búsqueda de justicia, la memoria de las suyas…
Todo esto pesa más que la propia supervivencia. Pero el tiempo juega a su favor. Con cada día nuevo, la posición de Victoria se posterga y su figura pierde aliados. Su última carta está jugada: decir la verdad. La verdad, en Valle Salvaje, a veces se transforma en una arma de doble filo, ya que si José Luis no la cree, ¿quién lo hará? No obstante, la respuesta podría llegar con la misteriosa llegada de un visitante de la Casa Grande.
Mercedes ha comenzado a cuestionar sus propios modos. Siempre lo hacía desde la autoridad, ahora debe hacerlo desde la astucia. Las cosas han cambiado, tiene que adaptarse o morir. Hay un destello diferente en sus ojos, una mezcla de desesperación con determinación. Los recuerdos de Pilara la atormentan, pero también la fortalecen. Cada noche es un juramento de venganza en silencio.
NUEVAS AMENAZAS Y JUEGOS DE PODER

Al mismo tiempo que Victoria y Mercedes libran su guerra, otros poderes se dejan mover en los rincones de Valle Salvaje. Un Leonardo repentino o alguien de su entorno podría trastocar un equilibrio de poder en cuestión de horas. En este lugar la gente murmura, los criados, se dicen que «nada es casualidad.
A la vez, Úrsula tiende su propia red. Su relación con Pedrito no es inocente, es un movimiento para hacer daño, lo hace para herir a Adriana donde va a doler más. Hace con Pedrito cada caricia, cada palabra enrollada que hace a este niño es un recordatorio de que Úrsula está ganando terreno.
El Duque, a su vez, se encuentra en una encrucijada. Su negativa a creerse a Mercedes podría ser el error que haga estallar todo por los aires. Con Victoria entre manos y Mercedes asomándose al abismo, Valle Salvaje lleva a su desenlace, que promete sangre, traiciones y, quizás, justicia. El misterioso recién llegado no ha llegado solo: trae secretos.
Hay en la casa quien sabe más de lo que dice, y esa información puede ser el detonador de la explosión que ninguna de las piezas ha visto venir. ¿De qué bando caerán las piezas cuando salte todo por los aires? La Úrsula juega sus cartas muy bien, y involucra a Pedrito. Adriana puede estar descolgada, pero la fuerza del instinto maternal es la más poderosa que la naturaleza ha dado.
Si Úrsula ignora esa fuerza, puede encontrar lo que nunca imaginó, que es una fiera y no una víctima. José Luis camina sobre una cuerda floja. Su lealtad hacia alguien abduce su historia y pronto tendrá que elegir entre la mujer que ama y la verdad que duele. En Valle Salvaje, siempre han acabado mal esas selecciones.