Europa entra en los planes de inversión para la generación de rentabilidad

Las dudas sobre Europa nunca se han quedado atrás. Con todo, los gestores de activos llevan mucho tiempo asegurando que la oportunidad de invertir en el viejo continente es superior a la de hacerlo en otra área. Luego, nunca ha terminado siendo así. ¿Este año puede cambiar la escena?

Las empresas europeas se encuentran en una encrucijada. Durante la última década, China ha sido su principal mercado de crecimiento y allí han centrado una parte importante de sus inversiones. Según José María Díaz Vallejo, gestor de renta variable de Rentamarkets, la gran oportunidad estaba (y está) “en el cambio del modelo económico y social del país: por las repercusiones en su industria, en su regulación y en sus patrones de consumo. Las empresas europeas han apostado por servir al desarrollo de la nueva China”.

Siguiendo este mismo esquema, la nueva China es consciente de las ventajas que la tecnología ofrece a su industria. La robotización y la digitalización están impulsando su productividad y representan la piedra angular de su propuesta de valor para el resto del mundo. La sofisticación económica de China supone el mercado de mayor dinamismo para empresas como ABB, Siemens y Schneider Electric, entre otras.

Además, está transformando sus hábitos de consumo de manera paralela. Es conocida la buena acogida que tienen allí los bienes marquistas y de lujo, impulsados por una apetencia creciente por productos cada vez más premium. Pero es, incluso, más relevante la evolución de su comercio online, como ejemplo del nuevo paradigma de la sociedad consumista china.

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Para Díaz Vallejo empresas como L’Oreal encuentran en la digitalización de su negocio en China una oportunidad “tan relevante como la que tuvieron al iniciar sus operaciones allí a través del canal físico”.

Por último, la transformación económica también está implicando una evolución social (entendiendo que el contrato social en China tiene diferencias notables respecto del que firmamos en Europa).

El desarrollo de su particular estado del bienestar es una oportunidad para compañías europeas del sector farmacéutico (como Roche), para fabricantes de maquinaria hospitalaria (como Philips) o del sector de los servicios urbanos y ambientales (como Veolia). Muchas grandes empresas europeas “se están beneficiando de este cambio de estándares chinos en muchos sectores y a muchos niveles”, argumenta el experto.

El problema es que la sofisticación de China es la principal preocupación estratégica Estados Unidos. El episodio actual de guerra comercial entre ambos países “es un capítulo más dentro de una pugna entre potencias que durará décadas”. Esta rivalidad irá en aumento, aunque no de forma lineal, conforme la transformación de China siga ganando tracción. Este ha de ser el escenario base, termine como termine el presente episodio de guerra comercial.

EL BREXIT SIGUE PRESENTE

La salida del Reino Unido de la Unión Europea es otra manifestación más del problema que nos ocupa. Díaz Vallejo concreta que ños medios de comunicación rara vez “relacionan la guerra comercial con el Brexit, pues las causas, los actores y las regiones protagonistas son distintos”. Sin embargo, para una compañía multinacional, el Brexit y la guerra comercial “son dos expresiones del mismo fenómeno: ambos suponen trabas al comercio mundial y a la integración económica global”.

La distinción reside “en la magnitud de cada conflicto”. La guerra comercial es una fricción global, fruto del enfrentamiento geopolítico entre dos grandes potencias; el Brexit, en cambio, “es una cuestión regional, que nace del desencanto generado por las políticas del globalismo liberal durante la pasada década perdida”. Lo que estamos viviendo es la primera gran prueba a la que se enfrenta el proceso de globalización que comenzó con el final de la Guerra Fría.

La siguiente cuestión es por qué las trabas al comercio internacional perjudican tanto a las empresas europeas. Para el experto, por el modelo “de empresa multinacional”. Las multinacionales europeas han ido alargando sus cadenas de abastecimiento y producción, deslocalizando funciones y empleos tradicionalmente ubicados en Europa.

Para que este modelo sea eficiente, es vital que las naciones no impongan prácticas proteccionistas y que convivan pacíficamente. Si no es el caso, la longitud de esas líneas es un problema.

Así lo han apuntado empresas de la talla de ABB, BMW, Volkswagen o Siemens. De hecho, estas trabas al comercio internacional están forzando a las compañías a cambiar su narrativa: no son pocas las que dicen que una fuerte presencia local en sus principales mercados, “acompañada de un alto nivel de integración vertical, supone, hoy, una ventaja competitiva frente a otros modelos más descentralizados”.

CAMBIO DE ESTRATEGIA

Por el contrario, las empresas europeas ya están teniendo en cuenta esta situación a la hora de “diseñar sus planes de inversión”. Durante la presentación de resultados anuales de 2018, y también durante la del primer trimestre de 2019, grandes empresas europeas se han hecho eco de este fenómeno.

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Como ya no pueden dar por sentado que el comercio mundial vaya a fluir de la misma manera que lo hizo durante los últimos 20 años, deberán replantear el diseño y la localización de sus cadenas productivas y de sus líneas de aprovisionamiento. En este sentido, no descartan volver a invertir en Europa.

El mercado europeo es cercano, con una mayor visibilidad jurídica, que respeta la propiedad intelectual y donde encuentran trabajadores bien formados en los que volver a confiar las partes más críticas de sus procesos industriales. Es inevitable que en este contexto, destaca Díaz Vallejo, “las empresas vuelvan a mirar hacia Europa con renovado interés”.

¿MÁS INVERSIÓN EN EUROPA?

El experto apunta que no es descartable. Lo que no estaría claro es que “ya no es un escenario de ciencia ficción”. Empresas como Electrolux, gracias a la digitalización y robotización de sus plantas en Suecia, es capaz de competir contra las empresas turcas que, tradicionalmente, tenían la ventaja competitiva de contar con una mano de obra barata. La compañía sueca no es una excepción.            

Un modelo de reindustrialización europeo, basado en la tecnología, en la robótica, en la eficiencia y en la sostenibilidad, tendría un encaje perfecto en la Europa del poder blando. En este marco nació en 2011 en Hannover el concepto de Industria 4.0, con el objeto de fusionar tecnologías y crear entornos de trabajo compartidos entre dominios físicos, digitales y biológicos. Esta fusión pretende revolucionar las cadenas de valor globales, mediante la creación de fábricas inteligentes con poca (o ninguna) mano de obra humana. Se trata de una cuarta revolución industrial que, por sus profundas implicaciones, no puede ser ignorada ni por empresas, ni por inversores.