martes, 23 diciembre 2025

Paulina Torre de la Garza, abogada: “Querer una vida nueva te va a costar la vieja, y eso implica soltar lo que ya no te funciona”

- Cuando el duelo no tiene nombre, pero duele igual: aprender a sentir sin pedir permiso.

La vida cambia cuando nos atrevemos a soltar lo que ya no encaja. Hay pérdidas que no llevan ataúd. Llegan de otra forma. Un divorcio que no esperabas. Una mudanza que te arranca de raíz. Un trabajo que se acaba. Un sueño que ya no encaja. Y, aun así, duelen. Mucho. Esa es una de las ideas que Paulina Torre de la Garza repite con firmeza y calma, casi como quien ya ha caminado ese terreno y sabe de lo que habla.

Abogada, coach y experta en tanatología, Paulina lleva años acompañando procesos de duelo desde un lugar poco habitual: sin frases hechas, sin prisas y sin exigir fortaleza impostada. Para ella, el duelo no es una excepción extrema, sino una experiencia profundamente humana.

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El duelo empieza cuando la vida se rompe

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El duelo no siempre tiene forma de despedida, pero siempre deja huella. Fuente:Canva

La relación de Paulina con el duelo no nace de los libros, sino de la vida. Tenía solo 15 años cuando su padre murió de forma repentina. Ese golpe marcó un antes y un después. No solo en su historia personal, sino en la forma en la que empezó a mirar el dolor, la pérdida y todo lo que no se nombra.

Con el tiempo, y a través de su libro Sí a vivir y de sus conferencias, ha ido desmontando una creencia muy extendida: que el duelo solo existe cuando alguien muere. “No solo se llora a las personas”, explica. “También se llora una relación que termina, una identidad que se cae, un proyecto que no salió, incluso una versión de ti que ya no funciona”.

Cambiar implica despedirse. Y despedirse duele. Aunque nadie lo valide.

La vulnerabilidad como forma de fuerza

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A veces lo que duele no se ve, pero pesa igual por dentro. Fuente:Canva

Uno de los mensajes más incómodos —y más liberadores— de Paulina es su defensa abierta de la vulnerabilidad. Frente a la presión social por “ser fuerte”, por no llorar, por pasar página rápido, ella propone lo contrario: permitirse sentir sin juicio.

“Sanar no significa que el dolor desaparezca”, dice. “Significa que ya no te paraliza, que no te encadena”. El dolor, cuando se atraviesa, cambia de forma. Cuando se reprime, se queda dentro, haciendo ruido en silencio.

Y aquí Paulina es muy clara: no sentir no es sanar. Es postergar.

Cuando lo no resuelto se queda a vivir dentro

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Sentir no es debilidad, es una forma profunda de cuidado personal. Fuente:Canva

Ignorar las heridas emocionales no las hace desaparecer. Paulina utiliza una imagen muy gráfica para explicarlo: las emociones no atendidas son como semillas. Al principio no se ven. Pero con el tiempo echan raíces y se convierten en algo que condiciona relaciones, decisiones y miedos. Especialmente el miedo al abandono.

El cuerpo, además, no olvida. “El cuerpo acaba pasando factura”, advierte. Ella lo vivió en primera persona cuando fue diagnosticada con morfea, una enfermedad autoinmune que relaciona con años de tensión emocional sostenida. No como castigo, sino como aviso.

Algo no estaba siendo escuchado.

Herramientas para sostenerse (no para fingir que todo está bien)

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Paulina no cree en soluciones mágicas ni en positivismo forzado. Lo que propone es una “cajita de herramientas” sencilla y profundamente humana: terapia, escritura, meditación, movimiento, silencio. Y una clave que suele incomodar mucho: permitirse tocar fondo.

“La mejor manera de no dejarte caer es dejándote caer”, afirma. No para quedarse ahí, sino para dejar de luchar contra lo inevitable. Porque hay momentos en los que sostenerse también cansa.

Su mensaje final no intenta consolar. Intenta validar.
No minimices tu dolor. Si te duele, duele. Si te impacta, te impacta. Y si te cambia la vida, es tu vida”.


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