Benasque es ese rincón del Pirineo que parece diseñado para los amantes de la montaña invernal. Este pueblo de piedra y madera, encajado en el corazón del valle más alto de Aragón, se convierte en enero en el campamento base ideal para quienes quieren esquiar de verdad sin renunciar al confort. Las fachadas tradicionales, los balcones de madera tallada y el rumor del río Ésera crean una atmósfera que invita a quedarse más días de los previstos. A solo 10 kilómetros, la estación de Cerler espera con sus pistas preparadas y un desnivel que pone a prueba tanto a principiantes como a expertos.
La magia de esta escapada invernal está en la combinación: dormir entre muros centenarios y despertarse sabiendo que en menos de 15 minutos estarás calzándote las botas de esquí. El Pirineo Aragonés ofrece decenas de opciones, pero pocas tan completas como la dupla Benasque-Cerler. Aquí no hay espacio para el aburrimiento ni para los planes a medias. Cada jornada comienza con vistas a los tresmiles más impresionantes de la cordillera y termina con una cena donde el ternasco y el queso local son los auténticos protagonistas.
¿POR QUÉ BENASQUE SE HA CONVERTIDO EN EL REFUGIO DE ENERO?
El pueblo ha sabido conservar su esencia sin renunciar a los servicios que demanda el turismo moderno. Las calles del casco antiguo mantienen la arquitectura de pizarra y madera que define el estilo constructivo del valle, con casas que parecen sacadas de otro siglo pero que esconden interiores renovados y acogedores. En enero, cuando la nieve cubre tejados y plazas, pasear por Benasque es como entrar en una postal animada donde el humo de las chimeneas se mezcla con el olor a leña recién cortada. Los hoteles rurales y apartamentos ofrecen desde experiencias boutique hasta opciones familiares que no destrozan el presupuesto.
La ubicación estratégica del municipio aragonés lo convierte en punto de partida perfecto para múltiples actividades. Además de Cerler, desde aquí se accede a rutas de raquetas, ascensiones invernales al Aneto y paseos por el Parque Natural Posets-Maladeta. Los restaurantes del centro han elevado el nivel gastronómico sin perder la autenticidad: guisos de caza, migas, sopas de ajo y, por supuesto, el mejor cordero de la zona. Hay locales donde el menú del día compite en calidad con propuestas de alta cocina, y otros donde lo importante es el calor humano y las raciones generosas.
CERLER: LA ESTACIÓN QUE TOCA EL CIELO
A 1.500 metros de altitud arranca una de las estaciones más valoradas por los esquiadores habituales. Cerler presume de ser la más alta de Aragón, con su cota máxima a 2.630 metros, lo que garantiza nieve de calidad durante toda la temporada invernal, especialmente en enero cuando las precipitaciones suelen ser más generosas. Sus 77 kilómetros esquiables se reparten en pistas para todos los niveles, aunque son las rojas y negras las que atraen a quienes buscan emociones fuertes. El paisaje que se abre desde el remonte superior hacia el Aneto y el Posets justifica por sí solo el viaje.
Lo mejor de esquiar en esta zona del Pirineo es la sensación de amplitud y libertad. Las pistas están bien diseñadas y rara vez saturadas, incluso en fines de semana largos, lo que permite disfrutar de bajadas largas sin colas eternas ni aglomeraciones. El dominio esquiable conecta diferentes vertientes y ofrece zonas protegidas del viento para los días más duros. Después de una mañana intensa en las pistas, las terrazas de Cerler son el lugar perfecto para tomar el sol con unas croquetas y una caña antes de volver a calzarse los esquís.
ARQUITECTURA TRADICIONAL QUE ENAMORA
El valle de Benasque ha conservado un patrimonio arquitectónico que merece atención pausada. Las construcciones tradicionales del Pirineo Aragonés se caracterizan por el uso de materiales locales: piedra de río en los zócalos, muros de mampostería y tejados de pizarra que se integran con el paisaje montañoso. Los balcones de madera oscurecida por el tiempo y las pequeñas ventanas pensadas para protegerse del frío invernal cuentan historias de generaciones que vivieron del pastoreo y la agricultura de montaña. Cada rincón del pueblo invita a detenerse y observar detalles que escapan a la prisa del turista convencional.
Pasear por los pueblos cercanos como Anciles, Eriste o Sahún completa la experiencia cultural de la escapada. Estas aldeas satellites conservan iglesias románicas, fuentes centenarias y plazas empedradas donde el tiempo parece haberse detenido, ofreciendo un contraste perfecto con el bullicio de la estación de esquí. Muchos viajeros combinan una mañana de esquí con una tarde de turismo rural, descubriendo ermitas perdidas o simplemente disfrutando del silencio que solo la montaña puede ofrecer. La arquitectura no es aquí un museo, sino parte viva del día a día.
TERNASCO Y QUESO: LA RECOMPENSA DESPUÉS DE ESQUIAR
La gastronomía del valle es contundente, sabrosa y perfecta para reponer fuerzas después de una jornada en la nieve. El ternasco de Aragón, con denominación de origen, se prepara asado al horno de leña en la mayoría de los restaurantes tradicionales de Benasque, logrando una carne tierna y jugosa que se deshace sin esfuerzo. El cordero lechal asado con patatas panaderas y ensalada es plato obligado en cualquier mesa que se precie, acompañado siempre de un buen vino de Somontano. Las cantidades son generosas y los precios razonables, lo que convierte cada comida en una celebración.
El queso artesano del Pirineo merece capítulo aparte en este viaje gastronómico. Los productores locales elaboran variedades de oveja y vaca con técnicas heredadas, ofreciendo desde quesos tiernos y cremosos hasta curados intensos que explotan en boca. En las tiendas del pueblo se pueden degustar y comprar estos tesoros lácteos, perfectos para llevarse a casa o para disfrutar en una tabla de embutidos acompañada de un buen tinto. Las longanizas, chorizos y morcillas completan una despensa que habla de territorio, tradición y respeto por el producto. Comer bien en el valle no es un lujo, es parte esencial del plan.
ENERO: EL MES PERFECTO PARA ESTA ESCAPADA
El primer mes del año reúne todas las condiciones para disfrutar del Pirineo en su mejor versión invernal. Las nevadas suelen ser abundantes, las temperaturas se mantienen bajo cero en cotas altas y el ambiente en el valle recupera la tranquilidad perdida durante las fiestas navideñas, permitiendo disfrutar de pistas y restaurantes sin las aglomeraciones de diciembre. Los días son más largos que en pleno invierno, lo que da margen para esquiar hasta media tarde y aún tener tiempo de explorar el pueblo antes de la cena. Los precios también bajan ligeramente respecto a la quincena navideña, haciendo más accesible una escapada de calidad.
La combinación de nieve garantizada, oferta hotelera variada y propuestas gastronómicas de altura convierte esta zona del Pirineo Aragonés en destino recurrente para madrileños, vascos y catalanes. Benasque y Cerler funcionan como un tándem perfecto donde cada elemento potencia al otro: la estación aporta la adrenalina y el deporte, mientras el pueblo ofrece descanso, cultura y buenos manjares. No hace falta irse a los Alpes ni cruzar fronteras para vivir una experiencia invernal completa. A pocas horas de las principales ciudades españolas, este rincón aragonés espera con las puertas abiertas y las chimeneas encendidas, listo para conquistar a quien se atreva a descubrirlo.











