sábado, 20 diciembre 2025

José María Sánchez Navarro, naturópata holístico: “La mente, las emociones y el sistema inmunológico están profundamente conectados”

- El sistema inmunitario no solo defiende: regula, se adapta y busca equilibrio cada día.

El sistema inmunológico refleja mucho más de lo que comemos: también cómo vivimos y sentimos. Durante años nos han contado que el sistema inmunitario es poco menos que un ejército en alerta permanente. Siempre defendiendo, siempre atacando. Y sí, claro que nos protege. Pero esa visión se queda corta. Muy corta. Desde la medicina natural y la naturopatía, José María Sánchez Navarro propone algo distinto: dejar de ver al sistema inmune como un soldado y empezar a entenderlo como un regulador.

Porque, si lo pensamos bien, el cuerpo no sobrevive por ser el más fuerte, sino por saber adaptarse. El organismo humano se está ajustando constantemente al entorno, incluso ahora, rodeado de cosas que no existían hace décadas: microplásticos, disruptores endocrinos, contaminación invisible. En medio de todo eso, el sistema inmunitario hace lo que puede para mantener el equilibrio. Como un mediador silencioso que intenta que todo siga funcionando sin hacer ruido.

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Homeostasis: cuando el cuerpo intenta que todo encaje

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El sistema inmunitario trabaja en silencio para mantener el equilibrio interno. Fuente: Canva

Aquí aparece una palabra que suena técnica, pero es bastante sencilla: homeostasis. Es, básicamente, el arte del cuerpo de mantenerse en equilibrio. Ni demasiado, ni demasiado poco. El sistema inmunológico participa activamente en ese ajuste fino, no solo cuando cogemos una infección, sino también en cosas tan cotidianas como la digestión, el metabolismo o la respiración.

Por eso, desde esta mirada, tiene mucho más sentido pensar que el sistema inmunitario no está diseñado para luchar todo el tiempo, sino para regular. Para apagar incendios cuando hace falta… y para saber retirarse cuando ya no son necesarios. El problema empieza cuando ese equilibrio se rompe.

Inflamación, comida y estrés: cuando el cuerpo no consigue apagarse

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Regular no es atacar, es saber cuándo actuar y cuándo parar. Fuente: Canva

Cuando el cuerpo pierde el equilibrio, aparece la inflamación. Y aquí conviene aclararlo bien: la inflamación no es mala. Es un mecanismo natural. El cuerpo la usa para llevar sangre, defensas y señales de reparación a donde hacen falta. El conflicto surge cuando esa inflamación no se apaga, cuando se queda encendida día tras día.

¿Y qué la mantiene activa? Muchas veces, una combinación bastante reconocible: alimentos ultraprocesados, exceso de azúcar, alcohol, tabaco… y estrés. Mucho estrés. Sánchez Navarro insiste en algo que suele pasar desapercibido: la nutrición no debería ser una fuente más de tensión. Comer bien no es vivir castigándose ni con miedo constante a equivocarse. En el día a día, lo importante es que lo procesado no sea la base y que el cuerpo tenga espacio para respirar, también a través de la comida.

Las emociones juegan aquí un papel clave. Está demostrado que el sistema nervioso influye en el hormonal y que ambos regulan el sistema inmunitario. Cuando el estrés se cronifica, el cuerpo entra en un estado de alerta constante. El sistema inmune se vuelve hiperreactivo, no sabe cuándo parar, y la inflamación ya no baja. Con el tiempo, ese desorden puede acabar en enfermedades crónicas o incluso autoinmunes, donde el cuerpo, literalmente, se confunde.

Cuidar el terreno y dejar de enfrentar modelos

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La inflamación sostenida rompe el equilibrio del cuerpo. Fuente: Canva

Para salir de ahí, Sánchez Navarro propone mirar más abajo. Al terreno, al medio interno del organismo. Antes de correr a apagar síntomas, conviene preguntarse qué está pasando en órganos clave como el intestino, el hígado o el bazo, tan implicados en los procesos inflamatorios. Cuidar el terreno es cuidar la base. Y sin base, no hay equilibrio posible.

Desde esta visión, no tiene sentido enfrentar medicinas. La medicina natural y la farmacológica no son enemigas, son complementarias. Cada una aporta herramientas distintas y necesarias. La clave no está en elegir una u otra, sino en saber combinarlas con criterio y humanidad.

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