lunes, 8 diciembre 2025

Tu rutina de 3 minutos al despertar: el ejercicio matutino que protege tus arterias

Cuidar las arterias desde primera hora marca la diferencia en tu día. A veces el cuerpo nos habla bajito, casi en susurros. Los episodios isquémicos transitorios, los famosos TIA, son justo eso: pequeños apagones en el cerebro que duran un instante, pero que dicen mucho más de lo que parece. Me gusta imaginarlo como una ciudad llena de cables de luz; de repente, uno se atasca y un barrio entero se queda sin electricidad. Todo vuelve en cuestión de segundos… pero ese chispazo debería ponernos en alerta.

Lo inquietante es que mucha gente —sobre todo personas mayores, aunque no solo— ignora estas señales. “Será cansancio”, “me he levantado torcido”, “se me pasará”… ¿Te suena? El problema es que, a veces, no se pasa. Y los especialistas lo repiten una y otra vez: cualquier cambio brusco en cómo nos movemos, hablamos o vemos merece atención inmediata.

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Un ritual de tres minutos para activar la circulación. Fuente: Canva

Los síntomas suelen aparecer de golpe. Un brazo o una pierna que se vuelve flojo, la lengua que se enreda al hablar, una sonrisa que se tuerce hacia un lado sin que podamos evitarlo, una visión que deja de enfocar… incluso un mareo extraño o un dolor de cabeza que no encaja con nada. Son señales que asustan, claro, pero precisamente por eso no deben ignorarse.

“Si la mano se duerme de repente o la palabra no sale, el cuerpo está diciendo algo importante”, comentan los expertos. Y sí, da respeto, pero actuar rápido puede cambiarlo todo.

Un truco de 3 minutos para estabilizarte mientras llega la ayuda

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Pequeños síntomas que pueden avisar de un ictus. Fuente: Canva

Nadie pretende que sustituyas una ambulancia con un truco casero, pero sí hay una técnica simple que ayuda a ganar tiempo y, sobre todo, calma. Lo primero: no hacer movimientos bruscos. Siéntate o túmbate donde estés. Y si puedes, recuéstate del todo y eleva un poco las piernas —unos 30 centímetros bastan—. Es casi mágico cómo la gravedad empieza a trabajar a favor, permitiendo que la sangre vuelva hacia el pecho y suba al cerebro.

Luego viene la respiración, esa amiga fiel en situaciones complicadas. Inhala por la nariz en cuatro segundos, guarda el aire dos más y suéltalo muy, muy despacio en seis. Es increíble cómo este gesto tan simple puede estabilizar la presión y convencer al sistema nervioso de que no cunda el pánico.

Investigaciones recientes indican que esta combinación —postura y respiración lenta— ayuda a que la recuperación inicial sea más estable. Algo tan sencillo, y tan útil.

Prevenir desde casa: el “reinicio matutino” de tres minutos

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La postura y la respiración ayudan a estabilizar. Fuente: Canva

La prevención no tiene glamour, pero es poderosa. Y en personas mayores, mantener la circulación despierta es clave. Hay un pequeño ritual que recomiendan muchos especialistas y que, sinceramente, cualquiera puede hacer sin esfuerzo: el “reinicio matutino”.

Al abrir los ojos por la mañana, no saltes de la cama. Siéntate un momento y deja que el cuerpo se oriente. Luego respira hondo tres veces, como si quisieras llenar los pulmones de un buen comienzo. Mueve los pies arriba y abajo un minuto —los músculos de la pantorrilla son como pequeñas bombas que empujan la sangre hacia arriba—. Y termina con giros suaves del cuello y los hombros, liberando tensiones que ni sabemos que tenemos.

A esto puedes sumar pequeños gestos diarios: más verduras de hoja verde, frutos rojos, pescado azul, cacao puro… alimentos que, dicho en corto, mantienen las arterias ágiles y la sangre fluida.

La recuperación sí es posible: el cerebro se reinventa

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Durante años nos hicieron creer que el cerebro era rígido, que lo perdido no volvía. Pero no es verdad. El cerebro es sorprendentemente terco y creativo: cuando una zona falla, otras pueden aprender a hacer su trabajo. Esa capacidad se llama neuroplasticidad, y es uno de los superpoderes silenciosos del cuerpo humano.

La clave está en la constancia. No hace falta entrenar como un atleta olímpico. Movimientos suaves, ejercicios de respiración, repetir pequeñas rutinas cada día… incluso visualizar un gesto que queremos recuperar ayuda. Un estudio reciente mostró que las personas que mantienen estos ejercicios duplican sus posibilidades de recuperar equilibrio y claridad mental. Duplican. Es esperanzador, ¿verdad?


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